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La migración
según Francisco
En una visita más política que religiosa, el Papa Francisco habló desde Marsella, Francia, y pronunció uno de sus mensajes más comprometidos sobre el tema de la migración. Aunque se dirigía a Europa, sus contundentes palabras cobran sentido aquí o allá.
Hace 500 años que un Papa no viajaba a Marsella. Y una visita de este tipo no era recibida desde 2008, cuando Benedicto XVI estuvo en Francia. Desde esa ciudad que es símbolo de la inmigración y del Mediterráneo el Papa recordó que “Quien se juega la vida en el mar no invade, busca acogida”. Parafraseando, podríamos decir que quien se juega la vida en el Darién o atravesando Los Andes desde Venezuela, no pretende invadir, sólo busca ser acogido.
El Papa Francisco pisó suelo francés con un claro propósito: buscar soluciones para responder a la ruta migratoria más mortífera del mundo según ACNUR: el Mediterráneo. Pidió algo elemental y básico como es una “acogida justa” y “en la medida de lo posible, ampliar las entradas legales”. Su compromiso con el tema migratorio no es nuevo, pues en los 10 años de su papado ha demostrado que simpatiza con el sufrimiento de los más pobres. Sus llamados a mostrar más compasión y menos rechazo han sido constantes. Ha condenado los discursos de rechazo por parte de la sociedad y de algunos políticos y ha cuestionado las políticas de cierres de fronteras. Y esta vez le ha exigido a la Unión Europea que aborde el tema del Mediterráneo como un asunto de todos sus miembros. Por imperativo humano y económico.
Los europeos no han sido capaces de canalizar los flujos migratorios, de manera que las colas que se formen en las embajadas y en las oficinas europeas sean en los países de origen y no en los embarcaderos de puertos diminutos, cuyas poblaciones sufren las consecuencias y se ven sobrepasados en su capacidad de acogida.
Lo mismo se puede decir de Estados Unidos, que ya comienza a plantearse seriamente la instalación de oficinas en el Tapón del Darién para evitar el flujo migratorio proveniente del continente. El propósito es crear Puntos de Movilidad Segura que tienen como objetivo “identificar, registrar y conocer los motivos de la migración irregular para dirigirla por rutas legales”. La idea de las autoridades estadounidenses es exportar el modelo que se establecerá en la frontera entre Colombia y Panamá para que esos centros se instalen también en otros países de la región.
El llamado del Papa desde Marsella generó polémica tanto en la izquierda como en la derecha francesa. Para los primeros, el presidente Macron, quien se reunió con Francisco y asistió a misa, “pisoteó” la neutralidad de ese país que se precia de laico al respaldar con su presencia estos actos. Mientras que la derecha francesa, incluidos representantes católicos y conservadores, critican la injerencia política de Francisco, a pesar de ser también un jefe de Estado. Discusiones superficiales para un problema de tanto calado que exige respuestas políticas generosas y responsables.
Las cifras hablan por sí mismas: la isla de Lampedusa – que apenas supera los 6.000 habitantes – recibió en tan solo tres días a unos 10.000 migrantes. El Tapón del Darién registró en 2022 el paso de 250.000 refugiados, casi el doble de los 133.000 de 2021. Una cifra récord que se dispara en el caso de los ciudadanos venezolanos.
Pero en medio de este desglose de números, que representan tragedias humanas, y que deberían tener respuestas políticas, también hay un elemento que cada vez se debe incluir en esta ecuación: la responsabilidad de los malos gobiernos de los países que llevan a cientos de miles de ciudadanos a la pobreza y terminan expulsándolos. Suele suceder que los países gobernados por mandatarios que dicen proteger a los pobres, son los que terminan mandándolos a la diáspora.
El desafío migratorio no hace más que crecer. Los inmigrantes vienen de realidades inestables e inhabitables, quieren huir de la pobreza y arriesgan todo atravesando territorios hostiles, subiéndose a cualquier chalupa para cruzar el océano y llegar a Europa o a un peligroso tren como La Bestia para intentar alcanzar suelo estadounidense.
El Papa lo dijo sin tapujos: “No podemos resignarnos a ver seres humanos tratados como mercancía de cambio, aprisionados y torturados de manera atroz”. No es algo inevitable. Aunque el líder católico no hizo referencia directa a ningún país, sus palabras llegan después de que en Italia Giorgia Meloni aprobara nuevas medidas, que incluyen el aumento de detención de migrantes y la agilización de procesos de repatriación.
El mensaje central de Francisco fue: “es un deber de la humanidad socorrer a los migrantes del Mediterráneo”. Sin duda es una tarea para todos.