En sus inicios, El Desafío de Caracol Televisión se consolidó como un reality pionero en Colombia que ponía a prueba la resistencia física y mental de sus participantes. El formato era una vitrina del esfuerzo, la estrategia, agilidad mental y la convivencia bajo presión a la que debían resistir los participantes. Sin embargo, a 21 años de su creación, el programa, que en su momento se erigió como una competencia admirable, se ha transformado en un espectáculo que prioriza la exposición de cuerpos, los dobles sentidos y la espectacularización de lo superficial.
La edición de 2025 del reality, grabada en Tobia, Cundinamarca, muestra un giro crudo hacia la hipersexualización. Las escenas de concursantes bañándose desnudos, enfocadas deliberadamente para mostrar sus cuerpos, son transmitidas casi sin filtros en horario familiar. Las cámaras parecen más interesadas en resaltar glúteos, pectorales y bikinis que en seguir la tensión de una prueba de obstáculos o el desarrollo emocional de los equipos. A esto se suman diálogos con insinuaciones sexuales y chistes que antes hubieran sido impensables en una producción de horario estelar.
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El malestar de los televidentes tiene sustento. El programa, que se ha grabado en países como Panamá, República Dominicana, Senegal, Marruecos, India y Trinidad y Tobago, solía ofrecer formatos y competencias bajo condiciones extremas y pruebas físicas exigentes, choques entre generaciones y regiones, paisajes desérticos, alianzas estratégicas y castigos que ponían a prueba la resistencia física y mental de los participantes. La introducción de las “playas” (Alta, Media y Baja), por ejemplo, cambió en su momento la dinámica de la supervivencia.
Es cierto que este tipo de programas siempre tienen una cuota de tensión y drama, necesaria para la viralidad, el entretenimiento y el aumento de las audiencias. En realities como estos han nacido romances (como los de Tatán y Maleja Restrepo en La Isla de los Famosos), y muchos de los participantes se han catapultado a la fama después de participar en él, como Mateo Carvajal (ganador de Desafío 2017: súper humanos, Cap Cana).
Presencia de influencers y modelos webcam
Pero el viraje en la narrativa del programa con los años no es casual. La presencia en el primer capítulo (estrenado el 2 de julio, justo después del noticiero de Caracol) de modelos webcam entre los participantes es otro síntoma del nuevo enfoque que está adoptando El Desafío. Si bien no hay ningún problema en que estos perfiles participen, llama la atención que su inclusión esté claramente orientada a reforzar un perfil físico y sensual, más que deportivo o competitivo. La selección parece pensada para cautivar desde la atracción visual, más que por su capacidad atlética o su historia de vida.
Visión experta: declaraciones de Paola Hincapié
Para Paola Hincapié, directora creativa de la agencia El Grifo y experta en narrativas de audiencia, se pueden concluir varios puntos tras este primer episodio, y uno de ellos es que el canal está apostando por captar la atención en un entorno cada vez más competido, donde la televisión tradicional pierde terreno frente a las plataformas digitales. “Hay varias cosas aquí en juego como el negocio del canal, porque obviamente hay una toma de decisión editorial y directiva de atracción de audiencias en un contexto y un entorno bastante competido donde la televisión desde hace un muy buen tiempo está viendo que tiene una fuga importante de audiencias.
Lo otro es el asunto de este tipo de programas en que la fórmula no está pensada en un tema de fidelizar audiencias, sino traer personas que en redes tienen unas audiencias masivas que generan un tema muy de escándalo, de show, de indignación, dejando de lado el tema de inspiración, que era lo que solía tener ese formato”.
En este contexto, El Desafío ha dejado de ser un referente de esfuerzo físico para convertirse en una especie de Acapulco Shore, con tintes de provocación y dramatismo que poco o nada tienen que ver con los valores deportivos que alguna vez defendió. Las redes sociales lo confirman: mientras antes los comentarios giraban en torno a la dificultad de las pruebas o la estrategia de los equipos, hoy abundan los clips de duchas sensuales, insinuaciones y “momentos calientes” del reality.
El contraste con temporadas pasadas es evidente. Aunque desde 2019 la conducción de Andrea Serna ha intentado mantener cierto tono de sobriedad, su discurso sobre “innovar” año tras año parece haber sido secuestrado por la lógica del rating a toda costa. Ella misma ha declarado que busca constantemente nuevas formas de conectar con la audiencia, pero lo que se observa en pantalla dista mucho de una reinvención creativa: es más bien una claudicación ante el espectáculo fácil y el deseo de competir con los formatos más sensacionalistas la televisión y las plataformas digitales.
Por ello, Hincapié advierte que al trasladar personajes construidos para pantallas individuales como el celular —donde dominan otros algoritmos, filtros— a una pantalla colectiva como la televisión, se rompe la promesa editorial del producto: “Nosotros no consumimos personas en la pantalla, nosotros consumimos objetos y eso viene del lenguaje digital, los filtros que de alguna manera deforman la realidad y ahí se empieza a desdibujar mucho ese aspecto de aquello que sería cool hablar.
Entonces se habla de tener sexo, de cómo me gustan los hombres o cómo me gustan las mujeres, de exponer de alguna manera mi desnudez, y se convierte en un tema algorítmico donde siempre te están pidiendo que arriesgues más”.
Lo más preocupante es que este tipo de contenidos se emiten en un horario en el que niños, niñas y adolescentes todavía están frente al televisor. Caracol Televisión, en lugar de marcar una diferencia con formatos responsables y de calidad, parece haber decidido replicar las fórmulas de realities extranjeros que exaltan la fiesta, el drama sexual y la trivialización del cuerpo. En un país con profundas brechas sociales y problemas estructurales de género, esta hipersexualización masiva contribuye a naturalizar estereotipos y dinámicas que refuerzan la cosificación, sobre todo de las mujeres, advierte la experta consultada.
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¿Puede recuperar su identidad el Desafío?
Aunque esta temporada incluye a atletas como Anthony Zambrano, medallista olímpico, o campeones nacionales de obstáculos como “Rata” Maldonado, su presencia se ve diluida en medio de un mar de cuerpos esculpidos, influencers de gimnasio, cámaras lentas en ropa interior y comentarios que giran en torno al físico más que al rendimiento.
La estrategia detrás del Desafío 2025: ¿más rating, menos coherencia?
La estrategia del canal es clara: conquistar a un público joven, acostumbrado a consumir contenido de TikTok y realities como Too Hot to Handle o La Isla de las Tentaciones. Pero al hacerlo, El Desafío renuncia a su identidad, a su trayectoria como programa insignia de la televisión colombiana que celebraba el deporte, el trabajo en equipo y la resiliencia.
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Por ahora, el desafío más grande del programa no es el que enfrentan sus participantes, sino el que enfrenta la televisión colombiana: resistirse a la banalización del cuerpo como único atractivo narrativo y a la normalización de contenidos sexualizados en espacios que deberían formar, no deformar, la mirada de una audiencia cada vez más expuesta a mensajes contradictorios.
Aunque este tipo de estrategias puede aumentar el rating temporalmente, la experta Hincapié subraya que se está cometiendo un error fundamental en comunicación: “Nunca puedo ofender a la audiencia principal. Creo que fueron decisiones más de marketing que de un tema de entretenimiento, conceptual, editorial, como desde la armonía y la coherencia, y siempre lo he dicho: el éxito de cualquier producto, marca, artista, en fin, es la coherencia”, dijo. En su análisis, los seguidores fieles del formato se sienten desplazados por una versión que parece haber abandonado los valores que consolidaron su éxito durante años.