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La crisis moderna del sueño toca a todos los países

Las personas cada vez duermen menos. Mientras los impactos negativos en la salud aumentan, ¿qué pueden hacer las empresas al respecto?

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La crisis moderna del sueño toca a todos los países
09 de julio de 2016
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El sueño es uno de los intangibles más valiosos para las empresas modernas. En una época dirigida por la productividad y los resultados, pero a veces rezagada en nuevas prácticas organizacionales, el sueño es una de las mejores formas —por encima de la cafeína y el modafinilo, un neuroestimulante— de mantener a un empleado productivo, saludable y feliz.

La crisis de descanso moderna es un asunto que preocupa desde diferentes perspectivas. En Estados Unidos, compañías como la aseguradora Aetna (ver recuadro) les paga a sus empleados para que duerman más de siete horas por noche. En el 2014, de los 49,500 empleados de la firma, 17,300 participaron en el proyecto.

Al mismo tiempo, científicos como Damien Léger, doctor que dirige el Centro de Investigación del Sueño en el hospital Hôtel-Dieu de París, han indicado que prácticas como una siesta de 20 minutos al mediodía no solo ayudan a aumentar la productividad, la felicidad y la salud de las personas, sino que deberían ser una especie de derecho de los empleados, en especial de aquellos que trabajan en la noche o duermen menos de seis horas al día.

Con esto en mente aparece la pregunta, ¿de qué depende cuantas horas de sueño tenemos al día?

No por mucho madrugar...

Publicado en mayo de este año y reseñado en el sitio web del Foro Económico Mundial, un estudio busca cuestionar una de las respuestas más obvias a la pregunta que el número de horas de sueño depende de la hora en la que tenemos que levantarnos.

La investigación (ver infografía) realizada por científicos de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, recopiló información sobre la hora a la que se acostaban, despertaban y el número de horas de sueño de personas de diferentes países del mundo.

Tomados mediante una aplicación de celular (Entrain) desarrollada por la misma universidad, los datos de los 20 países con más usuarios fueron analizados y objeto de estudio por los investigadores.

La primera conclusión suena contradictoria: “La duración promedio del sueño fue predicha por la hora a la que se iban a dormir los países, no la hora a la que despertaban”, dice el estudio.

¿Por qué la gente se iba a dormir en horas diferentes según cada país? Para responderlo, los investigadores analizaron factores biológicos como la hora de la puesta del sol y la cantidad de luz en el ambiente. Pero uno de los factores que el estudio no pudo medir y solo reseñó como de suma importancia fueron las diferencias sociales que harían que un individuo trasnoche e ignore esas llamadas biológicas de su cuerpo para ir a dormir.

La sociedad afecta nuestro sueño. “Cuantificar estos efectos sociales es la próxima frontera en investigación de sueño”, afirma el texto, “comprender cómo estos elementos nos afectan es de importancia vital porque el deterioro en el sueño presenta una amenaza tanto inmediata como recurrente a la salud humana”.

¿Cómo sería en Colombia?

Medir algo así en el país implica varios retos. Para comenzar, las diferencias entre las horas a las que amanece y atardece no son tan significativas como en países con estaciones. Sin embargo, se puede analizar uno de los factores que determina nuestra rutina cotidiana: el trabajo.

La hora a la que una persona se acuesta o despierta está relacionada con su horario laboral. Este último depende de la cultura organizacional de la empresa donde trabaja, que a su vez está afectado por, entre otros, una serie de factores sociales como la ciudad o región en la que se esté o el tipo de trabajo que se tenga.

“Por ejemplo, por asuntos como el tráfico en Bogotá las personas no suelen entrar a trabajar antes de las nueve de la mañana, mientras que en Medellín hay universidades o empresas que comienzan su jornada a las seis”, relata Lina María Colorado, magíster en dirección de mercadeo.

En la capital las empresas suelen comenzar sus jornadas entrada la mañana y trabajar hasta más tarde, mientras que ciudades como Cali o Medellín madrugan más gracias al clima, las distancias reducidas o la cultura laboral.

“Entre los paisas hay una gran inclinación por madrugar, en el resto del país no se ve eso”, dice Juan David Tous, gerente de comunicaciones de ManpowerGroup, una compañía internacional con presencia en Colombia que analiza el mercado laboral.

“La sociedad nos empuja a permanecer despiertos hasta tarde, nuestros cuerpos nos piden despertar más temprano y en medio de todo está siendo sacrificada la cantidad de sueño”, dijo a la BBC Daniel Forger, del departamento de medicina computacional y bioinformática de la Universidad de Michigan, y uno de los autores del estudio en cuestión.

Si dejar de madrugar no nos ayuda a alcanzar las horas de sueño necesarias, y lo que las compañías pueden hacer para modificar los hábitos y la vida personal de sus empleados es limitado, ¿qué alternativas hay para lidiar con la crisis de sueño moderna?

El horario laboral ideal

“La teoría más común es ocho horas de trabajo, ocho de vida privada y ocho de sueño”, explica Rosalba Montoya, directora para la región andina de Suramérica de ManpowerGroup.

“Sin embargo, recientemente se habla de que la gente, dependiendo de su labor, aprovecha mejor el tiempo con jornadas reducidas. También se están poniendo de moda lugares en las empresas para siestas de 20 minutos, o pausas activas que si bien no recuperan el sueño, ayudan a recargar energías”, añade.

En efecto, alternativas como las siestas de veinte minutos son una solución a una jornada laboral particularmente difícil. “Si sabe que su jornada de trabajo va a ser de diez horas, tome una siesta cuando lleve ocho”, dijo en su momento a EL COLOMBIANO el Dr. Marco Antonio Cruz, coordinador de la especialización en seguridad y salud en el trabajo de la Universidad CES.

Pero, aunque son efectivas, no son suficientes para una falta de sueño generalizada.

¿Y si no hubiera un horario qué cumplir?

“Los horarios flexibles son un buen comienzo, llevan unos dos años en la ciudad y son una buena alternativa. Pero para mí lo ideal es ir más allá y que sea el empleado quien decida su horario”, dice Colorado, quien trabaja en una empresa donde la hora de entrada está definida por cada persona. “Yo soy más productiva en las mañanas y me gusta el horario de siete a cinco. Pero tengo compañeros, sobre todo jóvenes, que pueden entrar a las dos de la tarde y trabajar hasta las once”, cuenta.

Este tipo de prácticas, los horarios flexibles o los definidos por el empleado (inclusive, el teletrabajo, ver nota anexa) se han hecho con un espacio en la cultura organizacional del mundo, y podrían ser una de las soluciones a la crisis del sueño global.

En especial cuando la falta de descanso afectaría en mayor medida a las generaciones más jóvenes de trabajadores.

Una encuesta de la decana de investigación de la Escuela internacional de negocios de Hult, Vicki Culpin, preguntó a 1,000 profesionales de diferentes áreas y niveles de formación qué tanto dormían y, cuando lo hacían durante pocas horas, qué tanto afectaba esto su desempeño en el trabajo.

Las personas de la “Generación Y”, es decir, aquellas entre 20 y 34 años de edad, fueron las que más se vieron perjudicadas por el tema, al punto de que el 81 % afirmó que se le hacía más difícil permanecer concentrado durante las reuniones, y el 83 % dijo perder la concentración con facilidad (ver gráfico).

Si ahora, que estas nuevas generaciones se integran al mundo laboral, el asunto se reviste de importancia, es posible que a futuro sea una necesidad de un número de organizaciones.

Tanto así que, además de recalcar sus beneficios, la Escuela de negocios de Harvard ofrece una guía práctica para ayudar a que los gerentes de las organizaciones evalúen cómo comenzar a aumentar la flexibilidad de sus condiciones de trabajo sin que el proceso de cambio sea demasiado traumático.

A pesar de que dormir más horas no necesariamente hace que el sueño sea restaurador (como lo reseñó EL COLOMBIANO el 7 de febrero del 2016), pues en juego hay factores como la higiene del sueño, es evidente que dormir menos horas sí hace que el descanso sea deficiente.

El número de horas de sueño de una persona depende de más elementos que la hora a la que debe acostarse o despertarse. Sin embargo, una medida aplicable mientras se diseñan planes más elaborados son los horarios parcial o completamente flexibles.

Inclusive, todo esto sin considerar otros aspectos, como las personas que por condiciones biológicas son más productivas durante la mañana, o aquellas que prosperan durante la noche.

Esta opciones, que apenas se exploran en el país, se proyectan como una alternativa para solucionar los problemas de sueño relacionados con la cultura organizacional y las exigencias de productividad.

Como mínimo, una vez los horarios flexibles estén en pie decir que se tuvo un día poco productivo por poco sueño no será una excusa .

11,3
días de trabajo o US$ 2,280 por empleado es lo que se perdió por falta de sueño en el 2011 en Estados Unidos.
US$ 63
miles de millones serían la pérdida de la economía de EE. UU. ese año por esta problemática.
100 %
de los participantes de un programa piloto de seis meses del MIT recomendó trabajar de forma remota.
Infográfico

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