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El Balcón: el lugar para la moda en la Minorista

La ropa de segunda puede ser un alivio para la economía de unos o una aventura “fashionista” para otros. Este sitio ofrece ambas posibilidades.

  • En una de las mayores despensas de granos, frutas y verduras de Medellín, existe un sector consolidado como expendio de ropa de segunda, caracterizado por la variedad y sus bajos precios. Son aproximadamente 40 locales. FOTOs melissa gutiérrez Morales
    En una de las mayores despensas de granos, frutas y verduras de Medellín, existe un sector consolidado como expendio de ropa de segunda, caracterizado por la variedad y sus bajos precios. Son aproximadamente 40 locales. FOTOs melissa gutiérrez Morales
  • El Balcón: el lugar para la moda en la Minorista
  • El Balcón: el lugar para la moda en la Minorista
  • El Balcón: el lugar para la moda en la Minorista
25 de septiembre de 2015
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Tiempo, paciencia y poco dinero es lo que se necesita para llevarse un verdadero tesoro de la moda de la Plaza Minorista. Un pasillo entero ofrece miles de posibilidades, tal vez millones y la Twittercrónica de esta semana lo recorrió.

Entre los pequeños locales, la música guasca, los tangos y vallenatos, se esconden prendas de vestir bizarras que esperan ser descubiertas por arriesgados amantes de la moda o de su propio estilo.

Pero también saltan a la luz prendas que compiten por una segunda oportunidad en misiones simples como cubrir un cuerpo, o más complicadas como caracterizar personajes.

“Llevo 33 años comprando ropa en la Minorista. Conozco todos los locales y precios. Y se entiende, tengo un teatro”, dice Jaiver Jurado G. en Twitter a través de su cuenta @JaiverJurado.

Los precios parecen increíbles pero son reales: 500 pesos por una camisa de niña y 30 mil por unas botas “casi nuevas”; tres pantalones por 8 mil y bolsos de cuero a 10 mil. Esto es posible para los clientes que le han dado vida al sector El Balcón de esta plaza desde 1984, cuando fue inaugurada.

Entre los comerciantes de este corredor, se encuentra doña María Elena Quiceno. En 27 años de trabajo ha conseguido clientes fieles -que ya le dicen “Nena”- y buena fama para su almacén Las Orquídeas.

Uno de sus clientes, José López, asegura que con ella siempre consigue lo que busca, en su caso, disfraces: “desde hace unos 10 años, siempre vengo acá por esta época, porque hay de todo y encuentro disfraces para mí y mi familia, hasta le mando a unos familiares que tengo en Estados Unidos. Cuando me recomendaron venir, al principio dije ¡no, qué tal!, pero ahora soy yo el que recomiendo el lugar”.

La dueña de Las Orquídeas asegura que no solo llega gente en busca de disfraces, también tiene compradores de empresas reconocidas de la ciudad y estudiantes de universidades como La Colegiatura y la UPB. Cuenta que en los días previos a Colombiamoda es cuando más personas recibe. Llegan buscando cosas exclusivas: “viene gente de ese mundo que le gusta vestirse raro”, dice.

Jenny Giraldo -@jennygiraldo en Twitter-, es una de ellas. “He comprado cosas hermosas, ‘prendas exclusivas’, podríamos decir. Es muy bueno para vestidos y chaquetas”, cuenta .

Al preguntarle a doña “Nena” cómo consigue la ropa, responde: “Llega sola, a veces recibo vestidos o zapatos de gente que apenas los usó para una fiesta y ya no le gustan”. En su almacén los vende por precios entre 10 mil y 30 mil pesos.

Ropa para el diario

Doña Ofelia Valencia, con dulzura y amor por su trabajo, se dedica a la venta de ropa de segunda desde hace más de 30 años; creció con sus tías que le enseñaron el oficio. Ella es la vendedora de las cosas simples, “de lo que la gente necesita para el diario”.

Gracias a ella, muchas personas necesitadas se pueden llevar hasta tres pantalones por 8 mil y camisas por mil pesos. La clave para mantener su negocio por tanto tiempo es “comprar barato para vender barato. También trato de atender a la gente muy bien”, dice y despide a sus clientes con bendiciones.

La Plaza Minorista José María Villa aún está habitada por comerciantes que nacieron en la Plaza de Mercado conocida como Guayaquil, El Pedrero o Cisneros. Entre ellos se encuentra el único sastre de toda la Plaza: Alonso Osorio.

Este hombre lleva 35 años de su vida dedicado a arreglar y reformar la ropa en la máquina de coser que era de su abuela, que aún brilla y está empotrada en una mesa de madera con grabados de arabescos.

Don Alonso le pone otro toque de magia a este corredor, las cosas pueden parecer increíbles al oírlas pero comprobables al presenciarlas: entrega sus pedidos en el mismo día y, por supuesto, también cobra barato. Su promedio es de 5 mil por arreglo.

Muchos de sus encargos salen rumbo a la costa atlántica porque, como lo explica Arnobis Mazo, dueño de un almacén de ropa de segunda para hombre, “la mayoría de esta ropa se arregla acá y sale para ciudades y pueblos de la costa en bultos”.

Arnobis es otro de esos que heredó el negocio (y el conocimiento) de un familiar. Él se especializa en ropa de hombre porque dice “las mujeres casi no se atreven a usar cosas de segunda”. Sin embargo, Sara Ibarra, una compradora, dice que una lavada exhaustiva es suficiente para dejar la prenda lista para “estrenar”.

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