Pedro X. Molina, el caricaturista que incomoda al régimen de Daniel Ortega, en su vida suma dos exilios. Son dos veces las que a este nicaragüense, de 45 años, le ha tocado dejar su país, arrancarse de su suelo y sus raíces, su patria. La primera fue en los 80, cuando era niño y tuvo que salir con su familia, eran los tiempos de la revolución sandinista; la otra ocurrió en 2018, se marchó con su esposa y sus dos hijos hacia Estados Unidos por cuestiones políticas, hostigado por el régimen de Ortega.
Aprendió a leer con los libros de Mafalda de Quino. Lleva más de 25 años haciendo caricaturas sobre temas de derechos humanos, abusos de poder y migración en Nicaragua y América Latina. Su trabajo se ha publicado en BBC Mundo, Los Angeles Times, Newsweek, The Washington Post, entre otros importantes medios internacionales
Antes de ser dibujante, periodista y caricaturista, es ciudadano. Se pone en el lugar de la gente para compartir lo que ellos sienten. Esa indignación, rabia, tristeza, frustración. Desde ese punto hace su trabajo, para él lo importante es conectar con sus lectores. Más que hacerlos reír, su intención es que reflexionen y que se den cuenta que no están solos ese sufrimiento que muchos, incluido él, viven.
¿Quedarse en Nicaragua representaba callarse frente a lo que quisiera contar con sus dibujos?
“Claro, son los costos que a veces uno tiene que pagar para continuar haciendo lo que uno hace porque las opciones eran quedarme allá y callarme como le toca a mucha gente por miedo a la represión, a que les metan un balazo, los secuestren, los pongan preso, o salir afuera y seguir denunciando lo que está pasando allá dentro, entonces para mí lo que más importaba era que esa voz que he construido a través de la caricatura pueda seguir subsistiendo”.
¿Qué ha sido lo más duro en estos años de exilio?
“La angustia de no saber si se podrá volver a la patria o cuándo se podrá volver. Son años que quedan perdidos en el sentido de todas las relaciones que se enfrían, se terminan, hay gente que muere, crece. Los sueños y planes también se ven alterados. Es un paquete complejo de carencias, de traumas y de frustraciones que uno va cargando con cada exilio”.
¿Qué es lo más complejo de hacer caricaturas?
“Hacer la del día siguiente y ahí es donde se hace la diferencia entre la caricatura como un arte y la profesión del periodismo, uno no puede sentarse a esperar que le llegue la musa porque uno tiene un tiempo que cumplir y un compromiso con los lectores que la esperan todos los días, uno no tiene el lujo de bloquearse porque siempre hay que estar laborando”.
¿Qué representa para usted recibir el Reconocimiento a la Excelencia del Premio Gabo?
“Lo agradezco y me siento honrado porque ayuda a valorar este género periodístico que a veces, porque se trabaja con humor, alguna gente tiende ignorantemente a ningunearlo, pareciera que no entienden la importancia que tiene en los procesos comunicaciones en especial cuando se habla de temas políticas y sociales. Es un gran honor, relativamente me siento todavía jóven para estar recibiendo premios de este nivel. Como miembro del periodismo nicaragüense que está resistiendo representa un orgullo porque vamos más de 100 periodistas independientes que han tenido que exiliarse de Nicaragua, un país en el que la mayoría de medios grandes están en poder de la dictadura, ha habido periodistas asesinados, secuestrados”.
Esta es la primera vez que este premio se lo entregan a un caricaturista...
“Es valorar el espacio de la caricatura dentro de los medios tradicionales, emergentes y toda la dinámica de los digitales. Ocurre en estos tiempos en los que la gente tiene mucho temor por lo políticamente correcto o la controversia, pero la caricatura sigue siendo necesaria y hay que apoyar estos espacios”.
¿Qué recuerda del Pedro X. Molina niño que vivía en Nicaragua y le gustaban los dibujos?
“Que creció en los años 80 en medio de un embargo económico, que no tenía muchas opciones de diversión, teníamos un solo canal de televisión por el que pasaba una sola hora de dibujos animados durante todo el día. Un tiempo en el que las historietas de superhéroes no llegaban al país, eso recuerdo”.