Las bacterias multirresistentes son aquellas que no pueden ser controladas con los antibióticos actuales, por lo que han generado constantes alertas de salud pública.
José Millán Oñate Gutiérrez, internista e infectólogo, presidente de la Asociación Colombiana de Infectología (ACIN), cuenta que “antes de la covid-19, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya había declarado a este tipo de bacterias como una amenaza global, tanto que calculó que para el año 2050 las infecciones bacterianas serían la principal causa de muerte en el mundo”.
Por eso, es importante un llamado a la prevención, sobre todo en lo referente al uso inadecuado de antibióticos que genera mayor presión en los cambios genéticos y la farmacorresistencia.
¿Qué son los antibióticos?
Los medicamentos antimicrobianos atacan a los microbios: bacterias (con antibióticos), hongos (con antimicóticos) y parásitos (con antiparasitarios), facilitando así el tratamiento de las enfermedades que ocasionan.
A todos ellos puede generarse resistencia, sin embargo, no a la escala y la importancia que implican los antibióticos.
Recuerde: estos combaten únicamente a las bacterias. Así lo explica Carlos Andrés Rodríguez Jaramillo, médico farmacólogo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia: “Por un lado están los antibióticos que actúan bloqueando el crecimiento de bacterias (con efecto bacteriostático), para que luego el organismo, mediante su sistema inmunitario, se encargue de eliminarlas. Por otro lado, están los que las matan directamente (con efecto bactericida), muy importantes cuando el sistema inmunitario de los pacientes no funciona bien”.
Bacterias y resistencia
Las bacterias de vuelven resistentes debido a dos razones: por mutaciones o por adquisición de proteínas. Para el primer caso, explica Rodríguez, “se trata de cambios que ocurren en el ADN, en cualquier punto y al azar”.
Esto resulta problemático porque cuando los antibióticos atacan, usualmente lo hacen bloqueando unas proteínas o enzimas específicas que son codificadas en el ADN de la bacteria. Por eso, si este muta, podrían haber cambios en la enzima causando que el antibiótico no pueda adherirse y cumplir su función.
De otro lado, está la segunda posibilidad: que las bacterias adquieran proteínas o enzimas que inactivan directamente al antibiótico.
En la naturaleza existen bacterias que producen antibióticos para competir con otras por los recursos. “Las que los producen tienen un mecanismo de resistencia para no matarse a ellas mismas” dice Rodríguez y ejemplifica haciendo referencia a una familia de antibióticos llamados Betalactámicos, producidos por hongos y bacterias.
Así, como naturalmente pueden producirse antibióticos, pueden producirse también proteínas que los inactivan. Para este caso son las Betalactamasas, que modifican a los betalactámicos y hacen que pierdan efecto.
Lo preocupante es que esas betalactamasas pueden transmitirse de una bacteria a otra. “Ellas tienen plásmidos (un pedacito de ADN que lleva, entre otras cosas, el gen para la Betalactamasa), y estos son muy resistentes, ni el alcohol ni el hipoclorito ni la luz ultravioleta los afecta”. Por eso una bacteria sensible puede adquirir fácilmente un plásmido del ambiente y si lleva el gen de la Betalactamasa, la bacteria podrá inactivar de ahí en adelante a todos los antibióticos betalactámicos.
Finalmente, hay una tercera posibilidad, que es muy rara y poco frecuente: que la bacteria mute siendo inducida por un antibiótico. En realidad, explica Rodríguez, lo más común es que las mutaciones sucedan al azar, como se explicó al inicio.
¿Qué es lo preocupante?
La probabilidad de que una bacteria tenga una mutación que la haga resistente es baja. No obstante, cuando se tiene una infección en el organismo hay una población muy grande de bacterias (miles de millones) y eso aumenta la posibilidad de que por lo menos una tenga por azar la mutación precisa y se vuelva resistente. “Además, se replican muy rápido. Una bacteria común se duplica aproximadamente cada 15 o 20 minutos, entonces en cuestión de horas la que empezó siendo una ya es miles”, añade Rodríguez.
Ante esto, Carlos Agudelo, médico epidemiólogo de la Clínica Universitaria Bolivariana, hace énfasis en que esas bacterias resistentes pueden transmitirse de una persona a otra. “Se termina volviendo un problema. No es solo que me afecten a mí porque son las que me están enfermando, sino que yo puedo contagiar a otros y diseminar la resistencia. Es un problema grave, de hecho, en los hospitales ya vemos que es complicado tratar algunas infecciones”.
Actualmente, según información de la OMS, algunas de las bacterias que presentan resistencia a los antibióticos son: Helicobacter pylori (que causa infección estomacal), Staphlylococcus aureus (infecciones de la piel, óseas, neumonía o de las válvulas cardiacas) y Klebsiella pneumoniae (infecciones urinarias, neumonía o en heridas quirúrgicas). “Varias nos llevan la delantera. De hecho, necesitamos nuevos antibióticos que logren pasar todas las fases de investigación científica para que puedan ser usados en ellas”, puntualiza Oñate, presidente de la ACIN.
Mal uso y consecuencias
Los antibióticos no tienen ningún efecto sobre virus u hongos. “Es frecuente que las personas los usen inadecuadamente para infecciones respiratorias virales, resfriados, dolores de garganta... la mayoría son causados por virus, entonces usar antibiótico no va a generar beneficio”, señala el doctor Rodríguez.
Al contrario, usarlo en esos casos podría ser perjudicial pues podrían afectar la microbiota normal del organismo. “Tenemos millones de bacterias normales en la piel, la boca, el intestino, que son muy importantes para la salud. Si un antibiótico las mata, podría favorecerse la colonización de bacterias patógenas (o malas), que generan enfermedad”.
Así mismo, si la microbiota se vuelve resistente y más adelante hay una infección (por un accidente o una peritonitis, por ejemplo), los antibióticos no van a servir.
“En los hospitales ya es complicado, uno se queda sin opciones de tratamiento y tiene que recurrir a medidas poco efectivas que afectan el pronóstico del paciente. A veces se deben juntar varios antibióticos que aumentan los riesgos de toxicidad”, cuenta Agudelo.
Cuidado con la venta libre
Según el Plan Nacional de Respuesta a la Resistencia de los Antimicrobianos, los antibióticos pertenecen al régimen de venta bajo fórmula médica. No obstante, agregan: “A pesar de la expresa prohibición (...), estos productos aún pueden ser adquiridos sin prescripción en el territorio nacional”.
Ante esto, Rodríguez afirma: “En EE. UU. y algunos países de Europa no se venden antibióticos sin fórmula. En Colombia la norma lo dice, pero en la práctica no funciona. Una de las razones es para no interferir con el acceso” así, en caso de que una persona no tenga los recursos para ir al médico y necesite los antibióticos, pueda acceder a ellos. “Estamos en un país con dificultades y en vía de desarrollo, entonces se teme negarle el servicio a alguien que lo requiera”.
Antibióticos y ganadería
El uso correcto trasciende la individualidad. Según la OMS, alrededor del 80 % del consumo total de antibióticos de importancia médica se da en la industria agropecuaria, piscicultora y alimentaria, para estimular el crecimiento de animales.
“La mayor fuente de uso inadecuado no es el uso en seres humanos, sino allí. ¿Qué pasa? La microbiota normal de estos animales se vuelve resistente y después, cuando los consumimos (la mayoría de veces sin estar 100 % estériles) nos pasan esas bacterias a nosotros”, explica el doctor Rodríguez. Por eso la regulación de su uso es fundamental.
Antibióticos y covid-19
Está claro que los antibióticos solo tienen acción en contra de las bacterias. Sin embargo, en laboratorios (in vitro), cuando se prueban a concentraciones muy altas, pueden tener acción en contra de los virus. “Esto sucedió con la Cloroquina y la Azitromicina: con altísimas dosis se podía inhibir el nuevo coronavirus. Sin embargo, esas concentraciones no son alcanzables en personas: habría que dar dosis muy altas que se volverían tóxicas”, explica Rodríguez.
En esa línea previene Oñate: “No se recomienda utilizar Azitromicina sin supervisión médica, pues podría generar arritmias cardiacas potencialmente mortales”.
¿Cómo darles un buen uso?
Infectarse y usar antibióticos puede contribuir a la resistencia de las bacterias, es algo natural e inevitable. Por eso, dice Rodríguez, todos los días se investiga para buscar nuevos medicamentos. “Eventualmente los antibióticos que tenemos hoy van a dejar de servir”, la clave está, agrega, en que su uso sea a pequeña escala y solo cuando es necesario. “Hay un impacto, sí, pero es muy pequeño comparado con el uso masivo e irracional”.
Así pues, si su médico le receta un antibiótico es porque lo requiere y lo debe tomar. Muy importante: cumpliendo con la dosis y el tiempo indicado. “Tomarlos bien permite que podamos disminuir el riesgo de que se genere resistencia”, añade Agudelo.
En ese mismo sentido, Oñate señala que como médicos es importante que al recetar antibióticos, se le explique bien al paciente. “Debemos escuchar sus dudas e inquietudes, advertirle sobre los efectos adversos y siempre dar de forma clara las indicaciones de tiempo y dosis, sobre todo porque el índice actual de abandono es del 81 %”. Así mismo, agrega, los pacientes deben estar atentos a los efectos adversos y comunicarlos.
Acción conjunta
El Ministerio de Salud y Protección Social, además de algunas asociaciones privadas como el Grupo Germen en Medellín, recogen datos de los hospitales para registrar cómo se está comportando la resistencia bacteriana. “Esto es muy útil para que los médicos seleccionen el antibiótico más adecuado, sobre todo en pacientes con infecciones graves”, dice Rodríguez.
Evitar un problema de salud pública global, e incluso una próxima pandemia, es una responsabilidad compartida. Oñate Gutiérrez, expresa: “Tiene que ver toda la comunidad. Tanto los entes gubernamentales para legislar y generar políticas a nivel nacional; como los médicos que deben recetar cuando sea estrictamente necesario, prescribiendo concentraciones que favorezcan la adherencia. Finalmente, las farmacias deben exigir la fórmula médica para la venta, absteniéndose de “formular” o sugerir este tipo de medicamentos”.
En ese mismo sentido, recuerda que el lavado constante y consciente de manos, con agua y jabón, es fundamental, pues reduce la probabilidad de infecciones tanto virales como bacterianas.
Finalmente, añade el doctor Rodríguez, si bien en el mundo la ciencia continúa buscando salidas a esta problemática, “es un proceso lento, que requiere muchos años y que es costoso. La industria farmacéutica invierte cada vez menos porque no es rentable: son medicamentos que se dan por poco tiempo y las bacterias terminan volviéndose resistentes”.
Además, continúa, sigue siendo necesario propender por que se limite su uso en ganadería y se emplee de la mejor manera posible en humanos. “Si el uso se mantiene a pequeña escala, los antibióticos nos van a durar mucho. Así podemos retrasar la resistencia que eventualmente va a ocurrir. La podemos minimizar y dar tiempo a que se desarrollen nuevos medicamentos para el futuro”, concluye
2050
es el año para el que, según la OMS, las bacterias serían la principal causa de muerte.