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Madrid en su versión Miami

Esos barrios céntricos, el cogollito de la ciudad, son ahora territorio de mexicanos, argentinos, venezolanos, peruanos y colombianos que tradicionalmente han llevado sus inversiones a Miami.

13 de noviembre de 2023
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Lo cuentan ya todos los medios económicos especializados: Madrid, la ciudad que acoge a más de 70.000 colombianos, según datos oficiales, está en proceso de transformación por obra y gracia de las grandes fortunas latinoamericanas que han encontrado en esa ciudad, su nuevo destino para vivir. Y los madrileños se dividen entre quienes le dan la bienvenida a esta inyección de dinero y aquellos que comienzan a recelar de las consecuencias que esto trae para el ciudadano corriente.

Los precios de las viviendas de lujo subieron 6% el año pasado, más que en la mayoría de las grandes capitales europeas; la explosión de restaurantes sofisticados con cocinas de todos los lugares del mundo asombra a los foodies que no tenían a Madrid en su radar. Y lentamente conceptos como el barrio de toda la vida o costumbres como las largas sobremesas van cambiando.

El madrileño, aferrado al lugar donde nació y orgulloso de su procedencia se da cuenta de que su presupuesto ya no da para vivir en barrios como Salamanca, Chamberí, Chueca o incuso Malasaña. Esos barrios céntricos, el cogollito de la ciudad, son ahora territorio de mexicanos, argentinos, venezolanos, peruanos y colombianos que tradicionalmente han llevado sus inversiones a Miami, pero que ahora descubren los placeres de hablar en español, comer delicioso y vivir en Europa. Pero por encima de todo, en una ciudad segura en la que todavía se puede disfrutar de algo tan elemental como es caminar.

Y tanto agentes inmobiliarios como restauradores se frotan las manos. Una de las horas más sagradas para el madrileño, el momento del almuerzo (que ellos llaman comida) transcurría de 2 a 4 de la tarde e incluía una larga sobremesa que se podía extender hasta las 5. Pues ahora los restaurantes se apresuran a programar dos y hasta tres turnos seguidos, de manera que los comensales deben levantarse de las mesas después de hora y media y pensar en otro sitio para seguir conversando. E improvisar sobre la marcha y decidir en el último momento dónde ir a comer es algo impensable en esta nueva ciudad que bulle de acentos. Conseguir reservas en un sitio se ha vuelto tarea titánica y se ha implantado una extraña costumbre por esas tierras: dejar un número de tarjeta de crédito que servirá para cobrar una fianza en caso de no presentarse. Los madrileños protestan y refunfuñan, pero poco a poco se van adaptando a esta nueva realidad.

En cuanto a la compra o alquiler de vivienda las cosas están más difíciles. Desde el 2020, los mexicanos han gastado más de 700 millones de euros en el sector inmobiliario y de la construcción en España. Compran segundas o terceras residencias e invierten en edificios enteros que remodelan y venden a precios de lujo. Ya en años anteriores se habían dado oleadas de ricos exiliados que huían de las inseguridades políticas y sociales de sus países, como los venezolanos que corrieron espantados tras la llegada de Hugo Chávez en 2010. Ahora vienen de lugares donde los dirigentes de izquierda toman las decisiones, como es el caso de Andrés Manuel López Obrador en México, Gabriel Boric en Chile y Gustavo Petro en Colombia.

El metro cuadrado de la ciudad ha ido subiendo poco a poco, asfixiando al ciudadano de clase media que gana un sueldo promedio, pero aún sigue siendo poco si se compara con otras ciudades. Con un millón de dólares se pueden comprar 106 metros cuadrados en la capital española, frente a los 43 de París y los 70 de Berlín. Cada vez se hace más necesario buscar en las afueras del área metropolitana una vivienda en condiciones adecuadas y que exija tan solo un 30% del salario que se devenga.

Los nuevos inversores latinoamericanos se benefician de un programa denominado visa de oro, que agiliza los permisos de residencia para los extranjeros que gasten al menos 500.000 euros en propiedades inmobiliarias, siempre y cuando no tengan deudas. Esto, que en muchos lugares de Europa ya se ha restringido, en España sigue siendo posible. Mientras ciudades como Londres y París le han puesto un límite a esta opción debido a las implicaciones de gentrificación que un mercado de millonarios tiene entre sus residentes locales, el país ibérico saborea las mieles de esta inyección de capitales, muy bienvenidos entre otras por la mismísima presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

Madrid se acerca poco a poco a eso que llaman un melting pot, en este caso hispanoamericano, en el que distintas costumbres se entremezclan y enriquecen la urbe. Habrá que ver con qué tanta homogeneidad. Por ahora la ciudad se enfrenta a su prueba de fuego: ¿cómo equilibrar el flujo de capitales millonarios con ese amplio espectro de clase media que conforma su microcosmos? Está por verse si la experiencia de otras ciudades sirve de guía en este delicado tejido.

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