Las instituciones educativas del país ahora contarán con una nueva materia en su currículo. Se trata de la cátedra de educación emocional, la cual fue reglamentada en la Ley 202 de 2024, aprobada hace algunos días en su cuarto y último debate en el Senado. Esta norma, que aún se encuentra a la espera de la sanción presidencial para entrar en vigor, establece que, en los colegios públicos y privados, en los niveles de preescolar, básica y media, se debe dictar una clase en la que se potencien las “habilidades para la vida y competencias emocionales. Así como la prevención de conductas de riesgo y problemas que afectan el bienestar emocional y el desarrollo integral de la niñez, infancia y adolescencia en Colombia”.
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Una de las razones por las que nació esta iniciativa es la necesidad de atender el creciente número de problemas de salud mental en niños y adolescentes. Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que aproximadamente 46.000 niños y adolescentes entre los 10 y 19 años se suicidan cada año. En Colombia, según Unicef, alrededor del 44% de los niños presentan problemas de salud mental. Por esta razón, la iniciativa ha sido celebrada por algunos sectores, aunque otros se preguntan cómo será implementada para que logre cumplir con su ambicioso objetivo.
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Ana Isabel Piedrahíta, magíster en Dirección y Gestión de Instituciones Educativas y rectora del colegio SER School, considera que este es un buen paso para atender las dificultades socioemocionales de niños y adolescentes en Colombia. Sin embargo, asegura que uno de los principales retos a la hora de llevar esta cátedra a los estudiantes es la adecuada formación de los profesionales que la van a enseñar.
Esta ley establece que, en primer lugar, los docentes, cuidadores, trabajadores sociales u orientadores que estarán a cargo de dictar esta materia deberán recibir capacitación sobre los temas a tratar, y que este proceso será liderado por el Ministerio de Educación. No obstante, también deja la puerta abierta para que esta entidad realice alianzas públicas y privadas con el fin de formar a los profesores.
“Lo más importante es que la persona que asuma el rol de dar esas herramientas a los estudiantes sea alguien estructurado, formado y que también sea consciente de su gestión emocional”, afirma Piedrahíta.
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La idea es que las lecciones de la cátedra tengan un enfoque territorial y aborden la salud mental como un asunto multifactorial, o sea, que es afectada por varios aspectos sociales como el conflicto armado, la pobreza y la desigualdad, entre otros. Algunos de los temas que deberán abordarse en esta clase son el desarrollo de la identidad; bienestar emocional, personal y social; la construcción de relaciones interpersonales; desarrollo de la autonomía, la toma de decisiones asertivas y la construcción del proyecto de vida.
La inclusión de estos temas se basa en el programa Pisotón de la Universidad del Norte, el cual utiliza herramientas pedagógicas y lúdicas para enseñar estrategias psicoafectivas a niños entre los 2 y 7 años. Este programa fue desarrollado a partir de la investigación de la doctora Ana Rita Russo de Vivo, experta en desarrollo psicoafectivo y educación emocional. El modelo ha sido ampliamente estudiado, y se ha comprobado que contribuye a la gestión emocional de alumnos, docentes y padres, además de mejorar las relaciones interpersonales en el entorno educativo.
Aunque lo aprobado fue una sola materia, para Piedrahíta esta iniciativa solo será exitosa si las instituciones educativas implementan estrategias de educación emocional en todo su plan de estudios. “Esta materia es una buena forma de empezar, pero no puede quedarse solo como una clase: tiene que desarrollarse de manera transversal en el currículo para que no se quede como una moda”, afirma.
Ya hay varias instituciones educativas del país que cuentan con este enfoque y con formación en salud mental. El Ministerio de Educación ha evidenciado que, de las 385 instituciones de educación superior, 124 tienen rutas de aprendizaje para implementar orientaciones en salud mental. Esto no es suficiente: se necesitan, entre otras cosas, infraestructura y acompañamiento docente, según José Darwin Lenis Mejía.