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La escena se repite como una pesadilla: la llave, inexorable, vierte el líquido y el suelo se tiñe de blanco. Sucede cada tanto, sin que alguien pueda hacer algo para remediarlo. Entonces, a los esfuerzos de meses, literalmente, se los traga la tierra. Tanques enteros de leche van a dar a los potreros que alimentaron a las vacas; los ganaderos, consternados, no tienen más remedio que implorar para que la pesadilla no los atormente pronto.
El fenómeno se conoce como “enlechada”. Sucede por varias razones, pero la más común, reconocen los propios ganaderos, es cuando hay excedentes de producción. Es decir, hay tanta leche que las empresas compradoras sobrepasan su capacidad. La última opción, dolorosa, es abrir la llave y que la leche, al menos, sirva para fertilizar el pasto.
Jhon Fredy Pino es un productor de leche de Santa Rosa de Osos, al Norte de Antioquia. Lleva 18 años en el negocio y, a pesar de haber vivido momentos duros, de verse ahogado y con la leche al cuello, reconoce que nunca había pasado por tiempos como el presente. “La situación es muy complicada. Veníamos mal de la pandemia y en mayo nos cayó el paro. Los precios de los abonos subieron de manera desmedida. Antes los comprábamos en $70.000 y ahora están a $110.000”, dice el ganadero.
En el Norte no hubo bloqueos constantes durante el paro. Sin embargo, los productores sí sintieron el rigor. Pino, por ejemplo, vende la leche de sus 40 vacas en producción a una empresa que la lleva a Bogotá. Dice que un día recibió una carta de esa compañía. Le comunicaron que no podían recogerle diariamente, como lo hacían, sino que pasarían cada tres o cuatro días. Pero las vacas no dan espera y no se puede dejar de ordeñarlas. “El tanque se me llenó y tuve que botar leche. Tiene una capacidad de 1.650 litros y nosotros producimos unos 900 cada día. No hubo más remedio”, rememora.
Javier Botero tiene 300 cabezas de ganado en Santa Rosa. Su finca está en la vía que va hacia Yarumal, sobre los 2.700 metros sobre el nivel del mar. El viento golpea, frío, y los pastos reverdecen la mayor parte del año. Como los demás, tuvo que verter leche al suelo a mediados de mayo. Pero, desde su óptica, lo peor no ha pasado: “Los precios de los fletes están carísimos. Antes, el viaje hasta Barranquilla costaba $110.000 y hoy está sobre los $200.000. El concentrado está un 40 % por encima de lo que costaba antes. Si la cosa sigue así, no sé cuánto vamos a aguantar”.
Una visión similar tiene León Torres, otro ganadero de la zona. En su finca hay 70 vacas en producción. En mayo, con los bloqueos y las afectaciones, se vio obligado a botar la leche. “Cada día nos tocaba salir de unos 1.000 o 1.200 litros. En total, puedo decir que perdí 12.000 litros. Lo más grave es que la situación mejora muy lentamente”, apunta.
Las famosas “enlechadas” no nacieron con el paro. El ganadero Botero dice que es un fenómeno cíclico, que se repite cada año: “Casi siempre sucede entre junio y agosto por los excedentes de producción. Es algo que no se ha podido solucionar y, si me preguntan, la clave está en mejorar nuestra infraestructura, pero ha faltado voluntad política”.
Teniendo eso en cuenta, y con el fin de buscar alternativas para los productores de la región, hay dos proyectos que se desarrollan de manera paralela. El primero de ellos es privado y está en cabeza de la Corporación de Ganaderos del Norte de Antioquia (Corpogansa). Desde 2016 se planteó la construcción de una planta pulverizadora de leche para la región. ¿Con qué fin? La idea es que los excedentes no se pierdan más y se conviertan en leche en polvo. Una vez hecho el proceso, esta puede utilizarse en productos.
Luz Eugenia Pérez, gerente de Corpogansa, indica que la planta estará lista en menos de un mes. Será la primera de su clase en la zona. Por el momento están recibiendo los equipos para ponerla en marcha. Según la corporación, esto beneficiará a 250 pequeños productores de leche en Belmira, Santa Rosa de Osos, Entrerríos, San José de la Montaña, Yarumal y Angostura.
El ganadero Pino es entusiasta con la idea: “Con la leche en polvo haremos productos innovadores. Por ejemplo, ya tenemos un jugo de leche y una sopa. El jugo es un refresco, como el té que se vende en polvo. Es solo mezclarlo con agua. Esa diversificación de productos es lo que nos ayudará a salir adelante”.
Por su parte, Botero, otro de los ganaderos, advierte que la idea es bienvenida en cuanto a que es nueva infraestructura que evitará que más leche se siga perdiendo en los momentos de excedentes o ante coyunturas como la del paro.
Fernando Osorio, zootecnista de la U. Nacional y experto en ganadería de leche, dice que Antioquia es la principal cuenca lechera del país. Según la Unidad de Seguimiento de Precios de MinAgricultura, el departamento acopia, en promedio, 3’346.000 litros diarios.
El experto se refiere a la pulverizadora: “El año pasado, el país importó 73.663 toneladas de leche en polvo para reconversión. La planta haría el mercado más autosuficiente y se evitaría buscar ese producto en el exterior. Nuestro consumo de leche está en 146 litros por persona, pero se hace en su mayoría como leche líquida. Las innovaciones son positivas en ese sentido y se les llevarían productos de más valor nutritivo a las comunidades”, dice el zootecnista.
El otro proyecto que apunta en el mismo sentido es la Ciudadela Lechera, liderada por la Gobernación de Antioquia y la alcaldía de Santa Rosa. Se trata, en síntesis, de aprovechar unas estructuras existentes para tener un espacio para fomentar la producción lechera del Norte.
Su desarrollo está pensando en tres fases. La primera tendrá una inversión de $5.100 millones. Luz Marina Rojas, secretaria de Competitividad, Desarrollo Productivo y Turismo de Santa Rosa, indica que lo primero será acondicionar el espacio: “Las otras fases están todavía en diseño y no sabemos cuánto costarían. Lo que sí sabemos es que la Ciudadela tendrá una planta pulverizadora para aprovechar los excedentes”.
Los ganaderos no son muy optimistas frente a este proyecto. Para Pino, hace parte de “una apuesta política”. Botero, por su parte, dice que no se los han expuesto, pero que fomentar el turismo alrededor de la leche es una idea que no se ha podido materializar.
Lo único que esperan los productores es que la pesadilla termine y que nunca tengan que derramar una gota más de leche