Poner una meta de turistas, no hacer nada para lograrla y ponerle trabas a lo ya existente, pone en riesgo cientos de miles de empleos.
Antes de que se desatara la crisis de Viva Air, el gobernador de San Andrés, Everth Hawkins Sjogreen, ya había lanzado un angustioso SOS ante la grave situación que vive la isla porque se han disminuido significativamente los vuelos comerciales (de 34 a 18 diarios) y por ende la llegada de turistas, todo debido a los elevados impuestos que se comenzó a cobrar al turismo y al aumento de los costos del combustible.
Ya la situación estaba de lágrima cuando se vino el huracán del lío Viva Air y quedaron en tierra los aviones amarillos que hasta antes de entrar en alas caídas, transportaban la mitad de los viajeros que llegaban a la isla. Como quien dice, al caído caerle. La triste paradoja es que, por precios, muchos colombianos ahora están prefiriendo ir a Cancún o Punta Cana.
El momento dramático de San Andrés, y la incertidumbre por el empleo de decenas de miles de lugareños que viven del turismo, prenden las alarmas sobre la realidad del turismo en todo el país. Como si la isla fuera un caso piloto de lo que puede llegar a ocurrir en otros destinos de vacaciones debido a los cambios que se han implementado que no ayudan sino destruyen lo que se ha logrado.
El archipiélago de San Andrés y Providencia, que debería ser una joya turística, padece varios de los problemas que aquejan al país como inseguridad, pobreza e inadecuados servicios públicos. Y no es el único destino nacional que afronta dificultades.
En departamentos de la costa Caribe, como La Guajira, los viajeros se ahuyentan por la inseguridad y la falta de instalaciones adecuadas; en Cartagena, los vendedores abusan con los precios, e incluso en nuestra querida Medellín algunos turistas se van con desazón por el auge de la prostitución.
Es crucial que el gobierno nacional les preste especial atención a estos y otros problemas si es cierto que quiere convertir al turismo en el próximo “oro negro”. Recordemos que el presidente Gustavo Petro aspira a que cerca de 15 millones de turistas dejen las divisas que hasta ahora vienen produciendo el petróleo, el gas y el carbón.
Al lanzar el plan del sector denominado “Turismo en Armonía con la Vida”, el ministro del ramo, Germán Umaña, presentó como metas del sector para los próximos cuatro años aumentar de 5 a 7,5 millones el número de visitantes de aquí al 2026, en un escenario conservador, y a 12 millones en un escenario optimista (no habló de los 15 millones que menciona el presidente Petro). Se esperan crear 300.000 nuevos empleos y que las divisas por turismo pasen de 7.300 millones de dólares a 9.900 millones en ese periodo, una cifra tres veces inferior a los 32.000 millones de dólares que dejaron las exportaciones de hidrocarburos y de productos de las industrias extractivas en 2022.
Para alcanzar estas metas el gobierno habla de cuatro ejes: democratizar el turismo, potenciar el desarrollo del sector para el bienestar y la equidad, poner en marcha estrategias para el turismo sostenible y fortalecer las economías populares y las nuevas formas de trabajo comunitario. Además, se crearán mesas de atención inmediata para destinos en riesgo, como las costas colombianas, se lanzó el sello “Colombia, destinos de paz”, que destacó el trabajo de siete cooperativas con firmantes del Acuerdo de Paz que lideran proyectos ecoturísticos en Caquetá, Meta y Guaviare.
Si bien, estos son pasos importantes para impulsar el sector hay que tener la lupa puesta en otros temas que son críticos para los operadores. Uno de ellos es la reducción de los impuestos que, desde enero, están pagando los viajeros como el IVA del 19% a los tiquetes aéreos y a los servicios de hotelería. Piden que el IVA de los tiquetes vuelva a bajar al 5% y que para la hotelería se estudie una tarifa diferencial, lo que permitiría contar con una oferta más competitiva. Otra petición es fortalecer y ampliar la conectividad terrestre y área.
En conectividad aérea hay mucho por hacer. Varios aeropuertos están viendo copada su capacidad, como el Eldorado en Bogotá, y otros tienen instalaciones deficientes y deterioradas.
Y si a ello se suma la falta de mayor competencia aérea en muchas rutas el tema se complica porque los viajeros se ven abocados a las tarifas que impone una aerolínea. Lo que acaba de pasar con Viva Air es un ejemplo de ello. Hay que fomentar la llegada de nuevas compañías aéreas. Las palabras de la presidente de Anato fueron premonitorias porque días antes de que Viva parara sus aviones dijo “que no puede seguir sucediendo que estas empresas se quiebran y quedamos las agencias de viajes respondiendo por los servicios”. Dicho y hecho.