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La escena se repite como una pesadilla: la llave, inexorable, vierte el líquido y el suelo se tiñe de blanco. Sucede cada tanto, sin que alguien pueda hacer algo para remediarlo. Entonces, a los esfuerzos de meses, literalmente, se los traga la tierra. Tanques enteros de leche van a dar a los potreros que alimentaron a las vacas; los ganaderos, consternados, no tienen más remedio que implorar para que la pesadilla no los atormente pronto.
El fenómeno se conoce como “enlechada”. Sucede por varias razones, pero la más común, reconocen los propios ganaderos, es cuando hay excedentes de producción. Es decir, hay tanta leche que las empresas compradoras sobrepasan su capacidad. La última opción, dolorosa, es abrir la llave y que la leche, al menos,...
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