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Con la llegada del nuevo milenio, para algunos, el contraste se tornó insoportable. Frente a la sede del Centro Administrativo La Alpujarra, en el costado occidental de la Plaza Cisneros, una edificación abandonada pendía de los recuerdos de quienes la habían habitado el siglo anterior.
En ese entonces, la discusión fue el reflejo de una dicotomía por resolver: hacer prevalecer el valor patrimonial del sitio y reformarlo, o cerrar su ciclo estableciendo una nueva estructura.
El Pasaje Sucre, como era conocido el último recodo de la plaza de mercado techada que en el siglo XX surtió a los hogares de la ciudad, fue demolido en medio de la polémica en enero de 2003, para erigir en su lugar una biblioteca temática, cuya construcción estaría a cargo de las Empresas Públicas de Medellín.
La historia del pasaje está inseparablemente hilada con la del barrio Guayaquil, que albergó el centro de comercio en el que se estableció.
“Era territorio de nadie y quien quisiera podía tomar posesión de él, sin consecuencias”, expone el historiador Néstor Armando Alzate en su libro La Bella Villa.
Y fue Carlos Coriolano Amador, comerciante de prolífica fortuna, quien vio en el entonces despoblado terreno el lugar ideal para construir una plaza de mercado techada en 1894, a la que se anexó el Pasaje Sucre en 1920.
De acuerdo con Alzate, el lote comercial alcanzó a ocupar 8.947 metros cuadrados que albergaban la más variopinta oferta de productos.
“En Guayaquil se estableció una nueva forma de relaciones sociales, principalmente por el establecimiento de la plaza, pero que también se complementó con la llegada de los edificios Vásquez y Carré y la estación del ferrocarril”, explica el escritor e historiador Reinaldo Spitaletta.
Así, en menos de tres décadas, el sector pasó de ser un pantano rodeado por pocas casas a uno de los principales focos del desarrollo en la capital paisa y, por tanto, un pasaje de visita obligatoria para habitantes y visitantes de la naciente metrópoli.
El ascenso de la plaza en la que se enmarcaba el Pasaje Sucre sufrió una abrupta pausa en la década de 1930. “Un voraz incendio la semidestruyó, lo que obligó a una reconstrucción que desdibujó su fisonomía original”, dice Alzate.
Aunque el Sucre se recuperó de ese golpe en ese entonces, su efecto le llevaría al nocaut 60 años más tarde.
Luego, en 1959, al pasaje le fueron anexados 241 puestos de venteros ambulantes, que se situaron en la denominada carrera Diazgranados (la 53).
“La zona se comenzó a deteriorar socialmente: llegó a una decadencia absoluta porque la plaza de mercado, por la informalización de la economía, se convirtió en un lugar de amontonamiento”, expone Spitaletta.
Pero no fue eso lo que llevó a la desocupación del pasaje, sino el incendio del 7 de abril de 1968, que consumió un cuarto de la plaza de Guayaquil y afectó a la estructura del Sucre. “Vendedores y compradores empezaron a abandonarlo triste y silenciosamente”, narra Alzate.
Finalmente, en 1984 se abrieron las puertas de la plaza de mercado La Minorista, a la que migró el comercio que antes había copado la de Guayaquil, y a los pocos que quedaban en el devastado pasaje no les quedó de otra que seguir sus pasos o encontrar un oficio nuevo en otro lugar.
En 2002, la Alcaldía de Medellín, en cabeza del hoy gobernador de Antioquia Luis Pérez Gutiérrez, se empecinó en establecer una biblioteca temática en donde se ubicaba el pasaje, último sobreviviente del mercado de antaño.
El primer paso para llevar a cabo la transformación se dio el 24 de enero, cuando, según la escritura número 076 expedida en la Notaría 16, la administración adquirió el predio a Inversiones Sucre por $ 2.000 millones.
Posteriormente, contrató a un conjunto de expertos para que elaboraran un reporte detallado del estado de la edificación del Sucre. Ese documento fue puesto a disposición del urbanista Darío Ruiz.
Su concepto, publicado en EL COLOMBIANO en 2002, fue definitivo: “El edificio no amenaza ruina sino que está prácticamente en la ruina”. De acuerdo con el experto y la administración, la situación era tal que resultaría más costoso reparar la vetusta edificación que apostar por la construcción de una nueva.
En diciembre de ese año, tras extraer al Pasaje Sucre del inventario de bienes de interés cultural de Medellín alegando inestabilidad estructural y la pérdida de su arquitectura original por los incendios, se autorizó finalmente su demolición.
Tras dos años y medio en obra y luego de superar la discusión que suscitó, la Biblioteca EPM fue inaugurada el 2 de junio de 2005.
Su diseño arquitectónico, que estuvo a cargo de Juan Felipe Uribe, emula a un laberinto, en el que las letras y el conocimiento marcan el trazado de los múltiples caminos que alberga.
Hoy, tras 14 años al servicio de los medellinenses, la biblioteca recibe a más de 30.000 visitantes mensualmente, que pueden acceder sin costo a la colección de 46.000 libros, las tres galerías de arte con exposiciones que se actualizan periódicamente, dos auditorios con capacidad para 80 personas cada uno, y una cinemateca que puede albergar a igual número de personas.
Ello, aunado a la ubicación estratégica del lugar (cercano a las estaciones Cisneros, San Antonio y Alpujarra del metro), hace de la biblioteca un nuevo punto de encuentro para la capital paisa, en el que los intercambios, ahora de conocimiento, siguen conectando a los medellinenses. .
Periodista profesional y atleta aficionado. Hago preguntas para entender la ciudad.