viernes
7 y 9
7 y 9
Sonreír facilita la vinculación social. Permite crear, porque se asocia con la alegría, una emoción que tiene el objetivo principal de llevar a la creación, “por eso uno se siente más enérgico, se le ocurren ideas” cuenta Cristián Vargas Upegui, psiquiatra de la Universidad de Antioquia.
En el caso de la risa, esta podría tener una función de liberación de energía extrema y aunque también podría tener un lado oscuro, Vargas cree que es una asociación rebuscada relacionar una risa extraña con alguna enfermedad mental. Los ataques de risa que se ven en la recién estrenada película sobre la historia del Joker o el Guasón son parte de la creación del personaje. Es decir pura ficción. Sin embargo, por su popularidad ya ha generado inquietudes sobre su relación con la demencia.
Hay personas que pueden experimentar incontinencia emocional, cuenta por su parte León Arango, psicólogo de la UPB, y hasta podría pasar con un llanto incontrolable, pero esto se da en casos muy particulares: “La incontinencia emocional se da por problemas estructurales en el cerebro, por ejemplo al tener un accidente cerebrovascular, un trauma craneoencefálico, un tumor que daña las zonas corticales, pues esto en algunas ocasiones altera el sistema límbico”. Y esta sería una patología neuronal no un asunto psicológico ni psiquiátrico.
Así que una risa patológica como la que se ve proyectada en esta película o en otras, “no es algo común, no lo vemos, ni hace pare de los trastornos mentales principales”, confirma Vargas. “Empezando porque normalmente cuando hay una conducta de maldad o de daño, no se manifiesta de una forma de risa patológica. Si la persona tiene un disfrute como pasa en la sociopatía, ese disfrute es un disfrute más interno. Es una satisfacción diferente. Aquí tenemos un personaje que se crea pero no representa un síntoma de algo importante que aparezca en la sociedad”.
Las sociopatía, complementa Arango, “es una enfermedad social, se refiere al resentimiento, el racismo, la homofobia, la xenofobia, que son los problemas contemporáneos que hacen que se exacerbe la violencia, sobre todo la sistémica como los asesinatos”. Para Arango películas como The Joker se hacen con una lógica norteamericana, donde el enfermo resentido mata y se siente con el derecho de hacerlo, “pero lo que este cine no entiende es que el odio existe como motivador para matar y una persona que odie no tiene que estar enferma e igual puede asesinar”.
El cerebro hipotético
Tampoco el psiquiatra puede asegurara que la risa indica una felicidad extrema: “Esta es simplemente es una conducta motora que utiliza varios músculos tanto fonatorios como faciales, pero no necesariamente implica que se refleje una emoción”. Esto porque es posible tener risa por ansiedad.
Vargas Upegui utiliza esta expresión para referirse al evaluador externo. Es decir, ver a alguien reírse –así le parezca que lo hace de manera extraña o muy duro– tiene más que ver con el que ve que con el que se ríe. “En psiquiatría eso no tiene ningún significado hasta que uno indague en el otro su experiencia interna o subjetiva, por eso hay grandes riesgos cuando se cataloga un comportamiento como si estuviera explicado por una intención o una motivación predeterminada”.
Lo que Vargas quiere decir es que ver a alguien caminar rápido no le da a usted toda la información para asumir que es así porque esa persona sea ansiosa. Falta saber por qué lo hace y es bastante probable que se ría duro o camine rápido debido a que hace parte de las variaciones heterogéneas de los humanos.
Relacionar la enfermedad mental con la violencia incomoda a varios profesionales que trabajan este tema. Lo dijo Rosie Phillips Davis, presidenta de la American Psychological Association (APA) sobre la problemática que se vive en Estados Unidos con la violencia y las armas: “Solo porque la gente haga cosas malas, no significa que tiene una enfermedad mental... significa que alguien ha tomado una mala decisión”.
El psiquiatra incluso propone una reflexión más sosegada sobre estas películas. “Hay que ser cuidados porque los humanos no sabemos quiénes somos, perdemos nuestro yo, nos fusionamos mucho con la virtualidad, con las fantasías cinematográficas y con el pensamiento. Es decir hay tanta fusión entre la realidad y la virtualidad que ocurre algo como el síndrome de París: los japoneses que van a París se desilusionan porque las imágenes que ven de la ciudad luz son impresionantemente más feas que lo que ven ellos en las fotos y el photoshop de la virtualidad”.
Y Arango concluye asegurando que en la realidad las personas que tienen enfermedades mentales tienden a ser más las víctimas que los victimarios.