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Luis Miguel hace “lo que le da la gana”

Este escritor atrapa con sus historias, hace reír y lleva a los lectores a mundos tan cotidianos como absurdos.

  • Rivas estudió comunicación social y periodismo en la Universidad Pontificia Bolivariana. Puede leer algunos de sus relatos en blogs.elespectador.com/tareasnohechas. FOTO francisco saldarriaga
    Rivas estudió comunicación social y periodismo en la Universidad Pontificia Bolivariana. Puede leer algunos de sus relatos en blogs.elespectador.com/tareasnohechas. FOTO francisco saldarriaga
08 de febrero de 2016
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Ya no es uno de los secretos mejor guardados de la literatura de América Latina, como lo llamaron en México en 2011. En ese entonces solo había publicado “Los amigos míos se viven muriendo” (2007), un libro en el que recopiló ocho cuentos que tenía guardados en algún lugar. El “experimento”, promovido por el Fondo Editorial Eafit, fue todo un éxito, el libro se agotó rápidamente.

Después de esa Feria del Libro de Guadalajara, Luis Miguel Rivas salió del anonimato. Pasó de ser “un secreto” a exhibir sus ejemplares en los estantes de las grandes librerías del país. Luego, publicó dos libros más de relatos cortos: “Tareas no hechas” (2014) y “¿Nos vamos a ir como estamos pasando de bueno?” (2015), ambos nominados en la primera y segunda edición del Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana.

Aunque muchos creen que es antioqueño, la verdad es que nació en Cartago pero se crió en Envigado. Es por eso que varios de sus relatos se desarrollan en ese municipio y en Medellín, y usa tantas expresiones paisas.

Desde Buenos Aires, ciudad que ahora es su casa y desde donde escribe su primera novela, habló con EL COLOMBIANO a través de Twitter. @Luismiguelere es el Perfil Tuitero de esta semana:

¿Está obsesionado con los pequeños detalles? En sus cuentos, un rotico en una camiseta o una gota de jugo de naranja en una barba tienen gran valor...

“Sí, las historias pretenden ir más allá de la anécdota y tocar los terrenos de los símbolos, o sea de algo hondo, de lo que le pasa a la gente por dentro y eso funciona mucho desde los detalles. En los detalles es donde se revelan muchas cosas, de otro modo se convertirían en discurso”.

Hace seis años se fue a vivir a Buenos Aires y desde allá escribe sobre Medellín. ¿La distancia le ayuda a la hora de inventar un nuevo relato?

“La distancia me ha ayudado a construir mi propia Medellín. No es la que debe estar palpitando en este momento, pero es tan verdadera como esa, porque es la mía. Incluso cuando vivía allá, no podría asegurar que la Medellín de la que hablara fuera una Medellín verdadera. Uno siempre habla de una ciudad imaginada, así coja el bus y vaya todos los días al trabajo cruzando por sus calles”.

¿Qué hace allá en un día normalmente?

“Tengo unas rutinas hasta muy de beato. Me levanto y tomo café y escribo los sueños en una agenda, leo, trabajo en lo que esté haciendo en el momento: algún escrito por encargo que me permite en la tarde escribir lo mío, mis cosas. Algunos días en la semana estoy con Bruno, mi hijo, que tiene dos años y unos meses. Leo, doy una vuelta por el parque... en fin. Todos los días son más o menos iguales y muy distintos”.

¿Por qué tantos cuentos y solo un proyecto de novela hasta ahora?

Los géneros en ciertos casos son un asunto de carácter y de circunstancias. He sido más de flashazos que de esfuerzos muy sostenidos. También he vivido en circunstancias en las que no me ha sido sencillo clavarme del todo, pasarme a vivir del todo a una historia, como lo requiere una novela. También soy un poco disperso... ¿De qué estábamos hablando?”.

En uno de sus relatos para Universo Centro escribió: “fue a finales de los 80 cuando descubrí que tenía cara de sospechoso”. ¿Todavía la tiene?

“Sí, y ahora aquí con el gobierno de Macri sí que más”.

También escribe poemas, ¿tiene entre sus planes publicar un libro con ellos?

“Sí, siempre he escrito poemas. Tengo un mundo, tal vez dos libros, incluso uno armado. Al principio no los publicaba porque me daba algo de pudor con mis amigos poetas. Pero también era por esa otra variación de la vanidad que es la modestia. Ahora no tengo tanto ese problema, pero mejor me he concentrado en la narrativa. Los poetas me dicen que soy muy buen narrador, que me dedique a eso. Los narradores me dicen que soy mejor poeta, que me dedique a eso. Y los realizadores audiovisuales (yo antes quería hacer cine), siempre me dijeron que me dedicara a la escritura, que yo para eso sí era bueno. Total, todos quieren que haga algo distinto a lo que esté haciendo. Y no me quedó otra que terminar haciendo lo que me diera la gana”.

¿Qué le ha dado Buenos Aires que no le dieron ni Medellín, ni Envigado, ni Pereira, ni Bogotá?

“Perspectiva. Perspectiva de mí, de lo que soy, de dónde soy. Distancia, tan necesaria para uno verse un poco más ampliamente. Por ejemplo yo creía que vivir con miedo era una cosa natural de la vida, no una construcción hecha en el lugar, en la zona del mundo en la que yo vivía. Y me ha dado tal vez una mirada más comprensiva de mí mismo, de mi país. Una mirada tal vez un poco más sana, me parece. Menos acuciosa”.

En verdad ¿no le gusta que lo miren los niños?, o es mera ficción...

“Lo que pasa es que la mirada limpia de uno niño te empelota. Si estás muy sucio por dentro esa mirada transparente es casi una acusación bondadosa, inconsciente, no del niño sino de la vida o de tu propia consciencia, que es la peor acusación. Aunque también hay niños que vienen con la mirada torcida. Por eso a veces creo en la reencarnación”.

Si le dicen: ¡Usted es un “berraco” escribiendo! ¿Aún así, se sigue sintiendo alejado de ese estereotipo típico paisa de “berraquera”?

“La literatura tiene mucho que ver con el inconsciente, con el ‘por debajo’ de uno, con ese que ha planeado las cosas dentro de nosotros antes de que las ejecutemos, con ese que gobierna nuestras vidas sin que nos demos cuenta. Y a esos terrenos no se puede entrar por la fuerza, la ‘berraquera’ no sirve para las cosas más esenciales. La disciplina y el carácter (que es lo que los paisas llamamos ‘berraquera’) son solo instrumentos. Y nosotros los hemos establecido como un fin, como un valor en sí mismo. Uno con ‘berraquera’ puede por ejemplo escribir doce libros en un año, trabajando como un burro. Pero este no es un trabajo de burros. A no ser que sea un burro orientado por un ángel”.

¿Se puede vivir de escribir en Latinoamérica?

“Se puede vivir de escribir, pero no de la literatura. De escribir periodismo y otras cosas que tengan que ver con la narración, pero no de la ficción literaria. Los casos son pocos y excepcionales”.

¿Cuál fue el último libro que leyó que lo enganchó?

“Estoy leyendo Los Ejércitos, de Evelio Rosero. Y me tiene loco. No veo la hora de acabar esta entrevista para irme a seguir leyendo”.

Lea más de Luis Miguel en su blog “Tareas no hechas”

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