Esta vez la polémica en Barbosa surgió por cuenta de unas monjas cuya comunidad religiosa administra hace 62 años el asilo, pero a partir de este 15 de diciembre se irán de allí y hay ciudadanos que culpan de la partida al párroco de la iglesia de San Antonio de Padua, de quien dicen que les habría cambiado las condiciones de desempeño a las religiosas, lo que las habría hecho aburrir.
La discordia involucra a las monjas de la Congregación Hermanitas de los Pobres de San Pedro Claver y al asilo Fundación San Pedro Claver, propiedad de la parroquia San Antonio de Padua, a la que se le donó el inmueble para servir a los ancianos más pobres.
El anuncio de que las hermanas se irían se escuchó en una misa del padre John Jairo Yepes y no tardó un día en ser tema de corrillos en parques, tiendas y carnicerías. Muchas señoras se echaron hasta bendiciones por sentir como “un sacrilegio” que el refugio pase a ser manejado por “civiles”.
“Dicen que ellas no se han entendido con el padre, que les ha cambiado las condiciones y por eso se van”, comentó una señora sin decir su nombre. Una vecina que se identificó como Doris expuso que el cambio no sería conveniente por la historia de las monjas en el refugio. “Sería triste que se fueran, ellas conocen cómo funcionan las cosas y los viejitos las quieren”.
Hay voces que sostienen que los cambios son normales. Hernando, de 75 años, dijo que la salida de las monjas lo sorprendió: “Las monjitas van a hacer falta, ellas viven muy pendientes de los ancianos”, sostuvo, pero no criticó la decisión en caso de que provenga del párroco. Otra ciudadana lamentó que las hermanas se vayan, pero advirtió que el problema grave es que a tan pocos días no se sepa quiénes las reemplazarán.
“Fue decisión propia”
En medio de la polémica está el padre Yepes, párroco de San Antonio de Padua y presidente de la Junta del asilo, quien aclaró que la decisión de irse la tomaron las monjas.
“Las hermanas tienen acá muchos años, pero es un contrato administrativo, su comunidad tiene refugios propios y se dedicarán a administrarlos”. Expuso que en toda institución hay que corregir cosas, procedimientos por actualizar, pero estos nada tienen qué ver con el adiós de las hermanas.
En sus manos tiene una carta de la superiora y representante legal de las religiosas, la hermana Rosalba Cuartas Ramírez, quien le anunció que no renovarán el contrato. “La decisión de no prorrogar el convenio con la Fundación la hemos tomado debido a la escasez de religiosas en nuestra congregación (...), lo que nos ha llevado a salir de obras no propias para dedicarnos a las instituciones propias”.
El padre Yepes afirmó que aunque no se ha decidido el reemplazo de las monjas, tres en total que se irán, “nuestro sueño es que venga otra comunidad religiosa”.
Los más sorprendidos fueron los ancianos del asilo, que dijeron no saber que las hermanas se irán. Jorge Samper, 75 años, les agradeció su labor, “pero si se van, vienen otras y todo va a seguir igual”.
Marta Jaramillo, 66 años, se quejó de que en los últimos años se le “dañó la vida” porque la pusieron a dormir con otras personas: “Yo tenía habitación para mí sola y era muy feliz, pero ya somos ocho en la pieza y eso me aburre”. Sostuvo que si hay cambios tocará acoplarse, “porque mientras uno no sea de problemas no tiene porqué irle mal”.
Por parte de las monjas no hubo pronunciamientos, pero sí confirmaron que el 15 se irán del asilo, que alberga a 48 ancianos, 30 de ellos pagados por el Municipio, aunque la cuota no cubre ni el 10 por ciento de los gastos que conlleva la atención de cada viejito, dijo el padre Yepes.