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Kipará, el grupo paisa que hace detener el mundo con sus tambores

Historia de cómo un grupo de jóvenes nacido
en Manrique se “transforma”
en animales.

  • Los tambores de Kipará llaman de inmediato la atención de todos. Tienen un magnetismo del que es muy difícil escapar. FOTOS manuel saldarriaga
    Los tambores de Kipará llaman de inmediato la atención de todos. Tienen un magnetismo del que es muy difícil escapar. FOTOS manuel saldarriaga
  • Los miembros de Kipará realizan su “metamorfosis” con maquillajes abstractos. FOTO: Manuel Saldarriaga.
    Los miembros de Kipará realizan su “metamorfosis” con maquillajes abstractos. FOTO: Manuel Saldarriaga.
  • Con su ritmo, Kipará cautivó a los asistentes del Carnaval de Ríosucio. FOTO: Manuel Saldarriaga.
    Con su ritmo, Kipará cautivó a los asistentes del Carnaval de Ríosucio. FOTO: Manuel Saldarriaga.
29 de enero de 2023
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En el Parque de los Deseos —rebautizado de La Resistencia— el sol pega fuerte en la mañana. Las losas se recalientan y la gente camina buscando la sombra, por los lados. La rutina es aburrida: los buses se detienen y abren las puertas, los celadores dan ronda, con pasos adormilados. Aunque la mañana es luminosa, el ánimo es más bien gris, aletargado. Basta la aparición de unos animales para cambiarlo todo.

No son animales, en realidad, sino humanos transformados. Uno se ha convertido en un elefante, con sus pasos pesados, que hacen temblar la tierra. Otro es ahora un colibrí liviano, juguetón. Metamorfosearse en un animal no es casualidad. Las comunidades americanas creían firmemente en que los hombres pueden transmutarse en un jaguar, por ejemplo, y recorrer la selva sin ser descubierto.

En Hombres de maíz, la novela de Miguel Ángel Asturias, un personaje, para ganar en agilidad, se convierte en un coyote. Como su misión es llevar recados de un lado a otro, se le reconoce como el correo-coyote; es un hombre transformado, que recorre los volcanes y valles de Guatemala a una velocidad sobrehumana.

Algo parecido pasa con los integrantes de Kipará, guardando las proporciones entre el mito y la realidad. Son 13 las personas que conforman el grupo musical. Así como tienen nombre en la vida cotidiana, cada uno tiene un Jai, es decir, el espíritu de un animal. Katherin, una de las fundadoras, es el elefante. Y tiene sentido, el instrumento que toca es el más grande, el que retumba, el que estremece la tierra.

Para entender un poco hay que ir al comienzo. Katherin se unió con Andrés Urrego en 2019 con la intención de crear un grupo artístico que fuera más allá de lo musical. Se identificaron con la batucada, un ritmo brasileño, muy popular en la ciudad de Salvador. El ritmo, en realidad, es de origen africano, como tantos otros que se han hecho populares en América Latina.

La percusión es el gran aporte africano en la música americana. Si bien en este lado del mundo había instrumentos de percusión, fueron los esclavos llegados al Caribe los que comenzaron toda una tradición ahora centenaria. La salsa, la samba, el merengue, el porro y hasta la música vallenata deben buena parte de su historia al aporte de los venidos desde África.

Los miembros de Kipará realizan su “metamorfosis” con maquillajes abstractos. FOTO: Manuel Saldarriaga.
Los miembros de Kipará realizan su “metamorfosis” con maquillajes abstractos. FOTO: Manuel Saldarriaga.

Volviendo a la historia de Kipará, la idea fue conectarse con las raíces de nuestra historia. Ya estaba el elemento africano, entonces llegó el americano. Kipará es un vocablo embera que hace referencia a la jagua, un árbol que ofrece un fruto que sirve como pigmento. El concepto es más amplio, porque abarca la identidad del pueblo, su idiosincrasia y su cultura.

Con esos elementos ancestrales incorporados comenzó de verdad el grupo. Cada uno de los 14 integrantes —hoy son 13— escogió su Jai, el espíritu del animal que lo representa. La transformación en ese espíritu, como en el caso del correo-coyote, va más allá de la mera representación. Cada uno se maquilla de acuerdo a su personaje, haciendo alusión a él con líneas abstractas, de colores, en el rostro. Tania Román, una de las integrantes, se transforma en el jaguar, el felino americano por antonomasia, el mismo animal que es leyenda para las comunidades americanas.

Transformados en sus Jai, los integrantes de Kipará trastornan la aburrida mañana del Parque de Los Deseos. Un hombre jubilado acude al llamado de los tambores. Llega excitado, con la mano sobre el corazón. Lo propio hace un grupo de oficinistas que dejaron su puesto de trabajo para ver el espectáculo. “Estaba a dos cuadras de acá cuando escuché esto. Sabía que no era música de cantina, sino algo hermoso. Yo creo que tengo genes africanos, porque escucho esto y me transformo, se me eriza la piel, me transporta al África”, dice Carlos, el hombre pensionado.

Kipará logra un efecto difícil de describir. Hace poco estuvieron en el Carnaval de Riosucio, Caldas, donde llegaron autogestionando los costos. A pesar de los cientos de artistas, de las calles concurridas, del barullo generalizado, lograron llamar la atención de todos, casi deteniendo el paso del propio diablo. Tocando los tambores, danzando, mirando al cielo, detienen todo a su alrededor, como sucede en la mañana del Parque de los Deseos.

Con su ritmo, Kipará cautivó a los asistentes del Carnaval de Ríosucio. FOTO: Manuel Saldarriaga.
Con su ritmo, Kipará cautivó a los asistentes del Carnaval de Ríosucio. FOTO: Manuel Saldarriaga.

Fuera de los escenarios, los integrantes de Kipará se dedican a otros oficios. Maestros, carpinteros e ingenieros forman el grupo. “Conformamos toda una diversidad, que es uno de nuestros principios. Aunque somos diferentes, tenemos pensamientos parecidos en lo que debe ser el grupo en la parte social”, cuenta Katherin.

Ánderson Mejía, el director artístico, dice que la misión es ir más allá del arte por el arte. Hay que llevar un mensaje, algo que dé esperanzas a la gente, que la saque de la rutina. Por eso, el grupo ha hecho parte de marchas contra la violencia hacia las mujeres. También han llevado un mensaje de alegría, de superación y de paz a los pueblos más afectados por la violencia en el Bajo Cauca.

Kipará es la representación de 500 años de luchas de los pueblos ancestrales. En sus tambores condensan los dramas y alegrías de un continente.

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