Aunque en Medellín se han sembrado 296.625 árboles en los últimos cuatro años, según el más reciente reporte divulgado por el Área Metropolitana del Valle de Aburrá -Amva-, la recuperación de especies e individuos enfermos no avanza tanto, pues sobre este tema ni siquiera hay un censo o estudio actualizado que indique cuántos ejemplares están en dicha condición y en qué sectores.
El último estudio del tema reportado por el Amva data de 2013, en un convenio entre esta entidad, la Universidad Nacional y la EIA (Escuela de Ingeniería de Antioquia), el cual detectó que 6,2 % de los árboles de Medellín presentaba alguna afectación que comprometía su vida.
La investigación tomó como muestra 25 especies y evaluó las condiciones sanitarias de 11.710 individuos. Se halló que del total, 720 árboles tenían señales de afectación relevante. También, que el sistema arbóreo de la ciudad era atacado por 22 tipos de insectos, 23 clases de hongos, una bacteria y un nemátodo (gusano redondo).
“El problema es que se hicieron los estudios, pero el antídoto solo se les aplicó a unos pocos individuos y no hubo continuidad, no se avanzó en saber si ese mismo tratamiento funcionaba con otras especies, y los árboles siguieron enfermos y no hay soluciones de fondo”, señala León Morales, ingeniero forestal que participó en la investigación y quien es un estudioso del arbolado urbano. En la actualidad, dice, es un dilema saber cómo ha evolucionado el tema, si esos árboles fueron curados o murieron.
¿Cuáles son las plagas?
Los árboles urbanos, por estar expuestos a la contaminación ambiental, son atacados por hongos, bacterias y fitoplasmas que amenazan sus vidas y los llevan a la muerte si no reciben tratamiento oportuno y adecuado.
“En el caso de los fitoplasmas, el problema es que se manifiestan y se detectan muy tarde, cuando ya hay poco por hacer para salvar al individuo”, concluye Morales.
Según el biólogo Alejandro Arango, integrante de la corporación Gio Ambiental, con sede en Copacabana pero que investiga a fondo los temas ambientales del Valle de Aburrá, las enfermedades más comunes de los árboles son el oídio, que se manifiesta como polvo blanco o cenizo en hojas, brotes y frutos. Otra es el antracnosis, un conjunto de hongos que se manifiesta con puntitos negruzcos. Y los insectos, que son animales que se alimentan de las hojas y el tronco: “generalmente no matan el árbol, pero lo dejan debilitado, permitiendo así la entrada de insectos minadores de la madera”, dice Alejandro.
Según la Secretaría del Medio Ambiente, los árboles presentan síntomas de enfermedad cuando se les observan chancros, clorosis o enrollamiento en hojas, entre otros síntomas (ver infografía).
La dependencia tiene un protocolo llamado Manejo Fitosanitario de Árboles Urbanos, que incluye los síntomas para detectarlos y las tareas para tratarlos.
Sin embargo, no existe un plan estructurado para atender los árboles enfermos de la ciudad. A solicitud de particulares que observan un individuo a punto da caer, la Secretaría del Medio Ambiente realiza la visita y analiza el ejemplar, pero solo con autorización del Amva puede talarlo. Cuando se trata de árboles en las vías, el tema es atendido por la Secretaría de Infraestructura, también cumpliendo el protocolo de la autorización del Amva, que es la autoridad ambiental encargada del control a la flora y fauna silvestre.
Aunque las plagas no tienen preferencias, las especies más atacadas son las ornamentales y las palmas.
Talar, última opción
Pero no toda enfermedad, así sea mortal, termina en tala. Ante todo, los árboles deben ser tratados y para esto existen dos métodos: uno es el preventivo, “que consiste en planificar para evitar la aparición del agente nocivo”, lo que se logra con siembras y tratamientos adecuados a cada especie; y el terapéutico.
En este caso, para las enfermedades derivadas de hongos se deben utilizar fungicidas. Y cuando hay ataques de insectos, se debe inyectar insecticida en la savia para que se disperse por todo el árbol.
Si nada funciona, se ve que el árbol pierde follaje constantemente, puede analizarse la tala. Y esta no es tan sencilla.
Son diez los factores que analiza el Amva para autorizar una medida tan extrema. El estado fitosanitario es clave para la decisión: “Si el árbol muestra signos de enfermedad o muerte por plagas, hongos, pudriciones y secamientos, entre otras”, dice el manual del Amva.
Pero la tala la ejecuta el dueño del predio o el ente que hace la solicitud, como ocurre con los proyectos de infraestructura, que para ejecutarse deben hacer cortes aun a costa de crear malestar ciudadano.
En el desarrollo del proyecto Parques del Río, por ejemplo, la alcaldía diagnosticó que 50 % del arbolado del sector Conquistadores estaba enfermo y requería ser talado.
Edinson Muñoz Ciro, biólogo y experto en temas ambientales, considera que a toda costa debe evitarse la muerte de los árboles y hay que luchar por salvarlos.
Al analizar el tema, el ingeniero forestal Mauricio Jaramillo Vásquez, consultor con experiencia en trabajos con árboles urbanos, considera que entre el 60 y el 65 % de los árboles de la ciudad manifiestan problemas fitosanitarios, “pero la mayoría no son graves ni se vuelven plagas o amenazas”.
El director del Amva, Eugenio Prieto Soto, ha admitido que se ha hecho notable un deterioro progresivo y la muerte de árboles y palmas en las zonas verdes urbanas.
Para evitarlo, se han hecho pruebas de campo y de laboratorio, aplicando tratamientos para contener o revertir el deterioro y muerte en 15 especies. Según los estudios de la Universidad Nacional sede Medellín y la EIA, en la ciudad hay cerca de 500 especies diferentes de árboles.
6,2 %
de los árboles de Medellín tienen alguna afectación significativa: estudio Amva