Economía

Hay 2,49 millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan, en Colombia, el 68% son mujeres

El puente entre la educación y el trabajo se está rompiendo, pues los jóvenes enfrentan trayectorias fracturadas por la pobreza, la falta de experiencia y las brechas regionales.

Aprendiz de deportes. Apasionado por el periodismo deportivo, amante del café colombiano.

17 de agosto de 2025

Colombia cuenta con 2,49 millones de jóvenes que viven una situación que compromete no solo su presente, sino también el futuro del país, pues no estudian ni trabajan, según el Dane. De ese total de “ninis”, 1,69 millones (el 68%) son mujeres.

Esto, pese a que, en los últimos meses los indicadores de desempleo general han mostrado una leve recuperación. Por ejemplo, en junio de 2025, la tasa nacional se ubicó en 8,6%, marcando un descenso de 1,7 puntos porcentuales frente al mismo mes del año anterior, pero el panorama para la población entre 14 y 28 años sigue siendo crítico.

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Según la Alianza por la Inclusión Laboral (AIL), el 43% de la juventud colombiana está desconectada del sistema educativo y del mercado laboral, una cifra que refleja la fragilidad del puente entre estudiar y acceder a un empleo digno.

Brechas que marcan la desconexión juvenil entre educación y trabajo

Los datos revelan la magnitud del problema, aún más en departamentos como Guainía o Vaupés, donde la cobertura en educación media apenas llega al 11% entre quienes deberían cursar grados 10 y 11, de acuerdo con cifras del Ministerio de Educación.

Además, solo 4 de cada 10 jóvenes logran ingresar directamente a la educación superior tras terminar el colegio.

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El escenario laboral tampoco ofrece mejores perspectivas: el 57,1% de quienes trabajan lo hacen en condiciones de informalidad, sin contrato, protección social ni estabilidad económica, con ingresos que en promedio no superan los $907.200 mensuales, por debajo del salario mínimo vigente.

Adriana María Lloreda, líder de la Alianza por la Inclusión Laboral, advierte que detrás de estos números hay un trasfondo social profundo. “Cuando se cruzan la pobreza, el género o el lugar donde se nace, el hilo se tensa más. Y cuando demasiados hilos se rompen, el tejido social ya no abriga, se vuelve frágil, desigual e insuficiente”.

Pesa la desigualdad territorial para ingresar a la universidad

La desconexión no golpea a todos por igual. La ubicación geográfica es determinante. En departamentos como Amazonas o Vaupés, apenas 2 de cada 10 jóvenes logran ingresar a la educación superior, lo que limita sus posibilidades de desarrollo y los obliga, en muchos casos, a migrar a las grandes ciudades.

Andrés Delgado, executive manager de Michael Page, explica que la desigualdad territorial es uno de los factores más críticos.

En estas zonas, la escasez de empresas formales y la limitada oferta de empleo para profesionales calificados obliga a muchos jóvenes a migrar. Quienes no pueden hacerlo enfrentan un panorama desolador, donde el acceso a educación superior de calidad y a formación técnica es deficiente”. Esto incrementa el desempleo juvenil y contribuye al subempleo, mientras amplía la brecha de talento a nivel nacional.

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Barreras para acceder al empleo formal en Colombia

Más allá de la falta de cobertura educativa, hay obstáculos adicionales que frenan la empleabilidad de los jóvenes. Uno de los más frecuentes es la exigencia de experiencia previa, incluso en cargos de nivel inicial.

Delgado lo describe como “el cuento de nunca acabar”, es decir, “muchos jóvenes terminan la universidad o una carrera técnica con un conocimiento increíble, pero se encuentran con que la mayoría de las ofertas de trabajo exigen experiencia previa. ¿Cómo ganas experiencia si nadie te da la primera oportunidad?”.

Otro reto es la falta de habilidades transversales que demanda el mercado. No basta con dominar la teoría, las empresas buscan jóvenes que sepan comunicar, trabajar en equipo, resolver problemas y manejar herramientas digitales.

A esto se suma la carencia de redes de contacto, un factor que en Colombia puede ser tan determinante como la experiencia. “La falta de una buena red de contactos puede ser tan decisiva como la falta de experiencia”, enfatiza Delgado.

Transición clave entre la educación y el trabajo

Según AIL, la edad promedio de matrícula en grado 11 es de 16,4 años. Es decir, la mayoría de los jóvenes deben tomar decisiones cruciales sobre su futuro laboral o académico siendo aún menores de edad, en un contexto donde no pueden firmar un contrato formal sin autorización legal.

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Daniel Uribe, director ejecutivo de Fundación Corona, señala la importancia de este momento: “La educación media es ese instante en la vida de los jóvenes que no se repite. Perder ese punto de apoyo es arriesgar su futuro y el del país”.

La falta de orientación vocacional, sumada a la baja calidad educativa, deja a millones de jóvenes sin las herramientas necesarias para construir una trayectoria sólida hacia la educación superior o el empleo formal.

Pese a las dificultades, los expertos coinciden en que los jóvenes representan un potencial invaluable para Colombia. Con más de 12 millones de personas entre 14 y 28 años esta generación puede convertirse en la base de un mercado laboral más diverso, innovador y competitivo, siempre que se les brinde la oportunidad.

Estrategias para reconectar a la juventud

El documento de la AIL no se limita a exponer la problemática, también plantea rutas de solución. Entre ellas se destacan los modelos de transición que incluyan primeras experiencias laborales desde el colegio, la formación adaptada al territorio, que responda a las realidades de cada región y las redes juveniles que fortalezcan el capital social y faciliten acceso a oportunidades.

Andrés Delgado, executive manager de Michael Page, coincide en que la respuesta debe ser integral, con acciones conjuntas entre el sector público y privado.

Se pueden desarrollar programas de prácticas y pasantías bien estructuradas, actualizar los currículos de acuerdo con las demandas actuales del mercado y fomentar la formación dual. Solo a través de esta colaboración podremos construir un puente sólido que garantice una transición fluida y exitosa de la vida académica a la profesional”.

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