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Sin protección de los civiles, tanto en Gaza como en Cisjordania, el aislamiento de Israel seguirá creciendo y la razón inicial de su defensa se irá difuminando.
Tratando de sacar lecciones del horror, al finalizar la Primera Guerra Mundial se definió como indispensable que la humanidad aliviara los sufrimientos de los civiles durante las guerras y conflictos. Pues tal parece que nada hemos aprendido porque en Gaza son muchos los que han muerto por los bombardeos de Israel (Hamás dice que son ya casi 20.000 los gazatíes caídos; sin embargo, no hay una autoridad neutral que ratifique la cifra).
La muerte y la hambruna van ganando protagonismo y cada vez son más difíciles de defender los israelíes. La administración Biden, que desde un principio le dio todo su apoyo a Israel para defenderse del ataque infame que sufrieron 1.200 de sus ciudadanos, ahora le pide que empiece la transición a una fase de objetivos más concretos y operaciones más quirúrgicas. El presidente estadounidense le dijo a su homólogo israelí que su país está cada vez más aislado en el mundo debido a sus bombardeos indiscriminados sobre la franja de Gaza y que debía cambiar de estrategia para no hundirse más. En la Casa Blanca apuestan por bajar la intensidad aunque entienden y aceptan el argumento de destruir la amenaza.
De los 193 países que forman la Asamblea General de las Naciones Unidas, 153 han exigido un alto al fuego, pero se les sigue ignorando y según denuncian responsables de la ONU, el Derecho Internacional Humanitario parece haberse convertido en la ley del más fuerte. La comunidad internacional trata de frenar o “moderar” la guerra, pero escapa a sus posibilidades.
Israel, para justificar las muertes indiscriminadas en Gaza, dice que no se deben a sus bombas sino a la táctica de Hamás de combatir desde las zonas donde más civiles se concentran. Pero esta explicación pierde todo sentido cuando se trata de entender lo que está ocurriendo en los territorios de Cisjordania. Los colonos de esa región, ocupada por Israel desde 1967, atacan y hostigan a ciudadanos palestinos, les destruyen sus bienes y propiedades y los tienen totalmente intimidados mientras las fuerzas de seguridad israelíes miran para otro lado. Nadie los responsabiliza ni los controla. Se han anexionado de facto el 60% del territorio donde se supone que tienen derecho a estar los palestinos. La atmósfera se ha vuelto irrespirable. Hay indignación por parte de Palestina, reproches y una violencia que, aunque parece mínima al lado de lo que está ocurriendo en Gaza, ya se ha llevado la vida de 500 palestinos.
Israel se defiende también diciendo que Hamás es experto en poner en escena supuestas muertes que no son, en utilizar niños como si estuvieran heridos cuando en realidad es un montaje y en poner a los indefensos como escudos humanos. Sin embargo, el mundo no tiene ninguna prueba de que lo que alega Israel sea verdad. Y entretanto, mientras se resuelve si es propaganda o no, lo cierto es que para el mundo hoy resulta intolerable ser testigo de una confrontación de este tipo.
Biden le ha recomendado a Netanyahu que rompa su alianza con la ultraderecha que no quiere la solución de dos Estados que muchos, incluido Estados Unidos, proponen, pero nada parece detener al Primer Ministro de Israel en su afán por acabar con Hamás. Parece que se tratara de un enfrentamiento de todo o nada (que lo justifican por los ataques indiscriminados del 6 de octubre de Hamás contra los israelíes), o ellos o nosotros, y se olvidan de que aunque consigan una victoria táctica pueden tener una derrota estratégica. Porque a más muertes de inocentes, más sed de venganza habrá. Sin protección de los civiles, tanto en Gaza como en Cisjordania, el aislamiento de Israel seguirá creciendo y la razón inicial de su defensa se irá difuminando.
Esa sensación de estar solos la viven también los palestinos. Se sienten abandonados por la comunidad internacional y depositan su esperanza en su unidad como pueblo.
Lo que más desaliento causa es escuchar a tantos expertos que llevan décadas estudiando el conflicto árabe israelí. Todos coinciden en que no tiene solución y en que esta guerra apenas está empezando y va a ser muy larga. De hecho, el enfrentamiento entre Israel y Hamás ya se ha convertido en el conflicto más largo y devastador que ha sufrido la franja de Gaza hasta la fecha. La propuesta de dos Estados que convivan, compartan y respeten sus territorios se ve cada vez más lejana.
Y la pregunta final: ¿Quién va a gestionar Gaza después de la guerra? Son muchos los que critican a Israel por no haber preparado un plan para el día después. Reconstruir la franja va a ser una tarea inconmensurable para la que nadie ha ofrecido recursos todavía. Lentamente, el orden civil en Gaza se desmorona y la sociedad se encuentra a punto del colapso total.