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Andrés Chica tiene 34 años y tras varios días de experimentar mareos, dolores de cabeza y en el pecho consultó con el médico, quien le recomendó exámenes de laboratorio para determinar el nivel de los triglicéridos en su sangre.
“Me enviaron instrucciones y me indicaron que debía seguirlas estrictamente para evitar alteraciones en los resultados”, cuenta. Entre ellas, la última comida del día anterior debería estar exenta de grasas, no hacer actividad física antes del examen y realizar un ayuno de ocho a doce horas antes de la muestra.
Chica reconoce que gracias a que siguió las recomendaciones, su médico pudo determinar el tratamiento que debía seguir, pues sus triglicéridos estaban en un nivel alto.
“Lastimosamente este no es el caso de muchos pacientes. Pese a que se les envían instrucciones claras para los exámenes, muchos no las siguen y al preguntarles antes de la toma de la muestra, el factor común es que mientan para, como ellos dicen, no perder la ida”, comenta Cristina Arboleda García, química farmacéutica de la Universidad de Antioquia, especialista en Gerencia de IPS de la Universidad CES.
La profesional explica que “los exámenes clínicos y las imágenes diagnósticas son parámetros muy importantes en el contexto clínico, pues orientan frente a un diagnóstico. El resultado depende de factores no modificables tales como la edad, el sexo, la raza, estar en estado de embarazo y determinadas patologías diagnósticas, y modificables como la dieta, el ayuno, el ejercicio, ciertos medicamentos, entre otros”. Son precisamente estos últimos los que, como su nombre lo indica, se modifican por medio de la preparación, para lograr que los exámenes arrojen resultados confiables.
“Hay un conjunto de factores como las condiciones de preparación, instructivos y mecanismos de recolección, que contribuyen a que se tenga una buena muestra y —si es el caso— la cantidad suficiente para el procesamiento, mediante el cual se define el resultado del examen”, expone Arboleda García y agrega que si el usuario cumple con la preparación adecuada, es posible contar con un resultado confiable.
Según el nivel de complejidad de cada examen, se requerirá una preparación con condiciones especiales. “La más conocida es el ayuno, que va entre las ocho y las doce horas máximo”, apunta la profesional de la Universidad de Antioquia.
Algunos de los exámenes que requieren ayuno son colesterol HDL, colesterol LDL, colesterol total, curva de glucosa o insulina, glucosa pre y post carga, FSH, LH, Estradiol, Testosterona, niveles terapéuticos de medicamentos (ácido valpróico, carbamazepina, fenobarbital, etc,), test de O´sullivan y triglicéridos.
No obstante, existen exámenes como los de las hormonas T3, T3 Libre, T4, T4 libre y TSH, en los que algunos laboratorios no consideran necesario el ayuno. Eliana María Vélez Arismendy, microbióloga, bioanalista y especialista en Auditoría en Salud, explica que la diferencia en la preparación para estos exámenes depende del tipo de componente de interés analítico que se va a buscar, las condiciones tecnológicas de cada laboratorio y el método para la realización de la prueba.
“Hay laboratorios que tienen tecnología y métodos para la realización de pruebas que ya permiten eliminar interferentes y/o sustancias que se puedan confundir con lo que estamos buscando, y en ese caso pueden ser más laxos con las condiciones del paciente, porque dentro de su metodología de trabajo están eliminando el riesgo de que esos alimentos generen errores en los resultados”, expone.
Hay otros exámenes que exigen abstinencia sexual por 2, 3 o 5 días. Entre ellos, el antígeno prostático específico, la citología, frotis vaginal o cultivo y el espermograma.
También están los exámenes en los que se requiere evitar el uso de cremas, lociones o soluciones como el cultivo de gérmenes de piel, cuero cabelludo y heridas, el cultivo de hongos en uñas y el cultivo de hongos en la piel.
Otros exámenes se deben realizar en horarios específicos, como el cortisol am y pm, la prolactina y la prolactina con mezcla de tres muestras, y también algunos que demandan una dieta especial como por ejemplo, el de sangre oculta en materia fecal, en el que se pide evitar el consumo de alimentos como carnes rojas, coliflor, rábanos, brócoli, manzana, bananos, uvas, café y té