La escena fue espeluznante, como hacía tiempo no se veía en la Fórmula Uno: en la primera vuelta del Gran Premio de Sakhir, en Barhein, el Haas de Romain Grosjean se apartó velozmente de la pista, cruzó la trampa de arena y se incrustó a 221 km/h contra un guarda raíl de acero. Debido al brutal golpe el monoplaza del francés fue seccionado en dos partes por el impacto, el motor y la transmisión quedaron en la arena mientras el habitáculo y la nariz, atrapados en la estructura metálica, estallaron en llamas.
En principio se temió lo peor para el corredor de la escudería norteamericana y pasaron 27 eternos segundos entre las llamas para que, por su medios, lograra desprenderse del sistema de anclaje, salir de los restos del carro y saltar la valla ardiendo para ser atendido por el personal médico que trataba infructuosamente de acercarse al fuego.
Grosjean solo sufrió quemaduras leves en las manos y los tobillos. Su casco y los botines se derritieron por acción del intenso calor y su traje ignífugo funcionó a la perfección. Este y otros elementos de seguridad contribuyeron a salvarle la vida gracias a los intensos desarrollos en esta materia y en los que se ha venido trabajando desde la muerte de Ayrton Senna en 1994 durante el Gran Premio de San Marino.
Una jaula de seguridad
Los monoplazas de Fórmula Uno han evolucionado de manera exponencial en su construcción, tanto en diseño como en seguridad. En 1950, cuando se corrió la primera carrera, eran básicamente un ataúd con ruedas. No había cinturones de seguridad, se usaba ropa de calle para correr y el casco era opcional (solo fue obligatorio desde 1953). Lo máximo que se utilizaba era un par de gafas de aviación.
Con la implementación de los frenos de disco y el motor reubicado en la zona trasera, la seguridad comenzó a ganar puntos. Fueron llegando luego las barras antivuelco, los cinturones de seguridad y la ropa ignífuga en los años 60, junto a las medidas que mejoraron la salida del habitáculo y el rescate de los pilotos, el acondicionamiento de las pistas y el trabajo del personal médico y de atención rápida.
Hoy en día, un piloto debe ser capaz de salir por sí mismo de su monoplaza desabrochando el cinturón y quitando y poniendo el volante en 10 segundos. Su cabina se conoce como “la célula de supervivencia” e incluye los pies del piloto. El material de la carrocería, en fibra de carbono y Kevlar, debe resistir impactos a 14 metros por segundo (50 km/h) sin deformarse y fuerzas laterales de 2.4 toneladas, además de una fuerza de 40 kilonewtons durante 30 segundos sin presentar alteraciones en la parte trasera.
Los ángeles de la guarda
Pero sin duda los dos elementos de seguridad que más han facilitado que menos pilotos sufran lesiones y muertes en los últimos tiempos son el Hans (head and neck support device –protector para cabeza y cuello-) y el Halo. El primero, implementado desde 2003 y creado por el profesor de biomecánica Robert Hubbard, consiste en un protector cervical para disminuir las lesiones producidas por la desaceleración súbita en los impactos al golpear la cabeza del piloto contra los elementos rígidos de la carrocería.
El Hans está fabricado en fibra de carbono, pesa 650 gramos y se coloca entre los hombros y el cuello del piloto. Aunque deja poca movilidad para la cabeza y los corredores deben hacer un gran esfuerzo para sostenerlo, ha mostrado su efectividad salvando la integridad de pilotos como Fernando Alonso, Ralf Schumacher y Robert Kubica en accidentes que pudieron costarles la vida de no llevar el Hans instalado
Pero sin duda, el gran adelanto de los últimos tiempos y que acaba de mostrar su efectividad con el accidente de Grosjean es el Halo, que aísla la cabina del piloto de golpes contundentes externos. Fue el Halo el elemento que protegió la integridad del piloto galo al golpear la barrera metálica en Bahrein. Si el Halo hubiese existido unos años antes tal vez María de Villota y Jules Bianchi hubieran sobrevivido a sus accidentes fatales en 2012 y 2015 respectivamente, solo por hablar de la Fórmula Uno.
El Halo es un conjunto elipsoidal de tres barras de titanio que rodean la cabeza y el frontal del piloto. Pesa diez kilogramos y es obligatorio desde 2018 en todas las categorías internacionales de monoplazas de cabina abierta. Aunque en principio fue rechazado por algunos pilotos y aficionados, en diferentes episodios se ha visto su efectividad, como en el Gran Premio de Bélgica de ese año, cuando Fernando Alonso pasó por encima del Sauber de Charles Leclerc. El Halo le salvó la vida al de Mónaco y evitó que el auto del español lo golpeara directamente. Lo mismo pasó incluso el domingo anterior, cuando tras el relanzamiento después del accidente de Grosjean, Lance Stroll sufriera la volcadura de su Racing Point y el Halo lo protegió al soportar el peso del auto invertido si afectarlo físicamente.