En un mes normal de cosecha, una sola familia de caficultores del corregimiento Las Margaritas de Salgar, producía en promedio hasta cuatro cargas de café (500 kilos). Desde el pasado lunes 18 de mayo, y quien sabe por cuántos días o meses, decenas de hectáreas de cafetales no tendrán cómo ser cosechadas.
Óscar Alberto Bolívar Londoño, nacido y criado en Salgar, lleva 47 años viviendo en Las Margaritas. Su único oficio, desde que tiene uso de razón, es el de recoger café. Su vivienda, que comparte con su señora e hija, quedaba entre el inicio de la cuesta del cerro y la calle principal del corregimiento. Cruzando la calle, había una fila de casas y un billar, y más abajo pasaba la quebrada La Liboriana. Hoy, mejor dicho, desde el pasado lunes, la casa de don Óscar, queda al pie de la quebrada.
Con la tragedia perdió tres mulas y dos caballos, animales que usaba para cargar los bultos de café que le sacaba a la montaña, a más de dos kilómetros de su casa, cuesta arriba.
“Quedamos varados para seguir trabajando, además de las bestias, también perdí el abono y las herramientas. A todos mis vecinos de enfrente, amigos de toda la vida, se los llevó la avalancha con todo y casa. Esos cafetales quedaron sin doliente, porque aquí todos nos dedicábamos a eso, a recoger café”, cuenta don Óscar con resignación.
Según sus cálculos, mejores que los de cualquier ingeniero agrónomo, en uno o dos meses los granos de café se van a caer y ya no quedaría nada para recoger, por ende, esa cosecha se pierde.
“El palo seguirá ahí, pero sin nadie que lo cuide, le recoja el café o le eche abono, es muy difícil que le salga grano como lo hacía antes. La recuperada de esos cafetales se puede demorar entre cuatro y cinco meses”, explicó don Óscar.
Al preguntarle si se piensa quedar en Las Margaritas a pesar de la amenaza, la respuesta de don Óscar, después de un suspiro y varios segundos de silencio fue: “¡toca! porque uno no tiene pa’ donde irse. Aquí tengo la tierrita para seguir trabajando; mi única salida, es quedarme acá”.