Medellín ha sido una de las ciudades en el país que más rápido avanza al modelo de alternancia en los colegios. Según datos de marzo publicados por la Secretaría de Educación de la ciudad, 153 instituciones públicas dictan sus clases así. Eso equivale a unos 80.000 estudiantes y 2.700 profesores que han regresado a las aulas. También se registran 226 colegios privados que ya dan sus clases con este modelo.
El reto de las instituciones ahora es crear un ambiente propicio para evitar brotes de covid-19 dentro de las aulas, y en esa tarea, la recursividad se ha dejado notar. Hay colegios, por ejemplo, en los que instalaron barreras de vidrio en cada puesto de los estudiantes. Una especie de caja en la que se limita el contacto hacia el frente y hacia los lados.
Como explica el internista y epidemiólogo Juan Camilo Díaz Coronado, jefe del programa de Medicina Interna de la Universidad CES, “las medidas de barrera sí podrían ayudar, pero desde el punto de vista práctico no son funcionales. Eso era válido cuando empezó la pandemia y conocíamos este virus. Ahora la literatura ha arrojado unas luces muy precisas sobre lo que sí funciona y lo que no para evitar la transmisión”.
La piscóloga y epidemióloga Ana Amaya agrega que, desde el punto de vista pedagógico, “poner a los chicos que vienen de un encierro de un año en una especie de cárcel no es la idea, sino condiciones seguras, pero no exageraciones que no van a prevenir nada”.
De acuerdo con la evidencia científica, dos epidemiólogos (con experiencia como docentes) explican las condiciones que debe tener un salón para disminuir al máximo el riesgo de que haya contagios de covid-19 y, que al mismo tiempo, se garantice la experiencia pedagógica. Tome nota y haga una lista de chequeo (aplica también para reuniones laborales, entre otras).
1. Abra puertas y ventanas
Una de las formas en que se transmite el virus, probadas por la Organización Mundial de la Salud y los Centros de Control y Prevención de Enfermedades Infecciosas, CDC, son los aerosoles. Estas son partículas invisibles al ojo humano, que salen de boca y nariz, al respirar, hablar, cantar, hacer deporte.
Tienen la capacidad de quedarse flotando en espacios cerrados, de ahí la importancia de renovar el aire del salón por medio de la ventilación, “porque pueden ser inhalados y causar un contagio”, agrega Díaz. Considere las condiciones del aula: hay ubicaciones en las que no corre el aire, o meses en los que las corrientes no son tan fuertes. En ese caso, una clase al exterior en mucho más segura.
2. Defina cuántos caben presencialmente
La cantidad de personas que están en un salón no depende solo del espacio en metros cuadrados. También de la actividad que se va a realizar y las condiciones de ventilación del mismo. Lo más importante es que los puestos estén separados a la distancia mínima deseable: 1,5 metros. Tanto hacia los lados como en diagonal y hacia al frente. “No es lo mismo una clase en la que el profesor va a explicar un tema y los chicos van a estar sentados, a una de danzas, donde se van a expedir más gotas de la boca”, explica Ana Amaya.
Analice esas variables y si quiere ser más preciso, añade Ana, puede usar un medidor de CO2 para verificar las emisiones humanas. Una calculadora de la Universidad de Harvard indica que el medidor no debe superar los 800 ppm (partes por millón) si quiere garantizar un aire seguro.
3. El tapabocas bien puesto
La función de este elemento es limitar la entrada y salida de aerosoles, que son otra forma de infectarse con el virus. Los epidemiólogos concuerdan en que la clave está en que sea una buena mascarilla, que cubra boca y nariz de forma ajustada, cómoda, y sin dejar espacios a los lados. También, en que los chicos no lo estén manipulando, “por eso hay que evitar comer en el salón”, recomienda Díaz. “Cuando los tapabocas están mal ajustados salen aerosoles hacia atrás”, agrega Amaya.
En ese punto, se pueden tomar decisiones como hacer la jornada más corta para disminuir el tiempo de exposición y asegurar que los estudiantes van a cumplir con él bien puesto todo el tiempo. Tiempos de cuatro a seis horas son razonables, desde el punto de vista del epidemiólogo Díaz.
4. Ubicación en “u”, preferible a las filas
La organización de los puestos en media luna le permitirá al profesor mayor movilidad y acceso a los estudiantes. Dice la psicóloga y epidemióloga Ana Amaya, que “es una forma de que sea más fácil hacer el control del cumplimiento de los protocolos. Además, desde el punto de vista pedagógico, esto genera mayor cercanía y permite resolver dudas de forma más táctica”.
Ahora, continua Amaya, “si no vamos a dejar a los estudiantes acercarse mucho unos a otros, esta organización en “U” permite que haya una posibilidad de intercambio social mayor a cuando tienes una cuadrícula. Es más fácil comunicarse en un semicírculo, que se sienta mayor relacionamiento, que es una de las cosas que los chicos más están resintiendo”
5. Comunique los síntomas
Para tomar decisiones de aislamiento o frenar el modelo de alternancia por un brote, es vital que los estudiantes y profesores hagan un autoreporte constante y que esa información se use de forma inteligente.
“Este punto tiene que ver con cómo voy yo a la institución y qué tan honesto soy cuando reporto mi estado de salud”, señala Díaz. Claro, en algunas empresas el autorreporte se volvió parte de una rutina sin mayores repercusiones, pero “el detalle está en quién toma esos datos, cómo hace ese registro y si hay algún protocolo que respalde esas tomas”, agrega el epidemiólogo.
Es decir, no es reportar por llenar una encuesta, sino que en las aulas haya un paso a seguir si un niño alerta sobre un dolor de cabeza, alta temperatura u otros síntomas gripales o de covid-19. Se pueden crear cercos teniendo en cuenta la información de los otros estudiantes y profesores que compartieron con quien reporta.