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“Hoy, los adultos mayores viven hasta 40 años más después de su jubilación”: ¿Está Medellín preparada?

En diez años, Medellín será la segunda ciudad más longeva de Colombia, lo que obliga a replantear la forma en que se envejece. EL COLOMBIANO habló con el médico paisa Oswaldo Restrepo sobre los retos que impone este cambio demográfico, los mitos que rodean la edad y la urgencia de transformar los hábitos cotidianos.

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Periodista de la Universidad de Antioquia. He trabajado como fact-checker en La Silla Vacía y ahora hago parte de la sección de Tendencias de El Colombiano.

hace 11 horas

El envejecimiento ya está aquí. Aunque al hablar del ritmo acelerado con el que la población mundial se está haciendo mayor suelen usarse proyecciones de cinco, diez o quince años, hay que anticiparse a los retos que este proceso implica para un país. En Colombia, por ejemplo, se estima que en 2050 una de cada cinco personas tendrá más de 65 años. Y en Medellín no hay que irse tan lejos en el calendario: para 2035, la capital antioqueña será la segunda ciudad más envejecida del país, después de Cali. Para esa época, se espera que el 22 % de la población tenga más de 60 años, mientras que los menores de 15 solo representarán el 14 %.

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Este rápido envejecimiento exige transformaciones en los sistemas de salud, pensiones y cuidado. Pero llegar a una edad avanzada en buen estado de salud también requiere cambios en los hábitos cotidianos. Así lo considera Oswaldo Restrepo, médico paisa que se ha dedicado a estudiar la medicina preventiva, la medicina del estilo de vida y la epigenética.

El resultado de años de investigación se ha materializado en su libro Vive al 100 más allá de los cien y en la creación de Vive Más y Mejor, el primer encuentro internacional de longevidad de Medellín. EL COLOMBIANO conversó con Restrepo sobre el contexto actual del país y de la ciudad frente al acelerado ritmo de envejecimiento, las iniciativas que desde la medicina deberían adaptarse para promover un envejecimiento saludable y las formas de transformar los hábitos en cualquier etapa de la vida.

¿Qué lo llevó a realizar un evento para hablar únicamente sobre longevidad y envejecimiento?

“Hay una nueva realidad en el mundo, y es la realidad de los adultos mayores, que empieza a tener cada vez mucho más significado. Anteriormente creíamos que, a los adultos mayores, después de la jubilación, lo único que les esperaba era la muerte. Ahora pueden vivir 30, 40 o 50 años adicionales gracias a la extensión de la esperanza de vida, de lo que llamamos hoy la extensión de vida saludable, y adicionalmente porque cada vez tenemos más centenarios en el mundo y, paradójicamente, están naciendo cada vez menos personas. La pirámide poblacional se está invirtiendo y hoy esa es la nueva realidad del mundo.

Entonces, centrar la atención en todas las esferas del desarrollo de un país en el adulto mayor significa empezar a repensar qué ciudad queremos, qué tipos de viviendas queremos, qué centros de salud necesitamos, pero también, y lo más importante, qué tipo de adulto mayor queremos tener para nuestro país para que sean sostenibles esas diferentes dimensiones del cuidado de las personas.

Esa nueva realidad, que nosotros llamamos longevidad, está presente ya en el mundo. No es que vaya a venir en próximos años, no es que, como hace 20 años, decíamos que la realidad del 2040 sería esta. No: esa realidad ya está aquí”.

¿Y cómo considera usted que estamos en Colombia para enfrentar esta situación?

“Se calcula que, en Colombia, los mayores de 50 años pueden estar alrededor de entre 10 y 15 millones, pero lo que se presupuesta para 2030 es que podría haber dos millones más de personas en estas edades. Ahora, ¿cómo estamos? Pues tenemos unos problemas muy serios que resolver.

Primero, tenemos una crisis enorme en el sector salud, donde las personas con enfermedades crónicas, esas que requieren tratamiento, seguimiento y medicación para el resto de la vida, no están teniendo el acceso requerido y, por lo tanto, esas enfermedades hacen más mella, comprometen la salud y van a necesitar más recursos disponibles para poder atender a esa población.

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Por otro lado, está la perspectiva de los sistemas de pensiones, que anteriormente, de alguna manera, sostenían a una persona 5, 10 o 15 años máximo después de pensionarse. Se pronostica que en el futuro los tendrán que sostener 20, 30 o 40 años después de una pensión, y eso provoca desajustes en los sistemas financieros de los fondos de pensiones.

Un tercer punto es que hay una mayor conciencia en el mundo entero, y nosotros la hemos experimentado sobre todo a partir de la pandemia, sobre la necesidad de hablar del cuidado. ¿Cómo me cuido? ¿Cómo cuido a esas personas que pertenecen a mi núcleo de vida y de trabajo? Eso es fundamental.

Ojalá todos llegáramos completamente independientes, completamente autónomos, conscientes, con la memoria conservada. Pero también hay una realidad: hay personas que llegan con pérdida de la independencia y de la autonomía, con problemas cognitivos muy serios. ¿Cómo queremos tratar a esas personas? Son adultos que merecen un tratamiento especial. En un déficit de salud como el que tenemos y un déficit de pensiones como el que tenemos, la perspectiva es muy negra”.

¿Y qué pasa en Medellín?

“Lo que queremos plantear para Medellín, para Antioquia y también para todo el país es un movimiento cimentado en la salud que haga pensar a toda la colectividad en cómo podemos hablar del cuidado, cómo extender ese concepto de cuidado a todas las edades de la población, a todos los ciudadanos, y cómo convertir esto en un movimiento creciente para que ayudemos a ese sistema de salud, a ese sistema de pensiones y a la economía del país. Necesitamos hacer más sostenibles esos sistemas que hoy están en crisis.

En el mundo hay algo llamado zonas azules, que se han caracterizado porque son lugares donde hay muchos centenarios y se vive de manera más saludable, y es esa experiencia la que nos gustaría traer a la ciudad. Son cinco zonas identificadas originalmente: Cerdeña (Italia), Okinawa (Japón), Icaria (Grecia), Nicoya (Costa Rica) y Loma Linda (Estados Unidos). La idea con el programa Vive Más es que Medellín comience a trabajar en ese proceso de envejecer mejor.

Eso va de la mano con algo que recientemente dijo el alcalde Federico Gutiérrez: que Medellín pasó de ser la ciudad más violenta del mundo, después fue la ciudad más innovadora y ahora quiere ser una ciudad para el bienestar”.

¿Cuáles son los pilares de las zonas azules? ¿Qué tienen en común estas áreas para que cada una cuente con más personas de cien años que otros lugares del mundo?

“Esos pilares han sido muy estudiados desde la experiencia, observando cómo viven las personas en las zonas azules, y también desde la ciencia, analizando cómo viven las personas muy longevas. La universidad que más ha estudiado esto en el mundo es la Universidad de Harvard. Lleva más de 150 años estudiando por qué la gente envejece antes de tiempo o qué hace la gente que envejece en paralelo a su edad cronológica.

Hay dos tipos de edad: la edad cronológica, que es la que dice la cédula, y la edad biológica, que es la que revelan nuestros órganos, nuestros tejidos y nuestras células. Cuando se ha estudiado eso, se ha llegado a una misma conclusión: el estilo de vida es fundamental, y el estilo de vida tiene ocho pilares. Hay más, pero hay ocho pilares inconfundibles que coinciden tanto con lo que se ha hallado en las zonas azules y en otras regiones muy longevas del mundo, como con lo que ha encontrado la ciencia”.

¿Cuáles son esos pilares?

“El primer pilar es una dieta equilibrada, una nutrición balanceada. Si queremos profundizar en una dieta equilibrada, necesitamos que el 50 % de lo que comemos a diario sean frutas y verduras. El otro 50 %, granos, proteína, grasas saludables, frutos secos y fibra.

Pilar número dos: movimiento, ejercicio. No dejarnos sentar, movernos permanentemente. Cuatro tipos de ejercicios están listos para otorgar esa característica: ejercicio cardiovascular –caminar, nadar, montar en bicicleta, bailar–; ejercicio de flexibilidad, moviendo todas las articulaciones de nuestro organismo; ejercicio de fuerza, con pesas o manteniendo posiciones firmes; y ejercicio de equilibrio, aprender a manejar nuestro cuerpo de forma consciente para lograr ese equilibrio y no perder la autonomía al llegar a los 60 o 70 años, ni tener que caminar apoyados o con la ayuda de otras personas.

El tercer pilar es el sueño reparador. El sueño no lo podemos seguir negociando; la cultura occidental ha negociado el sueño. ‘No, yo duermo el día que me muera’. Pues te vas a morir muy joven, porque es en el sueño donde reparamos todo lo que ocurrió en el día. Todos los desequilibrios del día vuelven al equilibrio en la noche. Eso es el sueño. No hemos apreciado suficientemente el valor y la contundencia que tiene el sueño en la vida de una persona para vivir saludable y con muy buena energía.

El cuarto pilar es cómo gestionamos el estrés. Saber manejar los asuntos del estrés, reducirlos si están presentes, se vuelve fundamental. Una persona que vive en estrés acorta la vida indefectiblemente. La acorta porque aparecen enfermedades crónicas degenerativas; la acorta porque le espera un infarto a la vuelta del camino y se acaba de la noche a la mañana con la vida.

El quinto pilar se llama propósito de vida. ¿Qué quiero hacer con mi vida? Cuando yo descubro eso, qué historia quiero dejar, si quiero no perderme la vida adulta de mis hijos, si quiero tener y ver nietos, si quiero servirle a la humanidad, devolverle al mundo lo que me ha dado... Cuando una persona tiene propósito de vida, sabe decir no a unas cosas y matricularse en otras.

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El sexto pilar es la hidratación. Necesitamos de dos a tres litros de líquido por día. El 60 % de nuestro cuerpo es agua. Si no llevamos suficiente agua, entramos en sufrimiento celular. Ese sufrimiento celular se transforma en sufrimiento orgánico en cada uno de los órganos de nuestro cuerpo y luego en envejecimiento temprano. Sin agua, lo que se acelera fuertemente es el envejecimiento.

El séptimo hábito es no tabaco. El octavo hábito es licor moderado, ojalá no licor, máximo licor moderado. ¿Qué es licor moderado? No más de una copa por día.

Ya hay otros hábitos menos contundentes o menos invasivos en relación con el envejecimiento, pero que tienen mucho que ver, como la meditación, encontrar espacios de silencio, el contacto con la naturaleza, yoga, mindfulness, pilates... Todo eso es una serie de hábitos que complementan los ocho anteriores y que nos proyectan a una vida larga y plena”.

A pesar de que ya hay hábitos respaldados por la evidencia, aún siguen existiendo muchos mitos alrededor del envejecimiento. ¿Cuáles diría usted que son los más comunes?

“Hay un mito muy, muy extendido. Me voy a apropiar de una frase de una compañera que se la encuentra cada vez que aborda a una persona en consulta, en un seminario, en un taller o en un retiro. Y es que las personas mayores de 40, 45 o 50 años, cuando les proponemos cambiar la dieta, hacer ejercicio o hidratase mejor, lo que dicen es: ‘¿Ya para qué?’. Ese mito del ‘ya para qué’ lo deberíamos derribar de una vez.

No hay derecho a que una persona, a los 40 o a los 50 años, esté diciendo ‘¿ya para qué?’, cuando le quedan 30, 40 o 50 años más de vida. El ‘ya para qué’ es un mito muy extendido. Al llegar a los 35 o 40 años, nos sentimos viejos, cansados, sentimos que la vida ya se nos pasó. No hay derecho. Nos queda la mitad de la existencia o más. ¿Qué queremos hacer con ella?.

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Otro mito muy común es pensar: si yo no hice ejercicio 40 años atrás, ¿qué efecto va a tener hacer ejercicio de ahora en adelante? El cuerpo, esa inteligencia orgánica de la que estamos dotados, es tan fuerte, tan contundente, que el organismo no mira hacia atrás. El organismo no está pidiendo cuentas de lo que yo no hice. Empieza a transformarse desde el momento en que yo me articulo con el ejercicio, con la dieta, con el sueño. De ahí en adelante, el cuerpo agradece todo.

Entonces, ¿cómo así que si no hice ejercicio 40 años no puedo empezar ahora? Todo lo contrario. El cuerpo es tan agradecido que inmediatamente va a haber cambios. En cualquiera de esos ocho pilares del envejecimiento activo vamos a encontrar modificaciones. Esos son dos mitos muy contundentes”.

Pero a las personas les cuesta hacer esas transformaciones que usted menciona. ¿Cuáles son los tres consejos que les daría para que sea más fácil lograrlo?

“Primero: entender que la vida cambia y se transforma si cambio mis hábitos. Todo lo que yo haga en mi vida tiene una consecuencia a partir de mis hábitos. Lo podríamos resumir con una frase: somos lo que hacemos a diario.

Segundo: si yo quiero cambiar un hábito, me tengo que visualizar distinto y me tengo que ver distinto. Tengo que pararme frente a un espejo y, si me veo arrugado, me tengo que ver sin arruga, si me veo con una piel manchada, me tengo que ver con una piel clarita y bonita. Y si me quiero ver viajando, tengo que verme viajando, en el avión, aterrizando, llegando a una ciudad, a un hotel, caminando, estableciendo rutas; me tengo que visualizar distinto. Mientras no nos visualicemos distintos, la vida va a seguir siendo igual.

Lo tercero es que definitivamente hay que hacer cosas distintas todos los días. Eso produce un cambio en nuestro cerebro que se llama neuroplasticidad. Es decir, yo creo nuevos caminos neuronales, nuevas conexiones entre las neuronas. Si yo hago lo mismo todos los días, los caminos en el cerebro son los mismos y me van a impedir cambiar; me resisto al cambio.

Si yo quiero gestionar el cambio, tengo que hacer cosas distintas: saludar con la mano izquierda, comer con la mano izquierda, escribir con la mano izquierda –los que son zurdos, lo contrario–. Saludar al desconocido, hablar con el desconocido, despedirme del desconocido. Transitar por caminos distintos entre la casa y el trabajo, del trabajo a la casa, del trabajo al supermercado, de la casa al supermercado y viceversa.

Si yo hago cosas distintas, mi cerebro empieza a cambiar y a modificarse. No hay transformación de hábitos si no hay neuroplasticidad”.