Hubo, alguna vez, una sola luna para la humanidad. Esa era nuestra Luna. La única. La plateada culpable de tantos romances. Decíamos que estaba hecha de queso pero conocimos que fue formada luego de una gran colisión entre la Tierra y un objeto del tamaño de Marte. Esta es la teoría más aceptada sobre su formación según cuenta Pablo Cuartas, profesor del pregrado de Astronomía de la Universidad de Antioquia y especialista en ciencias planetarias.
Julio Verne en sus historias envió a tres astronautas a explorarla y miles de astrónomos de carne y hueso apuntaron sus telescopios hacia ella desde el día en que el fabricante de vidrio Hans Lippershey patentara el primer telescopio en 1608. Dos años después Galileo registró por primera vez las cuatro lunas más gigantes de Júpiter. Y desde aquel momento la familia de este planeta gaseoso realmente ha crecido. Gracias a los poderosos nervios ópticos de los súper telescopios, monstruos de varios ojos supimos que Selene era solo una entre otras lunas del Sistema Solar.
Este martes, la Unión Astronómica Internacional (IAU) anunció el descubrimiento de 10 nuevas lunas en órbita alrededor de Júpiter. Así que junto con dos encontrados a través del mismo proyecto de investigación, pero anunciadas en junio de 2017, esto eleva la lista de los satélites naturales conocidos de Júpiter a 79.
Las nuevas lunas de Júpiter
Según la revista Astronomy el descubrimiento de estas lunas proviene de una búsqueda totalmente diferente de los nuevos cuerpos del Sistema Solar. El astrónomo Scott Sheppard de la Institución Carnegie para la ciencia está a la caza del Planeta Nueve, un planeta hipotético que muchos astrónomos creen que debería existir en los lejanos alcances de nuestro Sistema Solar, un poco más allá de Plutón. Él y su equipo han estado fotografiando los cielos con algunas de las mejores tecnologías actuales de telescopios, con la esperanza de ver este misterioso noveno planeta.
En la primavera de 2017 (marzo a junio), Júpiter estaba en un área de cielo donde el equipo quería buscar el Planeta Nueve. Sheppard, que está ampliamente interesado en la formación de sistemas solares y ha participado en el descubrimiento de 48 de las lunas conocidas de Júpiter, se dio cuenta de que esta era la oportunidad perfecta para avanzar dos objetivos de investigación separados con los mismos datos del telescopio.
El telescopio Blanco de 4 metros que Sheppard estaba utilizando es especialmente adecuado para detectar posibles lunas nuevas, ya que la cámara instalada en él puede fotografiar una gran área de cielo a la vez porque es particularmente bueno para bloquear la luz dispersa de objetos brillantes cercanos, por ejemplo el mismo Júpiter, para evitar que su luz elimine la de los objetos más débiles.
Una de las lunas no es como las otras
El uso de la potente cámara llamada Dark Energy Camera e instalada en el telescopio chileno de Víctor Blanco permitió retratar estas nuevas lunas de Júpiter. Luego del hallazgo inicial en 2017, otro investigador del Centro de Planetas Menores de la Unión Astronómica Internacional (IAU, en inglés) calculó sus órbitas para confirmar el hallazgo.
Una luna en particular captó la atención de los investigadores. De las 12 lunas que se unieron a la familia de Júpiter, una de ellas resultó ser un tanto rebelde.
“El hallazgo más interesante es este objeto al que llamamos Valetudo”, dice Sheppard. “Es como si fuera por la carretera en la dirección equivocada”.
De las 79 lunas que ahora se conocen, la mayoría orbitan en la misma dirección. Las lunas más cercanas a Júpiter, incluidos los cuatro satélites galileanos, orbitan a Júpiter en la misma dirección que la rotación del planeta: los astrónomos llaman a esto una órbita prógrada. Y a los objetos que se mueven en la dirección opuesta se les dice que tienen una órbita retrógrada: esta es la órbita de Valetudo, nombrada por la diosa romana de la salud y la higiene.
La extraña órbita puede dar a los astrónomos una visión crucial para comprender cómo llegaron a ser las lunas de Júpiter.
Según Cuartas de la Universidad de Antioquia encontrar muchas de estas pequeñas lunas habla sobre las condiciones en el sistema solar primitivo. Cuando Júpiter y los otros planetas gigantes se estaban formando, nuestro Sistema Solar era un disco y un gas y polvo que rodeaban al infante Sol.
“Los planetas gigantes se formaron con material que solía estar en esa región. Eran como aspiradoras, absorbieron todo ese material y eso creó los planetas”, explica Sheppard. “Creemos que estas lunas son los últimos remanentes del material que formaron los planetas gigantes”.