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Cerramiento de Plaza Botero es un retroceso de 25 años para la ciudad

La idea de cercar el espacio público ya demostró ser un fracaso en otras ocasiones.

  • Cerramiento de Plaza Botero es un retroceso de 25 años para la ciudad
  • El muro de Luis Pérez en el estadio excluyó a vendedores ambulantes y trastornó la dinámica en la unidad deportiva. FOTO: JUAN ANTONIO SÁNCHEZ
    El muro de Luis Pérez en el estadio excluyó a vendedores ambulantes y trastornó la dinámica en la unidad deportiva. FOTO: JUAN ANTONIO SÁNCHEZ
  • La caída del muro del Jardín Botánico por parte de los vecinos del sector. FOTO: ARCHIVO EL COLOMBIANO
    La caída del muro del Jardín Botánico por parte de los vecinos del sector. FOTO: ARCHIVO EL COLOMBIANO
11 de febrero de 2023
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Viendo la inclinación del alcalde Daniel Quintero por los cerramientos, las vallas y rejas para solucionar las problemáticas sociales y urbanas en Medellín, cuesta creer que el mismo alcalde, por allá en febrero de 2020, se mostrara en redes sociales como un entusiasta de la abolición de barreras urbanas y acogiera con alegría la propuesta del gobernador Aníbal Gaviria para tumbar muros y rejas de la Universidad de Antioquia, Parque Norte y Jardín Botánico y así convertir esta zona en una “univerciudad”.

Lejos de esa postura, Quintero optó nuevamente por los cercos y resaltó resultados prematuros sobre un supuesto mejoramiento de la seguridad en la Plaza Botero tras tomar la decisión de rodear la plaza con vallas de la Policía e instalar seis puntos que controlen el ingreso y salida de ciudadanos al sitio más turístico de la ciudad. Una plaza pública con derecho de admisión.

Lo hizo a pesar de que el cerramiento que adelantó allí mismo desde 2021 se consumó con un fracaso, pues ni la criminalidad disminuyó ni el espacio público se renovó y hasta las mismas estructuras que montó la Alcaldía terminaron completamente desvalijadas.

Mientras Quintero saca pecho por el inicio exitoso, según él, del plan de choque en la Plaza Botero, con un primer balance que incluye la incautación de 20 navajas y 20 dosis de droga, un frente amplio del sector cultural clama apertura del alcalde para reflexionar sobre las consecuencias que puede tener esta medida.

El muro de Luis Pérez en el estadio excluyó a vendedores ambulantes y trastornó la dinámica en la unidad deportiva. FOTO: JUAN ANTONIO SÁNCHEZ
El muro de Luis Pérez en el estadio excluyó a vendedores ambulantes y trastornó la dinámica en la unidad deportiva. FOTO: JUAN ANTONIO SÁNCHEZ

Líderes, gestores y organizaciones culturales lamentan, además, que la decisión borra de tajo los procesos de construcción social y colectiva. Y es que la Alcaldía ni siquiera contempló un consenso con el Instituto de Patrimonio y el propio Museo de Antioquia, que advierte que esta determinación unilateral anula las posibilidades infinitas que ofrecen el arte y la cultura para propiciar un diálogo que reconozca a todos los que habitan este espacio, tal como ha sido el interés del Museo y el ICPA en las dos últimas décadas.

El mundo mira a Medellín, apunta Alejandro Echeverri, director del Centro de Estudios Urbanos y Ambientales de Eafit –Urbam– porque demostró en los últimos 25 años la capacidad para recuperar zonas críticas con políticas de transformación de espacio público, gestión cultural y activación económica. Lo que hizo quintero en la Plaza, señala Echeverri, es justamente lo contrario. Es “bajar el listón y devolver a la ciudad por un camino que ya había recorrido hace varios años. Eso es muy doloroso”, lamenta.

Echeverri es uno de los artífices de esos casos de éxito, uno emblemático, que a partir de un acuerdo social y un acto simbólico desencadenó la transformación de la zona norte.

Por allá a inicios de 2005, con el Jardín Botánico rumbo a la quiebra, el entonces alcalde Sergio Fajardo y Echeverri, director de la EDU, propusieron a los accionistas un plan de renovación del Jardín que contemplaba la entrega, a cambio de financiación, de parte del perímetro externo al municipio para desarrollar el paseo peatonal. Pero no era suficiente. Alejandro recuerda que al conversar con la comunidad de los barrios aledaños era evidente una especie de resentimiento hacia los muros, sobre todo el que daba hacia el barrio El Bosque, al considerarlo un símbolo de exclusión.

Es importante recordar que desde 1913 y hasta finales de los 50, el Bosque de la Independencia, donde hoy se ubica el Jardín Botánico, fue el más importante sitio de recreación en la ciudad. Luego llegó la decadencia del sector; los prostíbulos, talleres mecánicos y la inseguridad de la zona rodearon al Jardín y a comienzos de los 60 la decisión de sus propietarios fue atrincherarse entre paredes y privatizar el espacio.

Así que para dar el aval final al plan de reestructuración le hicieron una última exigencia a los accionistas: que tumbaran el muro trasero del Jardín y lo reemplazaran por una estructura abierta. De hecho, cuenta Echeverri, fueron los mismos vecinos los que derribaron el muro. Con martillos y herramientas, en medio de una fiesta con la que sentaron las bases de la transformación de la zona norte que tomó forma a partir de diciembre de 2007 –con la reapertura gratuita del Jardín– y el surgimiento del Explora y el Parque de los Deseos.

La caída del muro del Jardín Botánico por parte de los vecinos del sector. FOTO: ARCHIVO EL COLOMBIANO
La caída del muro del Jardín Botánico por parte de los vecinos del sector. FOTO: ARCHIVO EL COLOMBIANO

En los últimos 25 años, en otros lugares, con diferentes mandatarios, el derribo de muros y la apertura a la construcción conjunta crearon y recuperaron nuevos espacios públicos: el parque de los Pies Descalzos, los parques biblioteca, el primer metrocable a Santo Domingo Savio, la Plaza Cisneros y Carabobo.

Por el contrario, otros casos que entendieron la seguridad del espacio público como una exclusión del otro, fracasaron estrepitosamente. El mejor de los ejemplos fue el muro que erigió el entonces alcalde Luis Pérez Gutiérrez en 2004 para cercar la unidad deportiva Atanasio Girardot. Gutiérrez argumentó que para controlar la inseguridad y violencia desatada de las barras bravas era obligatorio trazar una línea divisoria, una elegante reja metálica para crear una jaula de 2.082 metros, que costó $4.700 millones y estuvo lista en enero de 2004 de ese año. Catorce meses después la justicia ordenó la demolición de 360 metros de este muro que excluyó a vendedores ambulantes y trastornó la tradicional dinámica de las familias en días de fútbol y durante actividades deportivas.

La Sala Novena del Tribunal Administrativo de Antioquia le dio la razón a una acción popular y determinó que el muro atentó contra los derechos colectivos del goce y disfrute del espacio público.

A Quintero, quien ha mostrado su simpatía hacia las fallidas ideas sobre la seguridad ciudadana de Pérez Gutiérrez (como el uso de drones para vigilancia), los sectores culturales y cívicos le dicen que todavía está a tiempo de sentarse a construir una solución diferente para recuperar la Plaza, una que en verdad vaya en sintonía con la filosofía que hizo de Medellín un referente de renovación urbana en el mundo, enfatiza Echeverri.

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