La desmedida curiosidad humana ha permitido incrementar la capacidad de acumular información sobre muchas cosas, casi sobre todo lo que se imagine. En astronomía pasa desde antes de que Galileo apuntara a Júpiter con su telescopio, un aparato patentado por el fabricante de vidrio Hans Lippershey en 1606.
Cuatrocientos años después de este logro, instrumentos con capacidades que ni Lippershey ni Galileo hubiesen imaginado, han permitido desde estimar la edad del universo, trazar el nacimiento y muerte de una estrella, hasta ver planetas girando alrededor de otros soles.
Pero aún hay preguntas que nuevos instrumentos ayudarán a resolver, dijo Miguel Roth, doctor en Física de la Universidad de Chile y representante legal en este país del Telescopio Gigante de Magallanes (GMT por sus siglas en inglés), uno de los ópticos más grandes que está por construirse. De hecho, agrega el chileno, desde que el hombre amplió sus fronteras y su capacidad de ver, sabe que esto le ha permitido resolver preguntas que ni siquiera se había hecho.
Y es que los megatelescopios como el GMT “son como máquinas del tiempo. Cuanto más débil es el objeto observado es probable que esté muy lejos, y lejos se puede medir en tiempo, porque la luz de sus objetos ha tardado miles de millones de años en llegar a nosotros”.