Mientras los agentes del CTI de Medellín y Antioquia llegaban, casi en simultáneo, a las alcaldías de San Carlos, La Pintada y Jardín; al hospital de Copacabana y a la sede de la Contraloría General de Antioquia, el pasado 21 de agosto, cinco mujeres supervisaban sus pasos en la distancia.
Este operativo conocido como “Contraloría de Bolsillo” —que terminó con la captura de 10 personas, entre ellas el contralor Sergio Zuluaga y tres alcaldes— fue el primer logro conjunto de “las superpoderosas”, como conocen en los pasillos del búnker de la Fiscalía al equipo conformado por Claudia Carrasquilla, directora nacional de Seguridad Ciudadana; Ángela Bedoya, directora de la seccional Antioquia; Adriana Villegas, directora de la seccional Medellín; Ángela Giraldo, directora del CTI en Antioquia y Marisabel Correa, directora del CTI en Medellín.
Su logro no es menor. Por primera vez en la historia los cargos más altos del ente investigador en Antioquia están en manos de mujeres, todas abogadas, paisas y con historiales de más de dos décadas al servicio de la justicia como investigadoras, fiscales y hasta juezas.
En el búnker del barrio Caribe se dice que nadie conoce mejor que ellas los enredos del crimen organizado en Medellín, y que su trabajo ha sido clave para lograr las capturas de los principales jefes de “la Oficina” y el “clan del Golfo” en Antioquia.
“Las superpoderosas” tienen en sus manos la estrategia de lucha contra los 23 GDO (grupos delincuenciales organizados) más grandes del país, y los líderes de las disidencias de los frentes 18 y 36 de las Farc (alias “Cabuyo” y “Ramiro”) que delinquen entre Antioquia y Córdoba. Su trabajo es tan delicado que un error u omisión podría significar la libertad de cualquiera de los capturados.
Colegas y amigas
Sus historias comenzaron a cruzarse desde la universidad. Claudia, por ejemplo, estudió con Ángela G. en la universidad, trabajó con Ángela B. en Itagüí, con Marisabel en la división de crimen organizado, y con Adriana en la seccional de Medellín.
Y como todas entraron a la Fiscalía en la misma época —a principios de los 90— suelen contar las historias a dos, tres o hasta cuatro voces. “Somos un equipo muy bueno. Usualmente dicen que las mujeres somos rivales entre nosotras, pero debo decir que nunca había trabajado tan cómoda”, cuenta Adriana, mientras revive detalles del operativo de la Contraloría. “Si ese chat hablara, no se imagina lo que diría”, complementó Marisabel, y todas ríen a carcajadas.
Ellas mantienen la calma, aún cuando las historias no son tan bonitas. Ángela G. toma la vocería para recordar que el camino de la justicia no siempre tiene flores. “Nuestro trabajo es muy difícil porque la gente no llega a la Fiscalía a contar experiencias buenas ni cosas graciosas, sino situaciones delicadas: extorsiones, violaciones, homicidios”, dice, y agrega que poder ayudar a la gente es lo que las hace levantarse a hacer la tarea.
Desde amenazas hasta brujería
Pero no solo los ciudadanos tienen problemas. Ellas como fiscales han tenido que pagar algún precio por pisarles los talones a asesinos, narcotraficantes, pedófilos y políticos corruptos.
Uno de los momentos más duros de Ángela B. ocurrió mientras actuaba como fiscal de Amagá y le encomendaron la misión de decomisar una gasolina en Angelópolis. “Se formó una plomacera y cerca había buses con niños. Recuerdo que nos tocó correr para protegerlos, los tacones volaron y terminé debajo de una cama, escondida con una niña”, dice. Al final, la rescató un helicóptero de la Policía.
Ángela B. y Claudia enfrentaron juntas otro episodio difícil. Durante la cabalgata de la Feria de las Flores de 2017, tres hombres fueron asesinados en una pelea que empezó con un piropo hacia varias mujeres. “El homicida es sobrino de un narcotraficante de la época de Escobar, ¡imagínese cómo era de complicado el caso!”, explica y enumera que hubo fiscales amenazados, armas hurtadas del almacén de evidencias y robo del computador del juez.
A pesar de todo, lograron que el responsable fuera condenado a 50 años de prisión.
Otro día —señala Claudia— el padre de un integrante de “la Oficina” la buscó para decirle que tuviera mucho cuidado porque dentro de la organización criminal que ella y Marisabel combatían habían ordenado hacerles magia negra. “Esas son situaciones que se presentan en la vida cotidiana de nosotros, pero todo eso nos resbala”, apunta.
El único momento en el que este quinteto de mujeres calla es cuando les pregunto si ven posible que Colombia vuelva a tener una mujer como Fiscal General. Tras varios segundos de silencio y un cruce de miradas, reconocen que por ahora es más un deseo que una realidad. “A menos que postulen a alguna superpoderosa”, se escucha, de nuevo, entre carcajadas.