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A pesar de que no pretendía vender ni un tinto, el tedio del encierro y la necesidad de sentirse útil impulsó a María Esnora Mosquera a darle vuelta al negocio que tiene en las inmediaciones del Atanasio Girardot. Pasó revista del mobiliario, aprovechó para hacer aseo y prepararlo para una eventual reapertura. Su soledad se dispersaba en la búsqueda obstinada de alimento para cuatro palomas que rondaban la zona.
El de ella, el quiosco 48-110, de las afueras de occidental, era el único con la reja entreabierta. El resto de los 290 locales ubicados en las inmediaciones de la unidad deportiva eran la repetición de la repetidera: un ejército de rectángulos grises con las rejas abajo y los candados cerrados. No había música, no había balones rodando y los árboles daban una sombra que por estos días nadie aprovechaba.
“Ya vamos para el mes de estar cerrados y esto es muy duro. Dígame, por favor, cuando puedo volver a salir con eso del pico y cédula y me anota en este papelito”, dice la mujer sesentona que desconfía de sus gafas y que saca el documento de identidad como si fuera su secreto mejor guardado.
-¿Están todos bien en la casa?, le pregunto para romper el silencio y me mira con cara de angustia.
“Los que siguen vivos están bien, dentro de lo que se puede”, responde la mujer que lleva tres décadas ganándose la vida de cuenta del público que visita el principal complejo deportivo de la capital antioqueña.
El local de Luz Mery Álvarez también está en los exteriores de la tribuna occidental. En un día de fútbol, como los que vive desde hace más de cuatro décadas, el frente del negocio estaría lleno de mesas y sillas ocupadas por hinchas que conversan y piden cerveza. Como el resto de vendedores, por estos días no atiende el lugar por la cuarentena y masculla al otro lado de la línea telefónica la impotencia que le produce estar encerrada en la casa.
“Yo no tengo ningún subsidio ni soy pensionada. Hace 46 años trabajo por el estadio, empecé con una carreta vendiendo fresquito por los lados de la Marte 1 y con el tiempo me fui tirando hacia occidental para vender aguardientico y cerveza. El capital que tengo son mis dos manos”, relata la mujer, quien recuerda que llegó al local que hoy ocupa el 10 de marzo de 2010, es decir, hace menos de un mes celebró allí sus primeros diez años.
Con la suspensión del fútbol y de toda actividad deportiva en general, la vida alrededor del Atanasio quedó en pausa. No hay salpicones con helado, no hay olor a papas con aceite requemado y no se exhiben los tradicionales banquetes de frituras. La carrera 74 trae buses como el Belén Santra donde se extinguieron los hinchas y el metro suena más fuerte que de costumbre cuando pasa por la estación Estadio. Los gritos de gol se quedaron atragantados desde el pasado 7 de marzo.
De las múltiples entradas que tiene el estadio solo una está abierta: la puerta 64 que sirve de central de operaciones y parqueadero de ambulancias para un grupo de socorristas que empacan mercados con motivo de la contingencia.
En el centro comercial Obelisco también espantan y solo los vigilantes y las trabajadoras de un café veían pasar desde el segundo piso la vida ralentizada de la Medellín en cuarentena.
Gestionan ayudas
Ismelda Gómez Ortiz tiene un negocio de ensaladas de frutas y jugos naturales sobre la carrera 74 que se llama El sabor de la negra.
Llegó hace tres décadas a trabajar a esta zona del occidente de Medellín y ahora forma parte de la junta que dirige la Asociación de Red de Venteros de la Unidad Deportiva Atanasio Girardot.
Como líder recibe por estos días los llamados de sus colegas que muestran la preocupación por el cierre y por las necesidades que se derivan de tener que pagar servicios y un canon de arrendamiento sin poder vender nada.
“Ni de la Alcaldía ni los concejales se han comunicado con nosotros. Sí me llamaron de Atlético Nacional y me pidieron una lista porque iban a entregar mercados para los más necesitados. Ellos hicieron una campaña (ver Paréntesis), ya empezaron a llegar los mercados y son una bendición, pero hay comerciantes que se van a quedar sin ayudas porque somos muchos más”, comentó.
Juan Carlos Cadavid, vicepresidente de la asociación de venteros y arrendatarios del estadio, calculó que además de los 180 venteros formales con negocios en los alrededores, hay otras 400 personas que derivan su sustento económico del trabajo solo en los días que hay partido:
“Dentro del estadio hay arrendatarios, despachadores y venteros. En su gran mayoría vivimos exclusivamente de lo que producimos y hay madres cabeza de familia, adultos mayores y personas en situación de discapacidad. La mayoría no alcanzamos los subsidios del Estado y vivimos del diario por lo que es difícil tener un ahorro para subsistir durante una etapa tan larga como la que se avecina.
De acuerdo con Cadavid, que trabaja en la cafetería 2 de la tribuna occidental donde se preparan las famosas crispetas, desde el Inder ya se pusieron en contacto con ellos y les plantearon condonar los arrendamientos de marzo y abril. La esperanza de todos es que la campaña que inició Atlético Nacional y Antioquia Presente tenga más eco y que todos los que viven alrededor del fútbol puedan aguantar este mal tiempo mientras la pelota vuelve a rodar y se renueva la esperanza .