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Como en su momento Enrique de Borbón dijo: “París bien vale una misa”, porque como protestante le tocó convertirse al catolicismo para poder ser rey de Francia, ahora Petro dirá, Haití bien vale una visita.
Si uno revisa la cuenta de X del presidente Gustavo Petro, lo primero que encuentra es un mensaje “fijado” que dice: “Mi discurso en Haití sobre la nueva situación mundial”. Llama profundamente la atención que, justo cuando en Colombia se produce el más grave desplazamiento de los últimos 28 años, el mandatario le dé más importancia a otro país.
Es casi delirante. Justo en el momento en que el Catatumbo vivía con dolor la crisis de más de 40 mil desplazados, veíamos y oíamos a las familias apeñuscadas en el estadio y en los coliseos con poco para comer, al presidente Petro le dio por visitar aquella nación del Caribe.
Visita que, según la agencia AP, cayó mal porque algunos no entendían cómo se gastaron 3,8 millones de dólares para extender la pista, para que Petro pudiera aterrizar, a pesar de que no tienen para pagar maestros y los hospitales están cerrados. “¿Era necesario gastar todo ese dinero por un presidente que estaba de visita?”, se quejaba un ciudadano.
Y es que a Petro no se le notó propiamente afán frente a la crisis humanitaria del Catatumbo. El ataque del ELN contra las disidencias de las Farc comenzó el miércoles 15 de enero, Petro visitó el viernes a los militares en el puesto de mando unificado, se tomó una foto con un mapa que decía “secreto” en el que se podían ver detalles estratégicos –no se sabe si adrede o por torpeza–, y luego desapareció todo el fin de semana, como si la crisis no exigiera premura. El lunes apareció con la idea de declarar conmoción interior y emergencia económica y finalmente el viernes –10 días después de explotar el calvario y después de la visita a Haití– expidió el decreto madre de conmoción interior.
En el aire ha quedado el interrogante de a qué están jugando el dictador Nicolás Maduro y el presidente Gustavo Petro en el Catatumbo. Por lo pronto, tenemos la certeza de que el ELN, aliado de Maduro, hace años tiene como prioridad defender la Revolución Bolivariana. En ese contexto no resulta extraño que el ELN haya lanzado esta ofensiva armada, apenas unos días después de que Maduro tomó el poder a las malas, tras robarse las elecciones, e incluso insista en que no cesará la guerra hasta que no tenga el control en el Catatumbo. Al ELN, como grupo armado ilegal, le sirve copar más territorio, y a Maduro le sirve tener el control de este lado de la frontera en caso de que las cosas se le pongan color de hormiga.
La foto que se tomó el dictador, supuestamente en la frontera, vestido de camuflado y al frente de un grupo de militares, así como la foto que se tomó Diosdado Cabello, recibiendo desplazados que llegaban en helicóptero, son parte de esa puesta en escena.
¿Cuál es el papel que juega Petro en esa ecuación? Al principio intentó mostrarle a Maduro, tímidamente, los dientes. Pero al final de la semana mandó a su ministro de Defensa, Iván Velásquez, para que se reuniera con su homólogo venezolano Vladimir Padrino y el abrazo que se dieron indicó, al menos, que bravos no estaban.
Hay que decir que esta especie de desconexión del presidente Gustavo Petro con la realidad del país no es la primera vez que se da. Ya en mayo, mientras le dedicaba decenas de mensajes en X a la guerra en Gaza, poco interés demostraba en el drama humanitario que en ese momento se vivía en el Cauca. Se dolía por los niños muertos en Palestina, pero ni un mensaje le dedicó a un niño asesinado en Colombia. Y en diciembre, cuando publicó una foto de un avión de la Fuerza Aérea que se disponía a llevar “ayuda solidaria a Cuba”, la exreina de belleza, Vanessa Mendoza, le reclamó: “¿Esto es en serio? Mi pueblo Chocó está más cerca, no se gasta tanto en el viaje y fueron los que lo eligieron”.
Para nadie es un secreto la obsesión de Gustavo Petro por convertirse en un líder de renombre mundial. Lo anunció desde su discurso de posesión. Y en sus dos primeros años se ha dedicado a viajar y a lanzar duras diatribas contra el petróleo o contra Israel, con el ánimo de que tengan eco en el mundo. En esa lógica, su visita a Haití parecía ser parte de una nueva estrategia de convertirse en portavoz de la pobreza universal “en contra los ricos”.
Y para ello utiliza el mismo modus operandi del ataque feroz: “Les disgusta que vaya a donde los más pobres. Pues vengo a donde los más pobres: a Haití, para construir humanidad. No quise ir a Davos, donde los más ricos, allí destruyen la humanidad”. Lo que no le dice el presidente Petro a sus seguidores es que se trata de la misma conferencia de Davos en donde estuvo el año pasado y en el que su gobierno invirtió 1 millón de dólares para alquilar una casa cuatro días.
¿Acaso Davos no le sirvió de tribuna? ¿O, como dicen algunos, no lo invitaron esta vez como speaker? No sería extraño que por eso haya decidido armar agenda en Haití, justo en la semana de Davos. Y por eso, como la venganza mueve más que el deber, en vez de cancelar su viaje a Haití dejó botada la crisis del Catatumbo para hacer su punto.
Como en su momento Enrique de Borbón dijo: “París bien vale una misa”, porque como protestante le tocó convertirse al catolicismo para poder ser rey de Francia, ahora Petro dirá, Haití bien vale una visita.