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De deseos a la resistencia, historia del epicentro del paro en Medellín

Tienen espacio allí expresiones culturales y de ciencia. Hoy lo llaman parque de la “resistencia”.

  • El 5 de mayo, durante la protesta más masiva, llegaron 12.000 personas al parque, según la alcaldía. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA
    El 5 de mayo, durante la protesta más masiva, llegaron 12.000 personas al parque, según la alcaldía. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA
  • La lúdica también está en su historia. Antes de la pandemia, los niños eran sus más fieles visitantes. FOTO manuel saldarriaga
    La lúdica también está en su historia. Antes de la pandemia, los niños eran sus más fieles visitantes. FOTO manuel saldarriaga
21 de mayo de 2021
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Aunque fue pensado como un espacio para mirar hacia las estrellas y contemplar la grandeza de la creación, sirvió para mirar hacia adentro. O, si se quiere, para mirarnos los unos a los otros. Circundado por robustos peros de agua, que como vigías custodian la plaza, se convirtió en escenario de la protesta social. Y como poco ejerció la astronomía, disciplina alrededor de la cual se creó, su nombre oficial de Los Deseos hoy va de boca en boca como el parque de la Resistencia por quienes se expresan en él.

A propósito de la resignificación de su nombre, este es un paseo por ese sector que, aunque no se crea, en él ya se reunía la gente desde el siglo XIX, pero con otros fines.

Mucho antes de que existiera el Parque Norte, el Jardín Botánico o Los Deseos, la zona norte de la ciudad era un lugar de encuentro y diversión. A finales del siglo XIX, cuando Medellín era aún una capital provinciana, aislada en sus propias montañas, se inauguró la casa de baño El Edén, la más importante de la ciudad. Como no había servicios públicos y el agua no corría hasta las casas, los pobladores de la pequeña ciudad acudían a ese espacio.

El Edén se convirtió, pasado un tiempo, en el lugar de encuentro de una clase media en ascenso. Además de los baños, la gente acudía a compartir, hablar de política o de algún suceso que había recién estremecido al mundo. La tertulia y los chistes se amenizaban con aguardiente y los desencuentros se pasaban con empanadas.

Pero, con la llegada del nuevo siglo, los baños públicos comenzaron su declive. El Edén, como el paraíso perdido, cerró las puertas y con ello terminó una era de la ciudad. Todo esto está contado en detalle en el libro De El edén al parque público, del arquitecto Juan Sebastián Bustamante. El texto fue editado por Eafit y publicado en 2018. Se basa, según dice el autor, en una recopilación de artículos de prensa, fotografías y expresiones artísticas entre 1913 y 1960.

La historia toma un giro a principios de 1900. Cerrado El Edén para siempre, en la zona norte nació una idea que fue echando raíces: hacer del lugar un bosque. Para convertirla en una realidad, pues hasta entonces no era más que una quimera, el presidente Carlos E. Restrepo dio un auxilio por $15.000. Corría el año de 1910 y para entonces llegaron noticias del mundo: París tenía grandes parques y Nueva York no se quedaba atrás. ¿Por qué no podía Medellín, una ciudad tropical, aspirar a tener su propio parque verde? Al final, con la tozudez de la villa por hacerse ciudad, se adquirieron los predios por $10.000.

Aunque no se había sembrado el primer árbol, y el lugar no dejaba de ser un potrero pelado, se le dio el nombre, algo pretencioso, el Bosque de la Independencia, haciendo alusión a los 100 años de emancipación del imperio español. “La idea la forjó la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín, en cabeza de Ricardo Olano y sus artículos en la revista Propaganda Cívica”, explica Bustamante.

La siembra de árboles comenzó en 1913. Según el investigador, los mismos ciudadanos fueron los encargados de plantarlos.

En la década del 50, como puede verse en las fotografías de la época, la gente gozaba ya bajo la sombra de los crecidos guayacanes y yarumos. Sobre un pequeño lago cabeceaban canoas en las que la gente se divertía.

La Independencia fue el espacio público por antonomasia de la ciudad durante varias décadas. Pero en los 60 comenzó una explosión demográfica que nadie imaginó. Huyendo de la guerra, cientos de personas arribaron a Medellín en busca de una segunda oportunidad. La parte plana de la ciudad ya estaba parcialmente poblada, así que los nuevos vecinos, como pudieron, se treparon sobre las laderas de la ciudad, en especial la nororiental. El crecimiento desordenado de la población, además de las precariedades que sufrían los nuevos habitantes, desencadenó problemas sociales y violencias recicladas.

“El sector se deterioró mucho. Incluso, se volvió peligroso. Fueron muchos años hasta que en 2004 se remodeló todo el paisaje urbanístico. Es como una vuelta al pasado, a su propia historia”, relata el investigador Bustamante.

Mirar hacia arriba

En los 70, unos años después de que el hombre pisara la Luna, algunos habitantes de Medellín, curiosos por los misterios del universo, se encontraban para compartir las últimas noticias astronómicas. Pese a su interés por el cosmos, no había un lugar para compartir aquella pasión.

Pero sus palabras fueron escuchadas y su anhelo se puso en marcha. En 1984 se inauguró el Planetario Jesús Emilio Ramírez González, cuyo nombre hace honor al sacerdote de Yolombó que dedicó parte de su vida a desentrañar los misterios de la Tierra y el cosmos.

Pese a que el Planetario estaba allí, la zona siguió padeciendo el abandono y la inseguridad. Fueron muchos años de zozobra y deterioro. Pero, con la llegada del nuevo milenio, se pensó en la construcción de un nuevo parque, un espacio público que sirviera a la ciudad y se integrara a la observación astronómica. La idea era recuperar esa histórica zona, en donde algún día había existido el Edén. Del parque se encargó la Fundación EPM que, a través del arquitecto Felipe Uribe de Bedout, levantó el Parque de los Deseos, que fue inaugurado en 2003.

Pilar Velilla, quien fue directora del Jardín Botánico entre 2005 y 2009, además de gerente del Centro entre 2016 y 2019, recuerda que la zona norte estaba muy deteriorada para comienzos de siglo. “El Jardín Botánico, cuando llegué, estaba en una profunda crisis financiera. Además de la crisis institucional, estaba ubicado en una zona olvidada y con graves patologías sociales”, rememora Velilla.

La renovación pública del norte de la ciudad, comenzada en 2003, dio sus frutos. En 2009, el Jardín Botánico, heredero del Bosque de la Independencia y de los baños del Edén, recibió 2.374.000 visitantes, según su exdirectora.

Maderley Ceballos, docente universitaria de la UPB y experta en temas de ciudad, indica que el parque fue concebido como un observatorio astronómico. Prueba de ello es el reloj solar que, aunque ignorado, continúa en pie. También hay esferas celestes, simuladores de eclipses y una réplica de un observatorio astronómico muisca. “Pese a ese fin, la gente se apropió de él de otra manera. Con los años se convirtió en un lugar de encuentro de tribus sociales. Es un espacio abierto, con una estética cautivadora”, opina la profesora.

Sobre este tema también da cuenta una investigación de Madelín Clavijo, presentada en 2013 en el marco del VII Congreso Latinoamericano de Ciencia Política. Esa pesquisa expuso cómo la comunidad Lgbtiq se apropió del parque. “Para la comunidad Lgbtiq implica la posibilidad de participar en espacios que incidan en la construcción de pensarse, sentirse, y actuarse en conjunto, en colectividad, en una colectividad disidente sexualmente”.

Epicentro de manifestaciones

Luis Fernando Arbeláez, urbanista y profesor de Unaula, explica que el Parque de los Deseos se convirtió en epicentro de las protestas porque “es el único sitio de la ciudad que puede aglutinar a tanta gente”. Lo argumenta: “Antes, las manifestaciones políticas se hacían en Plaza Cisneros. Allí se presentaban todos los políticos. Incluso lo hizo el mismo Gaitán. Pero, con la transformación, y que ahora es el Parque de las Luces, se perdió un referente. Se decía que el político que llenara Cisneros, ganaba”.

La profesora Ceballos está de acuerdo. Y añade que el Parque de los Deseos tiene a su favor que está cerca de las comunas 3 y 4: “Otro factor muy relevante es que está al lado de la Universidad de Antioquia. Eso ha sido, creo, fundamental para que se haya convertido en escenario de protesta”.

El urbanista, por su parte, considera que el nombre de parque de la Resistencia debe mantenerse. “El parque es de la gente y es ella la que le da uso. Es un espacio de discusión, de civilidad, en donde se discuten ideas. En fin, es un referente de la democracia”, añade.

En el llamado parque de la Resistencia, Juan Esteban Maya, un joven de Aranjuez, vende confites en compañía de su perro. Camina sobre las losas de concreto que ahora guardan cientos de frases de los manifestantes. “Perdí mi empleo de siete años y para no dejarme ganar del hambre, me vine a trabajar. Mi mujer apoya en las protestas, pinta los carteles, mientras el perro y yo vendemos los confites. Este parque se convirtió en el de la solidaridad. A mí me dan tamal, arroz con pollo, arroz con leche. Es el verdadero espacio de la resistencia”, concluye

2003
fue el año en que se inauguró el Parque de los Deseos. Lo administra Fundación EPM.
Infográfico
Miguel Osorio Montoya

Comunicador Social-Periodista de la UPB. Redactor del Área Metro de El Colombiano.

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