El de ayer fue un día muy triste en Ciudad Bolívar, tan duro como lo fue en la finca cafetera La Coqueta, cuyos trabajadores aprendieron a querer y gozar con los dos hermanitos, entre ellos Julián Estiven, de seis años, quienes fueron atacados a machete por una persona debido a que la madre de los menores no le prestó un celular.
En la mañana de ayer, 9:00 a.m., el templo de Ciudad Bolívar, resultó pequeño para congregar a la multitud que acudió al sepelio del niño, quien murió en el Hospital San Vicente Fundación, donde fue trasladado, junto con su hermanita de 4, en busca de un milagro que les salvara la vida.
No obstante los esfuerzos médicos, el ataque fue tan salvaje, que uno de los machetazos que le entró por el cuello y le comprometió la columna. De haber sobrevivido hubiese quedado cuadripléjico, dijeron fuentes del hospital.
La niña sufrió amputación de su mano izquierda y otra herida, también de gravedad en la cabeza. Se salvó, comenta Piedad Bolívar, propietaria de la finca donde la mamá de los niños trabaja como recolectora de café, porque ese día, pasado martes, se había amarrado un buzo en el cuello y otra camisa para protegerse del sol. No obstante, el filo del arma y la forma violenta del ataque terminaron por herirla de gravedad.
Una junta médica del San Vicente Fundación, uno de los centros médicos con más experiencia y recursos científicos en este tipo de trasplantes, evaluará hoy si es posible salvarle la manito a la niña, comentó Piedad Bolívar.
Se les informó que en la primera evolución del implante la manito presentaba problemas de irrigación.
Dolor en el pueblo
La misa fue concelebrada por monseñor Noel Londoño, obispo de la Diócesis de Jericó, y los sacerdotes de los templos La Inmaculada, del parque principal de Bolívar; La Ermita y el del corregimiento Farallón, al que pertenece la finca La Coqueta, donde ocurrió la tragedia.
Mientras el grupo de sacerdotes oraba a Dios por el niño, sus compañeritos y alumnos de las escuelas agachaban sus cabezas para llorar y realizar sus propias oraciones. Entre los adultos se reflejaba el dolor en sus rostros y la impotencia por lo sucedido.
Fue tanta la gente que acudió al templo que hubo que transmitir la misa por la emisora local Radio Ciudad Bolívar, para que aquellos que no lograron ingresar al mismo la escucharan por altoparlantes.
Entre sus reflexiones, monseñor Londoño dijo que si bien la inmensa mayoría de las personas que van por esta época a Ciudad Bolívar y otros municipios del suroeste de Antioquia a trabajar como recolectores de café, son gente buena, también aparecen personas con antecedentes delictivos, drogadictos, vendedores de alucinógenos y prostitutas, que se convierten en un lastre para la región.
Desde el episodio, las actividades en la finca La Coqueta se semiparalizaron. Su propietaria dice que si bien los trabajadores acudieron al cafetal a recolectar el grano, allí se encontraron evidencias del paso juguetón de los niños por los surcos de esta finca cafetera en la que participaban en su segunda cosecha de café.
Estos recuerdos envolvieron a los cosecheros en una suerte de tristezas que prácticamente no dejó rendir en la recolección como están acostumbrados.
El alcalde de Ciudad Bolívar, Antonio de Jesús Castaño, destacó la gran solidaridad de la comunidad, la Policía, la Fuerza Aérea, la Gobernación y algunos medios de comunicación con la familia Higuita Muñoz, que es muy humilde.
Embargada por la tristeza, Piedad Bolívar le comentó a EL COLOMBIANO, que los padres del niño, son personas muy humildes y trabajadoras, que laboraban con máximo esfuerzo para tratar de reunir algún dinero para poder levantar su casita en un lote que compraron en Dabeiba.