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Las cinco mujeres que le ponen freno al crimen en Antioquia

Por primera vez, cinco mujeres
lideran los cargos más importantes
de la Fiscalía en Antioquia.

  • La lucha contra el crimen en Antioquia está encabezada por mujeres. Su trabajo conjunto tiene tras las rejas a tres alcaldes, un contralor y varios integrantes de grupos criminales. Foto: Julio César Herrera
    La lucha contra el crimen en Antioquia está encabezada por mujeres. Su trabajo conjunto tiene tras las rejas a tres alcaldes, un contralor y varios integrantes de grupos criminales. Foto: Julio César Herrera
  • Ángela Giraldo, jefe del CTI, regional Antioquia.
    Ángela Giraldo, jefe del CTI, regional Antioquia.
  • Marisabel Correa, jefe del CTI, regional Medellín
    Marisabel Correa, jefe del CTI, regional Medellín
  • Adriana Villegas, directora seccional Medellín
    Adriana Villegas, directora seccional Medellín
  • Ángela Bedoya, directora seccional Antioquia
    Ángela Bedoya, directora seccional Antioquia
  • Claudia Carrasquilla, directora nal. de Seguridad Ciudadana.
    Claudia Carrasquilla, directora nal. de Seguridad Ciudadana.
03 de septiembre de 2019
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Mientras los agentes del CTI de Medellín y Antioquia llegaban, casi en simultáneo, a las alcaldías de San Carlos, La Pintada y Jardín; al hospital de Copacabana y a la sede de la Contraloría General de Antioquia, el pasado 21 de agosto, cinco mujeres supervisaban sus pasos en la distancia.

Este operativo conocido como “Contraloría de Bolsillo” —que terminó con la captura de 10 personas, entre ellas el contralor Sergio Zuluaga y tres alcaldes— fue el primer logro conjunto de “las superpoderosas”, como conocen en los pasillos del búnker de la Fiscalía al equipo conformado por Claudia Carrasquilla, directora nacional de Seguridad Ciudadana; Ángela Bedoya, directora de la seccional Antioquia; Adriana Villegas, directora de la seccional Medellín; Ángela Giraldo, directora del CTI en Antioquia y Marisabel Correa, directora del CTI en Medellín.

Su logro no es menor. Por primera vez en la historia los cargos más altos del ente investigador en Antioquia están en manos de mujeres, todas abogadas, paisas y con historiales de más de dos décadas al servicio de la justicia como investigadoras, fiscales y hasta juezas.

En el búnker del barrio Caribe se dice que nadie conoce mejor que ellas los enredos del crimen organizado en Medellín, y que su trabajo ha sido clave para lograr las capturas de los principales jefes de “la Oficina” y el “clan del Golfo” en Antioquia.

“Las superpoderosas” tienen en sus manos la estrategia de lucha contra los 23 GDO (grupos delincuenciales organizados) más grandes del país, y los líderes de las disidencias de los frentes 18 y 36 de las Farc (alias “Cabuyo” y “Ramiro”) que delinquen entre Antioquia y Córdoba. Su trabajo es tan delicado que un error u omisión podría significar la libertad de cualquiera de los capturados.

Colegas y amigas

Sus historias comenzaron a cruzarse desde la universidad. Claudia, por ejemplo, estudió con Ángela G. en la universidad, trabajó con Ángela B. en Itagüí, con Marisabel en la división de crimen organizado, y con Adriana en la seccional de Medellín.

Y como todas entraron a la Fiscalía en la misma época —a principios de los 90— suelen contar las historias a dos, tres o hasta cuatro voces. “Somos un equipo muy bueno. Usualmente dicen que las mujeres somos rivales entre nosotras, pero debo decir que nunca había trabajado tan cómoda”, cuenta Adriana, mientras revive detalles del operativo de la Contraloría. “Si ese chat hablara, no se imagina lo que diría”, complementó Marisabel, y todas ríen a carcajadas.

Ellas mantienen la calma, aún cuando las historias no son tan bonitas. Ángela G. toma la vocería para recordar que el camino de la justicia no siempre tiene flores. “Nuestro trabajo es muy difícil porque la gente no llega a la Fiscalía a contar experiencias buenas ni cosas graciosas, sino situaciones delicadas: extorsiones, violaciones, homicidios”, dice, y agrega que poder ayudar a la gente es lo que las hace levantarse a hacer la tarea.

Desde amenazas hasta brujería

Pero no solo los ciudadanos tienen problemas. Ellas como fiscales han tenido que pagar algún precio por pisarles los talones a asesinos, narcotraficantes, pedófilos y políticos corruptos.

Uno de los momentos más duros de Ángela B. ocurrió mientras actuaba como fiscal de Amagá y le encomendaron la misión de decomisar una gasolina en Angelópolis. “Se formó una plomacera y cerca había buses con niños. Recuerdo que nos tocó correr para protegerlos, los tacones volaron y terminé debajo de una cama, escondida con una niña”, dice. Al final, la rescató un helicóptero de la Policía.

Ángela B. y Claudia enfrentaron juntas otro episodio difícil. Durante la cabalgata de la Feria de las Flores de 2017, tres hombres fueron asesinados en una pelea que empezó con un piropo hacia varias mujeres. “El homicida es sobrino de un narcotraficante de la época de Escobar, ¡imagínese cómo era de complicado el caso!”, explica y enumera que hubo fiscales amenazados, armas hurtadas del almacén de evidencias y robo del computador del juez.

A pesar de todo, lograron que el responsable fuera condenado a 50 años de prisión.

Otro día —señala Claudia— el padre de un integrante de “la Oficina” la buscó para decirle que tuviera mucho cuidado porque dentro de la organización criminal que ella y Marisabel combatían habían ordenado hacerles magia negra. “Esas son situaciones que se presentan en la vida cotidiana de nosotros, pero todo eso nos resbala”, apunta.

El único momento en el que este quinteto de mujeres calla es cuando les pregunto si ven posible que Colombia vuelva a tener una mujer como Fiscal General. Tras varios segundos de silencio y un cruce de miradas, reconocen que por ahora es más un deseo que una realidad. “A menos que postulen a alguna superpoderosa”, se escucha, de nuevo, entre carcajadas.

Ángela Giraldo

Jefe del CTI, regional Antioquia

Ángela Giraldo, jefe del CTI, regional Antioquia.
Ángela Giraldo, jefe del CTI, regional Antioquia.

La frase “hay que hacer mucho con poco” resume el trabajo de esta mujer que, con apenas 185 personas en su unidad de Policía Judicial, debe responder por operativos y capturas en 106 municipios de Antioquia. Es abogada de la Universidad de Medellín, con especialización en Derecho Civil y de Familia; y desde 1997 trabaja en la Fiscalía ocupando cargos de investigadora, fiscal local de Amagá y fiscal de Infancia y Adolescencia. Se refiere a su equipo como “mi amadísimo CTI” y aunque siempre quiso estar del lado de la justicia, fue la muerte de ocho compañeros en un atentado la que terminó por convencerla de que su trabajo era una contribución para el país. “Quería que la vida de ellos no pasara en vano”, confiesa.

Marisabel Correa

Jefe del CTI, regional Medellín

Marisabel Correa, jefe del CTI, regional Medellín
Marisabel Correa, jefe del CTI, regional Medellín

Es la que menos tiempo lleva en el cargo: poco más de un mes, aunque su historia en la Fiscalía empezó en 1993 cuando ingresó como auxiliar administrativa de Tribunal. Pero sus ganas de “calle” le ganaron y por eso le pidió al entonces director, Ramiro Marín, que la dejara entrar al equipo de investigaciones para “estar en el fango”. Fue escalando como fiscal local, de URI, destacada ante la Sijín, de apoyo y contra el Crimen Organizado. En este último cargo trabajó hombro a hombro con Claudia Carrasquilla, cada una investigando un ala de “la Oficina”. Esta abogada de la Universidad de Medellín, con maestría en Penal y Teoría del Delito, da la vida por su perro y por las 435 personas que componen la Policía Judicial que encabeza.

Adriana Villegas

Directora seccional Medellín

Adriana Villegas, directora seccional Medellín
Adriana Villegas, directora seccional Medellín

Es la única que no nació en Medellín: casi toda su vida la pasó en Manizales, pero hace seis años llegó a Antioquia donde —dice— no hay nada distinto, excepto el clima y los “chicharrones” más carnudos (en lo que a trabajo se refiere). Es abogada de la Universidad de Caldas, con maestría. Durante siete años fue defensora pública y en abril de 2003 ingresó al ente investigador como fiscal local, luego seccional y después, subdirectora seccional. El Departamento de Estado de EE.UU. la eligió para ser capacitada en el Sistema Penal Acusatorio y estuvo estudiando en Nueva York y Washington. Durante cuatro meses acompañó el trabajo de la fiscalía de Denver y lo que aprendió allí lo aplica hoy con las 1.500 personas que tiene a su cargo.

Ángela Bedoya

Directora seccional Antioquia

Ángela Bedoya, directora seccional Antioquia
Ángela Bedoya, directora seccional Antioquia

Lee expedientes judiciales desde que era niña, pues cuando no estaba en la escuela acompañaba a su mamá al trabajo en el Palacio de Justicia. Mientras la madre servía café y ayudaba en el aseo, la niña se obsesionó con fallos judiciales y decidió que quería ser abogada. Como los recursos eran pocos, entró a trabajar en la Rama Judicial desde los 18 años y luego se graduó de la Universidad Autónoma. Es la única de las cinco que ha sido jueza, magistrada y fiscal. Estuvo en el Tribunal Superior de Antioquia, el de Medellín, el de Pasto y el de Buga. En 1995 entró a la Fiscalía y ha pasado por las seccionales de Cartagena y Atlántico. Tiene a su cargo 420 personas, además de sus hijos; y una maestría pendiente por culminar.

Claudia Carrasquilla

Directora nal. de Seguridad Ciudadana

Claudia Carrasquilla, directora nal. de Seguridad Ciudadana.
Claudia Carrasquilla, directora nal. de Seguridad Ciudadana.

Esta abogada de la Universidad de Medellín vive desde hace dos años en Bogotá, a donde fue trasladada para asumir la dirección nacional contra el Crimen Organizado. Hace un mes fue nombrada en este nuevo cargo, en el que además combate la corrupción, un fenómeno que para ella es “más doloroso”. Coordina el trabajo de 17.000 personas en las 35 seccionales del país. Como las demás, empezó desde abajo: en 1994 dio los primeros pasos como fiscal local, luego fue especializada y más tarde, directora seccional de Medellín. Vive pendiente de su trabajo, sus hijos y su mascota. De Antioquia, dice, extraña la maestría que dejó empezada y la cordialidad expresada en detalles cotidianos, como los saludos en el ascensor.

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