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E l 27 de enero de 1967 (en Washington, Londres y Moscú), 128 países firmaron el Tratado Internacional del Espacio y Colombia hizo parte de ello, solo que apenas ahora, a finales de junio, el Congreso de la República aprobó el proyecto de ley que ratifica la participación del país en este tratado (ver Para saber más).
Entre los principios promovidos por el acuerdo están la declaración del espacio ultraterrestre –sumando la Luna y otros cuerpos celestes– como patrimonio común de la humanidad, así como la prohibición de militarizar y usar armas nucleares desde este.
Lo que motivó al gobierno colombiano a ratificar dicho tratado, 54 años después, según declaraciones de la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, es la oportunidad de acceder a investigación y desarrollo de tecnologías espaciales que convertirían a Colombia en líder de la región en este sector, con el respectivo dinamismo económico que esto traería teniendo en cuenta que tan solo en 2018 la “economía espacial” –según la Satellite Industry Association– generó 348.000 millones de dólares en todo el mundo.
Jorge Elías Montoya Vélez, profesor del programa de Ingeniería Aeroespacial de la Universidad de Antioquia y de Ingeniería Aeronáutica de la Universidad Pontificia Bolivariana, ve con muy buenos ojos lo notificado por el gobierno, pues así se daría gran impulso a la incipiente industria aeroespacial colombiana.
“Lo importante del tratado es que no tiene nada de negativo haberlo firmado. No hubo que hacer ningún sacrificio, no es que el país pierda algo que ya tenía. En cambio, sí se abren oportunidades. Pueden abrirse puertas de cooperación en misiones de exploración espacial, algo que antes no se podía hacer por no ser parte del acuerdo en mención”, dijo.
El docente también resaltó que, gracias a que el país está muy cerca de la órbita geoestacionaria sobre la línea del Ecuador –lo que da un acceso directo a las comunicaciones espaciales–, existe la posibilidad de que Colombia se perfile como sitio ideal para lanzamiento de vehículos al espacio.
“Cuando usamos el GPS, mapas digitales u ollas de teflón, usamos tecnología espacial. Todo lo que se invierte en el desarrollo de esta industria es un beneficio para el país. Aunque políticamente es muy difícil en una nación como la nuestra justificar inversión en el campo aeroespacial –cuando hay gente con hambre o sin acceso a educación y salud– hay que recalcar que esto no es un lujo, es algo útil y necesario y en lo que tenemos potencial”, agregó el profesor.
En la misma línea de Montoya opina Samuel Cadavid, ingeniero aeronáutico, profesor de la Universidad de Antioquia y vocero del planetario Jesús Emilio Ramírez.
Para él, esta ratificación del tratado deposita confianza en que Colombia pueda desarrollar investigación e industria espacial para la producción y manufactura de componentes electrónicos y estructurales de satélites, así como en el desarrollo de aplicaciones espaciales, lo que llamaría la atención de empresas foráneas que –al ver que el país ratificó el acuerdo– vendrían a impulsar desarrollos a través de trabajo conjunto.
Según los consultados, el anuncio del gobierno llega en una buena coyuntura pues gracias a este, se puede acelerar aún más la consolidación de una verdadera industria espacial en Colombia, hecho que ya tenía posibilidades de surtirse teniendo en cuenta factores como el abaratamiento que ha tenido esta tecnología –gracias al desarrollo actual de la ciencia– y el potencial intelectual que posee el país.
“Antes, hablar de un satélite implicaba tener cientos de millones de dólares, en cambio hoy se está hablando de nanosatélites, microsatélites o picosatelites, vehículos muy pequeños que se pueden desarrollar con unas inversiones menores. Eso es lo que ha permitido que la Fuerza Aérea, de la mano de las universidades colombianas, esté trabajando en misiones en las que están haciendo sus propios satélites”, dijo Montoya.
Para Cadavid, antes de la ratificación del tratado de 1967, la industria espacial colombiana venía trabajando en lo que ha mostrado mayor experticia: desarrollo de aplicaciones espaciales para monitoreo de cultivos, gestión del riesgo y comunicaciones.
“No tenemos industria de fabricación de componentes de satélites como Argentina, Brasil o México porque no se han dado las condiciones. La industria venía trabajando como si no necesitara del tratado pero porque no lo conocía. Ahora que sí lo conoce, se abre un mundo de posibilidades muy amplio”, señaló.
Cadavid y Montoya indican que los beneficios del tratado no se verán de forma inmediata sino en el mediano y largo plazo, tal como anunció el gobierno. Esto pasa porque los desarrollos de tecnología espacial se planean con décadas de antelación.
“No es que firmamos hoy y mañana salen 50 empresas y se crean mil puestos de trabajo. Para poner un ejemplo, las misiones espaciales se planean por lo menos durante 10 o 15 años. Si apenas firmamos, participaremos de una misión dentro de 15 años, más o menos, pero al hacerlo se fortalecerán la base tecnológica y la industria nacional en este campo”, explicó Montoya.
Cadavid indicó que él ve viable que en cinco a diez años se vea ese inicio en firme de la industria espacial colombiana, en el que, por ejemplo, una empresa ofrezca componentes satelitales, o un servicio de asesorías para lanzamientos, o que una compañía tome imágenes del satélite de la Fuerza Aérea y las ofrezca a las empresas.
Es decir, que se verá la maduración de una industria que, aún siendo incipiente, en 2018 demandó en el país inversiones por 282 millones de dólares de entidades públicas y privadas, principalmente en las áreas de comunicaciones, navegación e imágenes satelitales, según cifras del Conpes 3983 de 2020