¿Qué distancia hay entre su casa y el colegio de su hijo? Para muchos padres el desplazamiento físico ya no es necesario porque encontraron en los grupos de chat de WhatsApp un nuevo vehículo para acercarse a las actividades diarias de los niños y, en algunos casos, adolescentes.
Padres y madres (en su mayoría) conforman estos grupos después de haberlo acordado en encuentros escolares con el fin de compartir información, enterarse de las próximas evaluaciones, opinar, colaborar y dar tips a quienes tienen dudas con las tareas de los hijos. La tendencia se da principalmente en países de Europa, Asia y América Latina, en los que WhatsApp tiene mayor presencia. En Colombia es cada vez más común esta práctica.
Aunque los padres de familia sienten que la aplicación de mensajería instantánea los empodera, estos espacios colaborativos no siempre terminan bien. Las especulaciones, chismes, matoneo, malos entendidos o conflictos por diferencias encienden la chispa de la discordia hasta el punto en el que queda en jaque la principal razón por la que se accedió a la interacción grupal: la cooperación para proteger a los hijos.
Viviana Quintero, psicóloga y coordinadora de tecnología e infancia de la Corporación Red Papaz, trabaja por la integridad de niños y adolescentes y advierte: “Hemos tenido casos en los que los chats se convierten en paredones, porque solo se le echa más candela al fuego a ciertas situaciones en cambio de contribuir en un proceso pedagógico”.
Ciudadanía digital
Angela María Castro es psicóloga y sus dos hijos, María José (17 años) y Nicolás (12 años) Serrano Castro estudian en el colegio San Ignacio de Loyola en Medellín. Hace dos años creó un chat grupal llamado ‘espiritualidad ignaciana’. “Incluí a 10 mamás y desde entonces seguímos allí hablando casi a diario”.
Aunque admite que estos espacios pueden ser un “arma de doble filo”, la mujer de 42 años asegura que el éxito para que estos grupos no traigan problemas está en que prime el respeto y mediar con tacto en caso de que algún miembro haga un comentario fuera de lugar. Ella como moderadora se siente cómoda haciéndolo y más bien destaca que gracias a Whatsapp ha logrado “crear vínculos fuertes”.
Sin embargo, no ha escapado a que su grupo sea llamado por algunos compañeros de su hija como “el de las mamás chismosas”. Ella le resta importancia al calificativo y más bien ríe de esto que lo ve como una anécdota.
La historia de “Estela”, otra mamá de la misma institución que prefirió reservar su identidad, es diferente. Creó un grupo en el que también se animaron a participar algunos papás. Hace solo una par de semanas una palabra mal escrita dio pie a un matoneo virtual en contra de uno de los hombres. Ella intentó limar asperezas y que el incidente no generara malestar. Finalmente algunos miembros abandonaron el chat.
Quintero, experta en temas de tecnología y educación, explica que hay casos que no deben hablarse por vías digitales y que pueden afectar la privacidad de un padre y su hijo, incluso, puede revictimizar al niño. Un ejemplo típico, son los casos de los menores de edad agresivos.
“Siempre se debe recordar que sea el agresor o sea la víctima, un niño está en su proceso de formación y el papel de los padres en estos espacios no es ponerse de acuerdo para ver cómo lo sacan del colegio o hablar éstas problemáticas tan delicadas allí. La función de un papá en un chat es pensar en las soluciones y no en el problema”, añade Quintero.
La regla del afectado
La venezolana Verónica Narváez se radicó desde enero de este año en Bogotá con su niña Virginia Isabel, de 5 años, y su esposo. Esta mujer de 30 años expresa “lo positivo” que fue para ella cuando estuvo en un grupos de mamás en su país, pero se lamenta porque esta experiencia no la ha vivido en Colombia aún.
“Éramos como 60 mamás y, a veces, pasaba que si había algún acto en la guardería y no todas podían asistir por el trabajo, lo bonito era que nos compartíamos fotos o videos en el grupo y así ninguna mamá se perdía lo que su niño hacía. Incluso a veces algunas no tenían tiempo u olvidaban comprar algún material para su bebé en la siguiente clase y alguna se lo compraba. Ya luego nos arreglabámos”, relata.
Narváez siente que ahora tiene puntos ciegos sobre la formación de su hija, por eso, próximamente venderá la idea a otras madres. “Lo importante es que todas las mamás sepan para qué está hecho el grupo y se maneje con respeto”, puntualiza.
¿Son malos o buenos estos chats grupales? Viviana Quintero concluye: “Lo que es malo es cierta interacción que tienen los seres humanos. Los padres deben ser cuidadosos en no violentar la privacidad de los otros. Un ejercicio que recomiendo hacer es preguntarse si lo que se va a escribir afectaría al menos a una persona, porque si es así, entonces no se debe publicar”.