A solo 30 kilómetros de la capital antioqueña está el Alto de San Miguel. En este bosque de niebla, habitado por 62 especies de aves; 49, de mamíferos, y por lo menos 250 tipos de plantas, nace el río Medellín, que atraviesa de sur a norte el Valle de Aburrá.
Desde el alto sigue su curso por la vereda La Clara, en Caldas, un lugar donde las personas se bañan en cristalinas aguas. Esto resulta impensable kilómetros más abajo. “Lo mejor de La Clara es el agua fría que revitaliza. Voy desde niño. Hoy es mejor, porque la represaron y ya no hay necesidad de armar el charco”, dijo David Bravo (@david__bravo) desde su cuenta de Twitter.
A esta vereda, cada fin de semana llegan turistas a disfrutar del agua, hacer deporte o, simplemente, a admirar el paisaje. Desde allí, después de caminar dos horas y media, se llega a la unión de las cuatro quebradas que dan nacimiento al río Medellín: La Amoladora, El Tesoro, Santa Isabel y la Vieja, según explicó a la Twittercrónica la guía y habitante del sector Beatriz Arriguí.
El paisaje natural contrasta con las basuras que dejan los visitantes. “Es una pena que la gente que vista La Clara en sus carros también aproveche para lavarlos y aparte dejar basuras. Debería haber un control los fines de semana para que no acaben con este bello lugar”, expresó Gildardo Restrepo (@gandresr).
Una de las habitantes de la vereda, María Gladis Molina, quien vive hace 40 años en el sector, recordó que el río en ocasiones baja turbio porque más arriba hay un botadero de tierra. También expresó su preocupación al tener su casa a escasos tres metros de la orilla. “Vivir acá es muy rico, pero yo estaría dispuesta a reubicarme en otra parte. Cada vez que llueve nos da miedo”.
En la ciudad
Desde Sabaneta hasta Bello el río se encuentra canalizado y las personas pierden total contacto con el principal afluente del área metropolitana. “Aquí te pusieron en cintura, te metieron en línea recta; te encajonaron”, escribió Tomás Carrasquilla en 1919 cuando el cauce natural del río comenzó a ser modificado de acuerdo a las necesidades urbanísticas.
Cuando llega a la urbe, el río toma una tonalidad oscura y el olor fétido de sus aguas disgusta a los ciudadanos. En Ayurá se encuentra la Planta de tratamiento San Fernando, en la que se trata aproximadamente el 20% de las aguas residuales generadas en los municipios de La Estrella, Sabaneta, Envigado e Itagüí.
“Cada 8 días paso por la ciclovía y los olores y el mal color están presentes. ¿Qué se está haciendo realmente?”, cuestionó Sergio Iván Tobón (@sergioitobonc).
Aguas abajo se encuentra el puente de Guayaquil, el más antiguo que se conserva sobre el río. Este permitió el poblamiento del costado suroccidental del valle en 1879, ahora solo pasan peatones aunque en alguna época los carros fueron frecuentes allí. En esta zona se desarrolla el proyecto Parques del Río, que pretende, entre otras cosas, acercar a la ciudadanía con el afluente.
Según estudios del Área Metropolitana , el punto del río que tiene los mayores niveles de contaminación, corresponde al tramo comprendido entre Niquía y Ancón Norte, pues en esta zona son descargadas las aguas residuales de Medellín y Bello.
Después de Bello, el río deja de ser canalizado y sus orillas vuelven a su verde natural, opacado por la contaminación del agua. Luego de cruzar los diez municipios del Aburrá y recorrer cien kilómetros, su torrente se une al río Grande en el puente Gabino (que conduce de Barbosa a Gómez Plata), para continuar su curso hasta el mar Caribe..