La espera acabó. Durante casi 10 años Luz Elena Galeano soñó con el día en que iniciara la búsqueda de su esposo. Está enterrado —así lo cree— junto a otros 90 o más cuerpos arrojados por paramilitares y milicias entre 1998 y 2010 en el sitio conocido como La Escombrera, en la comuna 13 de Medellín.
No oculta la tranquilidad que sintió al presenciar, ayer a las 10:10 de la mañana, el momento en que la retroexcavadora roja y gris comenzó a extraer tierra en el primer perímetro del lugar.
“Siento satisfacción, aunque todavía me da rabia por la negligencia del Estado al no hacer caso a nuestras denuncias”, anota Galeano.
Como ella, justo al frente de las 23 personas, entre expertos del CTI y obreros, 11 mujeres observan la intensa labor que no claudica ni ante el intenso sol.
Atentos, los técnicos revisan el hoyo que deja la máquina en el constante movimiento de su pala. Son 15 metros de profundidad los que tiene que cavar, hasta tocar suelo firme.
Una volqueta blanca va y viene. Se lleva la tierra y el material extraído. A un lado, otro grupo de investigadores aguarda para revisarla, casi que manualmente.
Más allá, a 200 metros de donde se excava, el material recuperado se expone a otra revisión en la que se determina si hay o no restos humanos para separarlos y clasificarlos.
Jorge Mejía, consejero de la Alcaldía de Medellín para la Reconciliación, no duda en valorar el trabajo que se realiza. Lo considera riguroso y resalta que para su éxito se hace bajo técnicas arqueológicas.
“Cerca de 3.000 metros cúbicos de tierra y material serán removidos de manera mecánica y luego manual, con brochas, palustres, pico y pala”, explica.
(Lea aquí: Por fin inician excavaciones en La Escombrera)
Restos son identificables
De un trabajo como el que se realiza en La Escombrera, no hay precedente en el país.
Para John Freddy Ramírez, antropólogo de la Fiscalía que lidera la excavación, el procedimiento realizado en ese lugar del occidente de la ciudad no consiste en una exhumación cualquiera.
“Esto es una prospección arqueológica con propósitos judiciales”, apunta. Añade que los cuerpos que se encontrarían, estarían conservados porque las características limosas y arcillosas, además de la humedad del material, los preservarían.
Ramírez, además, insiste en que para una búsqueda arqueológica con fines judiciales, como la que se adelanta en La Escombrera, cuerpos con menos de 20 años de depositados en el lugar representan un evento reciente.
“Había preocupación porque los escombros hubiesen desarticulado los cuerpos, pero no es así. No hablamos de más de 100 años, son eventos contemporáneos”, acota.
Esa explicación no solo motiva a las 160 mujeres, familiares de las víctimas y que persisten en la búsqueda de la verdad, sino que les da esperanza, la misma que las mantiene de pie, cada día.
Para que el agotamiento físico no las haga desfallecer, se dividieron en grupos de a 10. Así permanecen atentas, diariamente. La Alcaldía las acompaña con atención sicosocial y les da preponderancia dentro del proceso.
“La zona donde se arroja el material recuperado será revisada por la veeduría de las víctimas para que ellas observen que ahí no hay evidencia y podemos disponer del material como inerte, no sujeto de investigación”, dice Ramírez.
(Vea aquí: Escombrera diría que pasó con estas personas)
Entrenamiento riguroso
Antropólogos, criminalistas, ingenieros civiles, de suelo, geotecnistas, topógrafos y fotógrafos, hacen parte del grupo de investigadores que trabajarán, cada día, de 8:00 a.m. a 4:00 p.m., con dos descansos de 20 minutos y una hora de almuerzo, al menos por 5 meses en el primer perímetro de búsqueda.
Ellos fueron seleccionados por la Universidad de Medellín. Entre tanto, los obreros, reciben entrenamiento en módulos que se han creado en la parte inferior.
Luz sabe que esa labor es de resaltar. Espera, al final del proceso, poderlos abrazar y agradecerles haber ayudado a encontrar la verdad.