Dar con los programadores y desarrolladores del Valle de Aburrá no es fácil, y la tarea resulta todavía más compleja cuando se les quiere encontrar reunidos. Se resguardan en comunidades o colectivos, espacios generalmente virtuales donde responden dudas específicas, aprenden y comparten conocimiento.
Aunque se reúnen, encontrarlos juntos es difícil. Hay que ser parte de una comunidad o conocer al menos a uno de sus miembros, jalar la pita y preguntarle: ¿dónde aprendiste todo esto?, ¿quién te lo enseñó?, como robando secretos. Ninguno se guarda la receta, y todos comparten la buena noticia con entusiasmo. Sin embargo, desde afuera, los colectivos parecen blindados. Es fácil notar que no se hace parte.
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