viernes
8 y 2
8 y 2
El día que Lucila Bustamante murió, la tradicional natilla de maíz que se vende desde hace más de setenta años en el Centro de Medellín, se puso en peligro de extinción, lo que sería un golpe duro al paladar de muchos paisas y visitantes de la ciudad, que aún buscan esta delicia para degustar especialmente en Navidad.
El deceso de una de las pioneras en la elaboración de este manjar ocurrió el 7 de diciembre de hace cuatro años. Ese día fue crucial para su hija mayor, Alba Nora Cano Bustamante, que entonces tenía 66 años y era la única de la familia que seguía en la actividad.
“A mi madre no le dio temor, se fue tranquila porque ella sabía que yo iba a seguir con esta actividad, porque la trabajo desde que era niña y con ella levanté a mis hijos”, comenta Alba Nora, sentada en una acera de la calle Colombia, entre las carreras Bolívar y Carabobo, donde también se ubicaba Lucila y se han ubicado por décadas las mujeres que venden el producto en icopor.
Tan tradicional como la misma natilla con buñuelos y hojuelas es la calle Colombia, donde funcionan bancos, locales comerciales y almacenes de electrodomésticos. Es casi la calle más importante para conectar el oriente y el occidente de la ciudad y cruza el parque de Berrío, conocido como el corazón de Medellín.
Pues muchos latidos de ese corazón provienen del olor a natilla que se vende en ambas aceras de la vía. En el corredor se ven casetas de venta de muchas cosas, como camisetas, ropa infantil, repuestos de celular, frutas y hasta verduras. Pero ningún producto le da tanta identidad como la natilla, especialmente en el tramo entre Bolívar y Carabobo.
Alba Nora afirma que siempre se ubicaron allí porque es la zona por donde más circulan personas y así es más fácil vender. Cuenta que hacer la natilla de maíz es un acto de amor, porque le toca levantarse a las 4:00 de la mañana para empezar el proceso de fabricarla: “la muelo, la cuelo, la monto (al fuego), la bato y ya la saco a las nueve”, explica mientras les va ofreciendo las cajitas a los transeúntes que pasan. “Vea Alba Nora, va a salir en Teleantioquia, usted tan famosa”, le dice un hombre de unos sesenta años que le arrebata sonrisas mientras ella le dice que no es Teleantioquia sino la primera página de EL COLOMBIANO.
Alba Nora, es verdad, ya es una celebridad en el gremio de las natilleras del parque Berrío gracias a que en la cuenta de Twitter de Memoria, Patrimonio y Archivo Histórico fue publicado un video en el que ella da testimonio de su actividad. Pero allí hay otras mujeres que también fabrican la natilla en sus casas y luego salen a venderla. Hoy por hoy son solo tres, entre estas también está Clara Bustamante, de 71 años y que dice estar metida en el negocio desde los 18. “La tradición nació en Altavista fuimos varias familias que nos dedicamos desde muchos años a hacer esta natilla que es la original y que por la manera como se hace es más rica y saludable”.
Clara afirma que con este trabajo crió a sus cuatro hijos, de los cuales solo uno le ayuda “por los laditos”. El día que ella se vaya, por lo menos de su núcleo familiar no habrá nadie más en la actividad.
Alba Nora también sostiene que ella, a pesar de haber conseguido lo que tiene haciendo esta variedad de natilla (la original), ya no necesita “matarse” trabajando y un día terminará su tarea. “Ahora solo vengo los viernes, pero desde agosto hasta el 20 de enero lo hago todos los días”, cuenta.
El que empiece a fondo desde agosto tiene una razón y la da doña Clara, que es su competencia más cercana, pues está ubicada a dos locales: “es el mes de la Feria de Flores y también buscan mucho este producto”.
La natilla que ambas venden va con buñuelo. Antes incluía hojuelas, pero Nora asegura que hacer esta delicia requiere mucho trabajo y no compensa el sacrificio con el valor. A su edad, dice, la fuerza ya no le da.
Tanto Nora como Clara les dan pruebas gratis a los clientes para que se animen a comprar. Algunos se las reciben a ambas y hay quienes les compran a las dos. “¿La receta?, ja ja ja”, responde Nora cuando se le pregunta sobre el secreto del sabor de las suyas. Clara también se va con evasivas. Dice que la más sabrosa la fabricaba su abuela, Leticia Ramírez, una de las pioneras, quien “murió hace un año y me dejó la herencia”. Larga vida para las pocas que quedan haciendo esta natilla “artesanal y tradicional”, un bocado exquisito tan esencial como el pesebre y los villancicos.
Periodista egresado de UPB con especialización en literatura Universidad de Medellín. El paisaje alucinante, poesía. Premios de Periodismo Siemens y Colprensa, y Rey de España colectivos. Especialidad, crónicas.