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La filosofía del todo regalado

No deja de ser una gran contradicción que el gobierno de izquierda, el anticapitalista, haya resuelto que todo, o casi todo, se resuelve con plata.

04 de septiembre de 2023
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A los seres humanos, es cierto, nos mueven los incentivos: es algo ancestral, probado y funciona como un chip de estímulo-respuesta incorporado en la generalidad del homo sapiens.

En ese contexto tiene lógica la oferta que hizo el presidente Gustavo Petro de “pagar por no matar” –así fue como el mismo lo describió–, en la medida en que ofrece un incentivo monetario para sacar a jóvenes del mundo de la delincuencia y del asesinato. ¡Apreciado joven, tome su millón de pesos al mes y no se meta a ser delincuente!, es la consigna.

La propuesta tiene un aliento de filantropía que la blinda ante las críticas. Sin embargo, el problema es que termina siendo elemental. Las sociedades humanas son mucho más complejas que el mero estímulo-respuesta y si se activan los incentivos equivocados podemos terminar peor que como empezamos.

En el caso de “pagar por no matar”, por ejemplo, se podrían producir efectos completamente contrarios y contraproducentes. En un país en donde 2 millones 640 mil jóvenes, según las estadísticas oficiales, no estudian ni trabajan, el hecho de que solo 100.000 reciban mesadas de 1 millón de pesos puede crear en los demás un incentivo perverso: ¿nos toca portarnos mal para tener derecho a un premio?, tal vez se preguntarán.

Por no hablar de los otros 10 millones de jóvenes entre los 14 y 28 años que sí estudian o sí trabajan y pueden sentirse desmotivados a seguir haciendo cualquier esfuerzo porque al fin y al cabo los otros se pueden cruzar de brazos y ver televisión y recibir una mesada que puede ser igual o similar al salario de ellos.

Más allá del detalle y de las cifras lo cierto es que una nación no se puede motivar y movilizar a punta de incentivos económicos.

No deja de ser chocante que el nombre del programa sea ‘Jóvenes en Paz’, como si se creyera que la paz se compra poniéndoles plata en el bolsillo a los jóvenes. ¿Dónde quedó la cultura ciudadana? ¿Dónde estamos creando un tejido de valores y propósitos colectivos que se conviertan en una plataforma que sostenga con verdadera solidez a la sociedad?

En últimas, ¿tenemos una opinión tan pobre de los jóvenes que no los creemos capaces de desarrollar su autonomía, soportar adversidades y crecer en medio de dificultades? ¿De verdad creemos que los jóvenes –cuántos jóvenes– matan por quedarse con una plata?

En el fondo lo más grave es que los recursos del Estado se estén destinando a dar ayudas individuales o impulsos temporales, y no para construir una cultura del respeto de lo público y de ciudadanos convencidos que pueden salir adelante por sus propios medios.

Nos pasó con la rebaja del Soat que fue prácticamente un subsidio. Como la mayoría de motos no pagaba el Soat (8 de cada 10 motos), la solución no fue apelar al cambio cultural y a la pedagogía para lograr que entiendan la importancia de pagar un seguro que los proteja de accidentes, sino que el gobierno tuvo la ‘brillante’ idea de rebajarlo a mitad el precio. Pero en vez de que la gente se sintiera motivada a pagar el Soat, lo que ocurrió fue todo lo contrario: aumentaron en 300.000 más los evasores. Mientras no haya autoridad, claridad de conceptos y un sistema de valores sobre lo que es el Estado nada funciona bien, y menos lo regalado.

En el caso de los precios de la gasolina, que es otro ejemplo de subsidios, la solución que está madurando el gobierno es la de dar una compensación a los taxistas que por culpa del aumento de los precios del combustible están viendo reducir sus ingresos. ¿Por qué no suben las tarifas de los taxis? Si bien, muchos se opondrán y les preocupa el efecto sobre la inflación, también es necesario sincerar el mercado. ¿Por qué cada vez recurrimos a la salida fácil de solucionar todo girando plata?

Volviendo al caso de los jóvenes no es menor el hecho de que el subsidio de un millón de pesos –y la compensación a los taxistas– se esté anunciando dos meses antes de las elecciones para alcaldías y gobernaciones. Cuando Gustavo Petro aplicó el mismo programa en Bogotá lo hizo el último año de su mandato en la alcaldía, en plena época electoral. Si bien, la promesa de una mesada no produce automáticamente votos no le sobra a un Pacto Histórico que llega ciertamente flojo a competir por el poder regional.

No estamos en contra de apoyar a quienes están en condiciones extremas de vulnerabilidad. Pero queremos advertir que la filosofía del todo regalado puede tener efectos perversos. La ética del trabajo y del esfuerzo personal en una sociedad con reglas claras es una fórmula que no se puede echar a la basura. Dar plata no es dar oportunidades.

No deja de ser una gran contradicción que el gobierno de izquierda, el anticapitalista, haya resuelto que todo, o casi todo, se resuelve con plata. .

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