Calles, puentes y pasos peatonales sin adecuada iluminación se han convertido en un dolor de cabeza para los moradores de al menos 70 sectores de Medellín. La situación no se resume en lámparas quemadas o ausencia de estas, lo que más preocupa, según reportes ciudadanos, es que un remedio tardío impulse la delincuencia.
La oscuridad no ha distinguido entre norte y sur. Las quejas van desde los parques de Belén, en el suroccidente, hasta la autopista Norte, a la altura de la Feria de Ganado. Aunque la percepción ciudadana es diferente, la Secretaría de Gestión y Control Territorial sostiene que solo el 0,1 % de las 151.000 luminarias públicas que tiene la ciudad presenta fallas cada mes.
El número de zonas “muertas” compartido por la dependencia habla solo del paso a desnivel de la Oriental, el tramo de Carabobo Norte y el barrio El Chagualo, a la altura de la Plaza Minorista, como los puntos más críticos, y lo atribuye al incremento del vandalismo y el robo de redes de servicios públicos en esas zonas.
Para conocer el panorama completo, EL COLOMBIANO consultó a sus lectores vía redes sociales. Estos, mediante direcciones y puntos estratégicos, entregaron coordenadas para hacerle seguimiento a la situación (ver recuadro). Visitamos tres de los puntos y encontramos, en una misma noche, más de 40 luminarias que no están en operación.
Zonas afectadas
Pasadas las 6:00 de la tarde, el puente de la Madre Laura, que conecta a Castilla y Aranjuez, comienza a morir. Aunque a simple vista está bien iluminado, recorrerlo diariamente a partir de esa hora o en la madrugada es otra “historia”, según Andrés Hincapié, quien debe atravesar la estructura para ir a su trabajo.
Este cuenta que es habitual encontrar lámparas dañadas en el sector, pues, una vez arreglan una, “dos o más aparecen dañadas”. La situación es más crítica, apunta, del lado de Aranjuez. “Es difícil para uno como peatón. A mí, por ejemplo, me ha tocado apretar el botón de mi reloj para iluminar el camino y evitar que me atropellen”.
La experiencia de Hincapié no dista de la realidad. En uno de los pasos peatonales del puente, el equipo de EL COLOMBIANO contó 30 luminarias que no funcionan. Y aunque los ingresos de la estructura tienen iluminación, cuando los peatones se internan en su trayecto aparecen una tras otra las lámparas apagadas.
Esa, para Jairo Gallego, parece ser una estrategia: los peatones no se percatan de la falta de iluminación. Ya en la mitad, dice Gallego, se encuentran con “tremenda oscuridad”. Pese a que a él no le ha pasado nada, no desestima la posibilidad de un robo en ese tramo estrecho, en el cual los vecinos son una vía con alto tráfico de automotores y un vacío que termina en el río Medellín.
Una encrucijada similar se vive en la avenida Ferrocarril, entre el Parque de los Deseos y la Universidad de Antioquia, superadas las 7:30 de la noche. En el sector escasea la iluminación, pues, según Jesús Salgado, integrante del cuerpo de seguridad de la institución, las luminarias se enfrentan a dos males: ser hurtadas, por la soledad y la indigencia que predomina en el sector; y el vandalismo, pues el punto ha sido epicentro de protestas.
En ello coincide un comerciante del Parque de los Deseos, quien prefirió reservar su nombre. La avenida, según este, es intransitable a partir de las 9:00 de la noche. Previo a esa hora recoge su surtido y desarma su carro de venta de jugos. “Más de cuatro lámparas presentan fallas. Aprendimos a desocupar temprano por tanto hurto”.
Llegadas las 9:00 de la noche, sobre Las Vegas, en pleno ingreso de la Universidad Eafit, en poco cambia la situación. Allí seis luminarias no funcionan y, a esa hora, es imposible distinguir entre un peatón o bicicleta en una distancia inferior a los 10 metros. “Los estudiantes saben que, una vez salen de clase, deben asegurar todo. De aquí para arriba (sur de la avenida) solo hay atracos”, describe Víctor González, quien tiene un quiosco en la salida de la universidad.
Lo que se está haciendo
Estos testimonios son preocupantes, según Andrés Rico, politólogo e investigador en temas de seguridad de la UPB, debido a que dan cuenta de una percepción negativa respecto a la seguridad y un temor a la habitación del espacio público a partir de determinadas horas. Aunque considera que no debería ser lo correcto, los lugares con poca iluminación comienzan a ser deshabitados, lo que se convierte en un ingrediente más para los criminales.
Estos, dijo, suelen acudir al daño de luminarias para delinquir. Y en donde no sucede así, “hay falta de actuación estatal para su debido funcionamiento y mantenimiento”. Al respecto, el despacho de Gestión y Control Territorial expuso que cuando hay fallas, estas son atendidas en menos de 72 horas.
Agregó, asimismo, que el Municipio paga cerca de $90.000 millones anuales a EPM por la prestación del servicio de alumbrado público. El 83 % de este monto se recauda mediante impuestos y el resto lo asume la entidad territorial. Para ahorrar y mejorar la calidad del alumbrado, hay un plan para que 150.000 de 151.000 luminarias sean reemplazadas con luces tipo LED que fue anunciado la semana pasada.
En cuanto a los hurtos, el despacho indicó que no cuenta con el registro. Consultamos, por ello, a EPM (prestador del servicio) y al despacho de Seguridad. La primera indicó que el tema no era de su competencia y la segunda no cuenta con el detallado de hurtos por esta materia.
Lo que sí precisó es que “no se ha identificado el hurto de luminarias como un hecho recurrente en Medellín”. Esta respuesta, según Rico, lleva a dos conclusiones: o hay fallas en la calidad del servicio o sectores de la ciudad están en la penumbra por falta de mayor despliegue institucional.