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¿Es posible un consumo responsable de café, alcohol y nicotina?

Le explicamos los efectos de estas sustancias en el cuerpo y si es posible o no un consumo responsable.

  • Al tomar café, beber licor o fumar está haciendo uso de sustancias psicoactivas lícitas. La cafeína y el alcohol podrían manejarse desde un consumo responsable. Sin embargo, la nicotina no. FOTO: SSTOCK
    Al tomar café, beber licor o fumar está haciendo uso de sustancias psicoactivas lícitas. La cafeína y el alcohol podrían manejarse desde un consumo responsable. Sin embargo, la nicotina no. FOTO: SSTOCK
28 de junio de 2021
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¿Son la cafeína, el alcohol y la nicotina “drogas”? Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el concepto de “droga” puede abordarse desde dos perspectivas. La primera, desde la medicina, que lo entiende como toda sustancia con potencial para prevenir o curar una enfermedad. La segunda, desde la Farmacología, que lo entiende como toda sustancia química que modifica los procesos fisiológicos y bioquímicos del organismo.

Desde esta segunda acepción, sustancias como la cafeína, la nicotina y el alcohol pueden ser consideradas drogas, con la particularidad de que no está prohibido su consumo ni su comercialización. “Las teorías profesionales intentan demostrar que la cafeína, el tabaco, el alcohol y otras sustancias utilizadas a menudo con fines no médicos, son también drogas en el sentido de que se toman, en parte, por sus efectos psicoactivos”, afirma la OMS.

Este 26 de junio se conmemoró a nivel mundial el Día Internacional Contra el Uso Indebido y Tráfico de Drogas. EL COLOMBIANO conversó con distintos expertos sobre los efectos que tienen estas tres sustancias lícitas en el organismo, sus consecuencias y si puede o no hablarse de un consumo responsable.

El café

La cafeína se encuentra de forma natural en plantas (como las de té o mate) y semillas (como las de café o cacao). Sin embargo, también puede elaborarse de forma artificial para añadirla a productos como refrescos y analgésicos.

Consumirla estimula el sistema nervioso central. “Inhibe los receptores de adenosina y una enzima llamada fosfodiesterasa. Básicamente le dice a las neuronas que estén más activas, provocando un estado de alertamiento, de aumento momentáneo de la concentración y de superación del sueño por cierto periodo de tiempo”, explica Héctor Julián Pérez Madrid, toxicólogo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia.

Por eso en ocasiones es usual beber tazas de café, no solo como dispositivo cultural y de socialización, sino también como una herramienta para permanecer en vigilia. Es en este último caso que tiende a abusarse de su consumo.

El médico Guillermo Castaño Pérez, coordinador de la Maestría en Drogodependencia de la Universidad CES, afirma que si se trata de concentraciones bajas, la cafeína no desencadenará inconvenientes. No obstante, añade que, “si hablamos de bebidas muy concentradas o bebidas energéticas que tienen altas cantidades de cafeína, taurina y otras sustancias, podríamos tener problemas como taquicardia, insomnio, hiperactividad o aumento de la presión arterial”. A esto último, complementa Pérez Madrid, puede sumarse una crisis hipertensiva que genere daños cerebrales o en el corazón. “Puede ocurrir en personas muy susceptibles a la cafeína. No es común tomarla hasta ese punto, pero puede pasar”.

Desde la agencia estadounidense Food and Drug Administration (FDA) se recomienda no dar cafeína a niños o adolescentes, y en lo que respecta a adultos sanos, aconseja que no se consuma más de 400 miligramos al día (de cuatro a cinco tazas de café) para evitar efectos negativos. La FDA hace énfasis en que dependerá fundamentalmente de la sensibilidad de cada persona y de qué tan rápido metaboliza (asimila) la sustancia.

En ese mismo sentido, ha llegado a afirmar que la cafeína podría ser parte de una dieta saludable. La doctora Diana Patricia Aranzazu, internista de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, añade: “Hoy en día sabemos que su consumo moderado puede ser beneficioso porque impacta positivamente en enfermedades como la diabetes o hepáticas. El café es rico en antioxidantes y antiinflamatorio”. Lo importante, añade, es tomarlo molido (no instantáneo) y de buena calidad. “Es el consumo excesivo el que trae efectos adversos”.

Finalmente, tomar café con leche o café descafeinado disminuye la absorción de cafeína, y por ende, las consecuencias estimulantes.

El tabaco

La nicotina es el principio activo de la planta de tabaco, usada para elaborar los puros y cigarrillos comunes. Es una sustancia mixta que reduce la ansiedad y tranquiliza, pero sin dormir, promoviendo incluso el estado de alerta. “Está asociada a una alta dependencia: es de rápida absorción a través de los pulmones y encuentra en el cerebro unos receptores específicos en los que actúa”, señala el médico Castaño Pérez.

Independiente de las dosis, sus consecuencias son siempre negativas. La nicotina está vinculada al cáncer, enfermedades pulmonares y cardiovasculares, y si bien todas ellas tienen relación con la combustión (con que sea fumada), otras formas de consumo como mascada o vaporizada (con cigarrillos electrónicos) siguen acarreando riesgos como el aumento de la presión arterial, del pulso cardíaco y derrames cerebrales. “Con el tabaco (nicotina) no hay manera de tener un consumo responsable: genera una fuerte adicción y problemas asociados”, agrega Castaño y, en ese mismo sentido, puntualiza Aranzazu que, lo ideal sería no iniciar su consumo o buscar dejarlo. “Se sabe que una persona que abandona el hábito cuando tiene menos de 30 años puede llegar a tener una esperanza de vida similar a la de una persona que no fuma. Al dejarlo después de los 35 también hay recuperación, pero más lenta”.

Siendo así, el único comportamiento responsable que puede asociarse a su consumo es evitar implicar a otras personas (muy especialmente niños) con el humo de segunda mano y deberá optarse siempre por espacios abiertos (se cigarrillo tradicional o electrónico). “Hay que ser consciente también de que el potencial daño puede ser en ese momento: hay afectación en las vías respiratorias, en el olfato y un aumento de riesgo de mortalidad por causas cardiovasculares. A largo plazo, conforme se acumulan dosis aumenta el riesgo de cáncer”, concluye Pérez Madrid.

El alcohol

Las bebidas embriagantes contienen etanol (un compuesto químico orgánico) que es su principal componente psicoactivo. Este puede ser obtenido a partir de la fermentación del azúcar por la levadura (vinos y cervezas) o mediante la destilación evaporando por ebullición de la mezcla fermentada, recogiéndolo luego de forma condensada, casi pura (ron, aguardiente, vodka, etc).

El etanol tiene efectos depresores en el sistema nervioso central. “Al consumirlo se van apagando funciones del cerebro. Con dosis bajas se apaga la inhibición social y hay mayor extroversión. Conforme sube la dosis se pierde el control de la ira y de ciertos comportamientos como las conductas sexuales inadecuadas. Posteriormente puede haber somnolencia, pérdida del equilibrio, e incluso, con dosis muy altas, pueden afectarse funciones como la respiración”, explica el toxicólogo Pérez.

A nivel de enfermedades, el alcohol es uno de los factores de riesgo modificables que desde la medicina se recomienda evitar. Según la OMS, su consumo está vinculado al desarrollo de trastornos mentales, cirrosis hepática, enfermedades cardiovasculares, algunos tipos de cáncer y traumatismos derivados de situaciones violentas o accidentes de tránsito. “Es una sustancia que produce dependencia y hay que tener mucho cuidado porque está muy unida a nuestras costumbres y cultura”, señala Castaño.

En ese sentido, y desde un punto de vista psicológico, Samuel Taborda Ríos, presidente de Alcohólicos Anónimos Colombia, expresa que el consumo de esta sustancia y otras relacionadas “es puerta que no se debe abrir, por el riesgo que existe de quedarse allí”, y añade que hay en la dinámica social una fuerte influencia, “el control del consumo se hace difícil, aun cuando existen problemas para quien lo usa y sus seres queridos”.

Por su parte, Pérez Madrid explica que, si bien cualquier cantidad de alcohol ya es un consumo que puede intoxicar, “el cuerpo es capaz de metabolizar en promedio 7 gramos de la sustancia por hora (lo que más o menos tiene un trago fuerte, una cerveza o una copa de vino). Si se consume más ya se está intoxicando al cuerpo”, añade. Además, matiza que para acercarse a un consumo responsable podrían tenerse como referencia los límites personales, que no se trate de licor adulterado o falsificado y la dosis antes descrita.

Así mismo, recuerda que con las bebidas que tienen mayor porcentaje de alcohol (aguardiente, tequila, vodka, ron, etc), es más fácil perder el control sobre las dosis. Igual que ocurre con los cocteles, que por los aditivos y saborizantes hacen difícil identificar las cantidades que se están ingiriendo.

Dependencia y alarmas

De las sustancias reseñadas, la nicotina es la que tiene mayores niveles de dependencia y la que más daños genera. Sin embargo, añade Castaño, la que más problemas trae a nivel biopsicosocial es sin duda el alcohol. “Cuando tu fumas te haces mucho daño a ti mismo y a quienes reciben el humo de segunda mano, pero con el alcohol puedes afectar incluso a tu familia con hechos violentos”.

En ese mismo sentido, explica el psicólogo Taborda, con el alcohol, “al principio puede sentirse que hay control, pero con el tiempo, si se continúa, otras actividades se vuelven menos placenteras y la persona debe consumirlo incluso para sentirse ‘normal’”.

La capacidad de generar dependencia a estas sustancias está vinculada a que las tres (sobre todo el alcohol y el tabaco) motivan la liberación de dopamina en el cerebro, el neurotransmisor del placer. “Cualquier sustancia que toque a esa hormona tiene el potencial de ser adictiva. La cafeína la toca un poco menos. A ella nos volvemos dependientes porque nos acostumbramos y la necesitamos de forma más frecuente para mantenernos alerta. Se vuelve un hábito”.

Es justamente en ese sentido que es posible identificar si se está llegando a un consumo abusivo (que no necesariamente una adicción): si desarrolla tolerancia a alguna de estas sustancias, es decir, si tiene que aumentar la cantidad del consumo y la frecuencia para sentir los mismos efectos, debe prender las alarmas. “También si piensa frecuentemente dónde consumirla, cómo conseguirla, eso podría estar mostrando síntomas de dependencia”, continúa Castaño.

De igual modo, si al detener el consumo se presenta Síndrome de abstinencia (que dependiendo de la sustancia provoca ansiedad, sudoración, falta de energía, malestar general, etc) deberá buscar ayuda profesional.

Finalmente, Aranzazu y Pérez coinciden en que si su familia se lo ha mencionado o ha habido deterioro social (problemas en el estudio o el trabajo), es importante buscar acompañamiento multidisciplinar por parte de especialistas. “Lo primero es un diagnóstico para conocer e identificar si se tiene un trastorno o se podría llegar a tener”, concluye la doctora

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