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Si quedó con fatiga después de tener covid-19, siga estos consejos

En ningún caso la fatiga prolongada es una sensación normal. Es importante identificarla y tomar acción para tratarla.

  • La fatiga después del covid-19 es la secuela más frecuente en Colombia. FOTO: ARCHIVO EL COLOMBIANO.
    La fatiga después del covid-19 es la secuela más frecuente en Colombia. FOTO: ARCHIVO EL COLOMBIANO.
03 de diciembre de 2021
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Disminución de la fuerza, agotamiento y somnolencia que no mejora aunque duerma bien. ¿Hasta qué punto es normal?

La fatiga fisiológica es una sensación esperada que aparece cuando hay un sobreesfuerzo corporal o mental, pero desaparece con el descanso.

Con la fatiga patológica esto no ocurre: a pesar de reposar y recuperar el sueño, la sensación de cansancio continúa”, explica el doctor Baltaza Guerrero, magíster en Fitoterapia y vocero médico de Heel Colombia.

Se sabe que la fatiga patológica puede presentarse en pacientes con enfermedades crónicas, osteoartritis, síndrome premenstrual, cáncer, hipertensión, problema pulmonar y, más recientemente, que tuvieron covid-19.

De acuerdo con la más reciente encuesta Pulso Social del Dane, esta secuela está presente en el 21,9% de las personas que se han contagiado de SARS-CoV-2 (con corte a octubre del 2021).

“Cuando tenemos un cuadro agudo, un trauma o una infección, uno de los síntomas iniciales es la fatiga, porque el cuerpo está respondiendo inmunológicamente y hay un desgaste de energía en eso. Ahí estaríamos hablando de fatiga aguda”, continúa Guerrero.

Si se trata de una enfermedad infecciosa que, pese a haber culminado con éxito, deja en el paciente sensación permanente de desgaste, se está hablando de una fatiga crónica.

En personas que han sufrido covid, dice Guerrero, se ha observado que esta sensación puede permanecer incluso de seis a ocho meses después de haber presentado la infección.

¿Qué pasa en el organismo?

Hay distintas teorías en relación con la fatiga y su vinculación con el covid-19. Milena García, neumóloga de la Pontificia Universidad Javeriana, cuenta que una de las más avaladas es aquella que afirma que “el proceso inflamatorio que genera el covid a nivel de los músculos periféricos (de las extremidades: piernas y brazos) causa una atrofia en las fibras musculares y una pérdida de la fuerza” y agrega que, adicionalmente, se ha documentado que también podría influir el nivel de afectación que tiene el covid-19 en el sistema nervioso central.

A pesar de que la fatiga persistente puede tener efectos negativos en la calidad de vida, desde la medicina convencional tiende a restársele importancia, afirma Guerrero, “inclusive el mismo paciente se acostumbra a ella y pasa desapercibida en muchas consultas. Lo importante es que haya un abordaje integrativo en el que el médico entienda que esta puede estar asociada a la disfunción de otros órganos o redes”.

En ese sentido, si se siente cansado y no percibe mejoría a pesar de dormir bien y establecer estrategias de recuperación, lo mejor será consultar, sobre todo si esta sensación está asociada a pérdida de peso, fiebre, estados de depresión o ansiedad.

Algunos consejos para tratarla

Lo primordial es identificar la causa de la fatiga para corregirla, comenta Guerrero.

Para el caso de la asociada a la etapa postcovid, el ingreso a programas de rehabilitación pulmonar es una de las estrategias que más evidencia favorable tiene.

La doctora García comenta que este tipo de programas están diseñados para mejorar la fuerza muscular y recuperar las fibras musculares de resistencia. Por su parte, “a quienes no pueden tener acceso a un programa de este tipo se les recomienda, cuando haya mejorado la sensación de ahogo y las palpitaciones (además de todos los síntomas agudos), empezar progresivamente a hacer actividad física”.

La recomendación inicial son caminatas de 15 minutos, con un avance progresivo cada semana, así la siguiente sería de 30 minutos, pero mucho cuidado: sin excederse.

En esa misma vía, agrega Guerrero, hay que controlar la mala alimentación, es decir, aquella que tiene deficiencias de vitaminas y minerales, que tiene exceso de azúcares, edulcorantes y conservantes (como la comida artificial y chatarra) pues, explica Guerrero, esta puede generar inflamación y daños en el sistema inmune.

Así mismo, es importante dormir al menos ocho horas en la noche y tener un pequeño sueño, de 30 minutos, al medio día, “eso nos ayuda a recuperar la energía de nuestras mitocondrias que son como las pilas funcionales de las células”, dice. Técnicas de meditación y relajación también son beneficiosas.

Más allá de lo físico

A nivel físico puede estarse reflejando un agotamiento emocional. Rodrigo Mazo, director de la Facultad de Psicología de la U.P.B., explica que la fatiga también debe abordarse como un estado de cansancio producto de largos periodos de estrés, desesperanza o incertidumbre.

Hay desgano, desinterés, aquietamiento muscular, cambios en el sueño, la alimentación, dificultad para concentrarse, salir, divertirse. “Es diferente a la depresión (un trastorno del estado de ánimo), que le dificulta a la persona realizar actividades cotidianas”, aclara.

En el contexto de pandemia han podido experimentarse confluencias de emociones, continúa: incertidumbre, desesperanza, cansancio, miedo, ira, tristeza, “evidentemente hay un desborde, muchos están cansados de ver que, por muchos esfuerzos que se hayan hecho, no ha habido los resultados esperados porque no se ha superado la situación”.

Como recomendación para sobreponerse, Mazo comenta que lo primero es reconocer lo que se siente, “descubrir que estamos en una situación que nos afecta”.

Lo siguiente es establecer nuevas formas de afrontamiento, empezar, por ejemplo, a retomar el ejercicio físico o el contacto social, “es contemplar la posibilidad de retomar de forma paulatina esas actividades que han quedado atrás. Por ahora decir que volveremos a la normalidad es una falacia, hay impactos evidentes, pero podemos asumirlo y tener la oportunidad de afrontar las situaciones de la mejor manera”.

Finalmente, si siente que necesita ayuda recurra a personas de confianza o su red de apoyo, “con quienes pueda hablar, dialogar sobre sus temores y angustias, eso permite liberar. Si esa ayuda no es suficiente, hay que buscar ayuda profesional”.

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