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Los últimos días de la Casa Roja de Rogelio Salmona en El Poblado

Por un proyecto inmobiliario, esta obra del célebre arquitecto colombo-francés es objeto de debate.

  • Los altos techos, la entrada de la luz y el manejo del espacio hacen de la Casa Roja un lugar especial. FOTOS Julio César Herrera
    Los altos techos, la entrada de la luz y el manejo del espacio hacen de la Casa Roja un lugar especial. FOTOS Julio César Herrera
  • Los últimos días de la Casa Roja de Rogelio Salmona en El Poblado
  • Los últimos días de la Casa Roja de Rogelio Salmona en El Poblado
  • Los últimos días de la Casa Roja de Rogelio Salmona en El Poblado
  • La casa está ubicada en la calle 10, en un terreno de 2.200 metros cuadrados, circundado por la quebrada La Presidenta.
    La casa está ubicada en la calle 10, en un terreno de 2.200 metros cuadrados, circundado por la quebrada La Presidenta.
14 de abril de 2021
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El último pedazo que sobrevive de la Casa Roja, uno de los legados más importantes del arquitecto Rogelio Salmona en Medellín, será derribado durante los próximos meses para dar paso a un edificio de apartamentos.

Ubicada en la calle 10, dos cuadras al oriente de la transversal Inferior, la edificación permanece escondida en medio de los árboles y al menos cinco edificios residenciales, que la cercan en todas las direcciones.

En una malla metálica verde, situada en un camino de piedra que conduce a la propiedad, se levanta un aviso informativo de la Curaduría Segunda Urbana de Medellín, en donde se anuncia que la licencia para construir allí una nueva torre fue aprobada el 18 de febrero de 2021.

Aunque el proyecto avanzaba desde hace más de cuatro años, según detalló la familia propietaria de la casa, la instalación de ese aviso despertó un debate entre vecinos y arquitectos del país, que piden preservar la edificación por su valor histórico y patrimonial.

La huella de Salmona

María Elvira Madriñán, arquitecta y directora de la Fundación Rogelio Salmona, explica que los orígenes de la Casa Roja se remontan a 1966, cuando un amigo del arquitecto, Mario Gutiérrez Cárdenas, le encomendó construir su casa familiar en un terreno de El Poblado, ubicado junto a la quebrada La Presidenta.

Luego de trabajar por cerca de 10 años en París, de la mano del arquitecto franco-suizo Charles-Édouard Jeanneret-Gris, más conocido como Le Corbusier, Madriñán detalla que Salmona regresó a Colombia en 1958 y empezó a participar en varios proyectos de vivienda.

“Si vemos la obra de Rogelio, uno de los valores por los que se caracteriza es el uso de patios. En esta casa está como la semilla de lo que viene a ser el desarrollo posterior de la composición con ese elemento”, señala Madriñán, enfatizando que el principal valor de la edificación es que pertenece a un periodo de la obra de Salmona en el que este empezaba a consolidar su estilo.

Según plantea la experta, aunque la construcción es muy sencilla desde el punto de vista compositivo y de materiales, su riqueza espacial es la que la hace importante.

Aunque en Medellín la obra más célebre de Salmona es el Centro de Desarrollo Cultural de Moravia, terminado en 2007, a lo largo del país son muchos los lugares que quedaron con la huella del arquitecto franco-colombiano, considerado uno de los más importantes de Latinoamérica.

La Biblioteca Pública Virgilio Barco, el Centro Cultural Gabriel García Márquez, el edificio de posgrados de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional y la recuperación del eje ambiental de la avenida Jiménez de Quesada, en Bogotá, hacen parte de una larga lista de espacios en donde Salmona imprimió su visión estética e inició una revolución en el manejo del espacio.

Recuerdos de una vida

Alejandro Gutiérrez, hijo de Mario Gutiérrez Cárdenas, señala que, aunque su familia es consciente del valor patrimonial de la casa, una mezcla de factores los llevaron a decidir cederla para un proyecto inmobiliario.

Devolviéndose en el tiempo, Gutiérrez detalla que los primeros años de su infancia los pasó jugando en las orillas de la quebrada La Presidenta. Corriendo de un lado al otro, en medio de árboles y terrenos aún sin linderos, su recuerdo más lejano, dice, es el de una casa cálida, iluminada y ubicada en el corazón de un barrio apacible.

“Mi papá era ingeniero civil, pero tenía una sensibilidad por la arquitectura. Esa fue una de las cosas que lo acercó a Rogelio. Durante su juventud él se enamoró del lote, lo quiso comprar y después le pido a Rogelio que le hiciera su casa ahí”, dice Gutiérrez.

Tras habitar el espacio por casi 13 años, Gutiérrez explica que su familia se fue del país y solo regresaron a Medellín en 2002.

Durante ese periodo, el lugar funcionó como sede de una agencia de publicidad, una oficina de arquitectura y también permaneció un tiempo abandonado. En la década del 90, esa situación generó que ladrones irrumpieran en el lugar y se llevaran el cableado y los ventanales.

Así mismo, advierte que, aunque por su valor sentimental sus padres se empeñaron en conservarla, la acelerada expansión urbana que experimentó El Poblado durante la década del 80 y el aumento del valor del suelo convirtieron el terreno en una pesada carga financiera.

Luego de su regreso, en la década de 2000, Gutiérrez añade que en la cabeza de su padre comenzó a germinar la idea de destinar el lugar para un proyecto inmobiliario.

De esta forma, cuando aún Salmona y su padre estaban vivos, explica que los dos iniciaron un proyecto para construir allí un edificio residencial. Aunque la iniciativa obtuvo una licencia de construcción, por problemas financieros nunca despegó y terminó siendo cancelada.

Desde ese primer intento, señala Gutiérrez, para costear el mantenimiento de la propiedad la familia ensayó otras fórmulas, como abrir una tienda de productos y decoraciones para el hogar o averiguar que tan viable sería darle cualquier otro uso comercial. Pero la reglamentación urbana, sostiene, les prohibió darle una destinación que no fuera residencial.

“Yo entiendo que la casa tiene una importancia arquitectónica, que se suma la importancia que tiene para nosotros. Soltarla no es fácil, hay una mezcolanza de sentimientos como nostalgia y tristeza”, dice Gutiérrez.

“Este tipo de patrimonios se han dejado a un lado. No hay la atención ni las políticas ni el recurso en las entidades para hacer nada con ello”, agrega, criticando que el peso de preservar la casa recaiga exclusivamente en su familia y no haya otros actores que propongan alternativas.

José Fernando Ángel, arquitecto que encabeza el proyecto que se construirá en el terreno, entregó a este diario un pronunciamiento escrito en donde explicó por qué la casa no podrá ser preservada.

Según detalló, aunque el terreno tiene una extensión aproximada de 2.200 metros cuadrados, los 15 metros de retiro que deben respetarse desde la orilla de la quebrada La Presidenta y los 6 metros laterales que deben preservarse para una futura ampliación de la calle 10, hicieron inviable mantener la porción que sobrevive de la casa, que en 2006 ya había sido derribada en un 75 % para el proyecto que no pudo despegar.

Según sostuvo el arquitecto, cuando ejercía como presidente de la junta de la Empresa de Desarrollo Urbano se reunió con Salmona para preguntarle qué tan viable sería conservar la casa.

“Me dijo vehementemente que no lo veía factible ni correcto”, sostuvo Ángel en su escrito, planteando que el mejor homenaje para la memoria del arquitecto sería “hacer un buen edificio y abogar porque el Estado haga un inventario oportuno de estas casas y se desarrolle una normativa específica para la protección de este patrimonio, sin dejarle esta responsabilidad y carga a las familias propietarias”.

El debate por el futuro

En contravía a lo planteado por Ángel, Madriñán cuestiona la decisión de derribar la casa y manifiesta que, pese a no aparecer registrada en el inventario de bienes patrimoniales del municipio o la Nación, su desaparición implicará una pérdida irreparable.

Para verificar si la casa no aparecía en esos registros, este diario solicitó al Departamento Administrativo de Planeación de Medellín una copia de la lista de los Bienes de Interés Cultural del Ámbito Nacional (BIC) y Municipal (BICM) y pudo constatar que la Casa Roja no está incluida en los 406 ítems de ambas listas.

Según los cálculos de la familia Gutiérrez, la fecha del derribamiento de la casa podría fijarse para el primer semestre de 2022. Esto a causa de que los 16 apartamentos de 165 metros cuadrados que se harán allí aún no han sido vendidos.

“Por más que no ha sido declarada como tal, es un patrimonio y tiene unos valores arquitectónicos que deberían permanecer. Eliminar la casa es como borrar la memoria”, consideró Madriñán

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