En El Pacífico lo dijeron muchas veces: aquí va a pasar algo. Por el barrio, que está en lo más alto de la comuna 8, pasa la quebrada La Rafita. En los últimos años, la corriente había crecido en fuerza, dicen los habitantes. Lo pronosticado por la gente, que se había convertido ya en sonsonete, se hizo realidad.
En septiembre de 2020, como nunca la habían visto, la quebrada bajó enfurecida y se llevó varias casas. Por fortuna, nadie fue arrastrado, pero algunos lo perdieron todo. En ese momento se materializó el temor de los habitantes de El Pacífico, que se habían cansado de advertir a la Alcaldía sobre el peligro de la quebrada.
Pero el problema no terminó ahí. En septiembre de 2022, cuando se cumplieron los dos años del desastre, los vecinos le cantaron el cumpleaños al suceso. En ese tiempo, se quejan, la Alcaldía no entregó ninguna solución ni hubo una buena gestión del riesgo frente a la quebrada. No se equivocaban: dos meses después, volvió a suceder. La quebrada bajó otra vez con furia y se llevó otras tres casas.
Aunque parece inverosímil y la torta haría pensar que se trata de una broma, lo de El Pacífico es ejemplo de lo que pasa en Medellín. No hay gestión del riesgo, una prevención de los desastres, sino que se actúa de manera reactiva. Así lo demuestra el caso de este barrio de la comuna 8 y otros que han tenido lugar en los últimos años.
El Pacífico ha sido considerado un terreno de alto riesgo y así lo indican varios letreros. Sobre paredes y vallas hay avisos que advierten del peligro que allí se corre. Hace dos años, después del desastre de 2020, se contrató un estudio para determinar cómo solucionar ese riesgo. En un documento de más de 500 páginas, la empresa Cóncavas concluyó que en el sector se requiere de una obra integral en la que se incluye un box coulvert. En las recomendaciones se evidencia que la cuenca no tiene capacidad para evacuar más que aguas lluvias.
Pero la recomendación tiene un problema: cuesta 7.000 millones de pesos. “Nos dijeron que no había plata y menos ahora que todo está tan caro, que no intervienen sino cuando pase algo. O sea, que la gente no se puede reubicar, sino que hay que esperar para reaccionar”, relató James Rúa, de la junta de acción comunal del barrio.
En El Pacífico hay varias casas destruidas, cubiertas con piedras que la quebrada arrastró. Ante la pasividad de la Alcaldía en cuanto a gestión del riesgo, la gente se ha encargado de asumir esa labor. Pintaron rutas de evacuación, hicieron pedagogía. Hoy monitorean la quebrada ellos mismos, con ayuda del Movimiento de Laderas. “Tenemos dos opciones, esperar a que la quebrada nos lleve o ponernos a trabajar nosotros mismos en soluciones”, comentó James, quien además creó un semillero sobre cambio climático para niños.
Casos por todos lados
En junio de 2022, el Movimiento Laderas expidió una alerta temprana con algunos casos que debían ser atendidos de manera urgente. Uno de ellos era lo que ocurría en San Antonio de Prado, en la vereda Las Playas. En un debate en el Concejo, Carlos Arturo Quiceno, líder de la comunidad, vaticinó la tragedia. Dijo que ya habían registrado movimientos de tierra que ponían en riesgo a las comunidades. Solo unos meses después, un deslizamiento cayó sobre la quebrada Doña María y dos personas murieron, entre ellas un niño de dos años.
Aunque sin víctimas fatales —por fortuna—, un caso muy similar ocurrió en San Cristóbal. El 4 de julio del año pasado, los vecinos de la vereda El Patio alertaron al Dagrd que la carretera, la única vía de comunicación, se estaba hundiendo. Aunque personal del Dagrd y de Secretaría de Infraestructura fue hasta la zona, no hubo ninguna solución y la carretera, el 4 de noviembre, se vino al suelo, dejando a cientos de personas incomunicadas.
Clara Cano, líder de la zona, contó que advirtieron varias veces lo que iba a pasar. Sin embargo, sus preocupaciones cayeron en tierra muerta. Solo la semana pasada, dos meses después del derrumbe, comenzaron los trabajos para reparar el daño, un cráter enorme.
Mientras eso sucede, en el barrio Santander, frontera entre Medellín y Bello, se trabaja en el hueco que dejó la quebrada La Madera, que se abrió el 2 de junio del año pasado. Más de 20 años llevaba la comunidad advirtiendo, como en El Pacífico, que algo podría ocurrir.
María Eugenia Ocampo vive junto a la quebrada. Después del derrumbe, que se llevó un muro de contención, su casa quedó expuesta al capricho del agua. La pared izquierda de su casa da ahora a un barranco de por lo menos cinco metros. Solo con tutelas y acciones populares lograron atención.
¿Cuánto habrá que esperar para que pase una tragedia? En este pueblo va a pasar algo, dice un popular cuento. A diferencia de la ficción, en la que todos prestan atención a ese llamado, acá parece que solo les van a hacer caso cuando algo realmente pase
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emergencias atendieron los bomberos en Medellín solo durante la última semana.