Fizebad es un club privado en el Oriente antioqueño, asentado en una meseta amplia y verde. Desde hace unos meses, aunque pueden ser años, se viene cocinando una puja desde sus adentros.
La tierra que lo circunda, muy apetecida por constructores e inmobiliarias, es propiedad de poco más de 350 personas, muchas de ellas pertenecientes a prominentes familias de Antioquia. Conociendo el valor de esa tierra, una facción de los dueños está pujando por su venta; de otro lado están los que se oponen. Ambos lados niegan que haya una confrontación, pero lo cierto es que están en juego los predios y el patrimonio arquitectónico.
El punto culmen de la disputa comenzó luego de la asamblea de accionistas celebrada en marzo, cuando se puso sobre la mesa la posibilidad de vender las 12 hectáreas que poseen hoy los socios de Fizebad S.A, es decir, las más de 350 personas mencionadas. A la reunión llegaron dos sobre sellados, cada uno con una oferta inmobiliaria por desarrollar en los predios de Fizebad. Aunque el asunto se ha tratado con secretismo, se habló de que una de ellas proponía la construcción de 550 unidades de vivienda. Entonces se puso el grito en el cielo.
La disputa por la venta de las 12 hectáreas trascendió a los medios de comunicación esta semana y, en vez de apaciguarse, ha escalado. Ricardo Bedoya, presidente de la junta de Fizebad, le ha bajado el tono al debate y ha dicho que, de fondo, las dos partes coinciden en la conservación del club y de la arquitectura patrimonial, que data de comienzos del siglo XIX. “Las construcciones representan un 20% del lote. En el 50% restante se podría hacer un desarrollo inmobiliario amigable con el medioambiente”, comenta Bedoya, quien propende porque se venda la tierra pero se conserven las construcciones.
El asunto es que en la asamblea de marzo, por una pregunta mal formulada, la mayoría de los accionistas presentes votó por vender el 100% del lote. Y aquí va otro lío. Los 350 socios tienen 1.120 acciones. En la asamblea, 396 acciones se inclinaron por la venta total; 298, contra la venta total, pero a favor de una venta parcial; y hay más de 400 acciones cuyos dueños no han aparecido. “No puede ser que una minoría decida por la mayoría. No puede ser que se venda el 100% y se destruya el patrimonio. La Hacienda Fizebad no es solo de los 70 socios que tiene el club, sino de los antioqueños”, comenta Hernán Jaime Jaramillo, uno de los que se opone a la venta.
Dentro de Fizebad hay una casa-museo que, para Jaramillo, aunque no se haya declarado bien de interés cultural, tiene un valor histórico y arquitectónico incuestionable. Pero Pedro Juan Palacio, uno de los socios que está a favor de la venta, argumenta que el club da pérdidas hace años y que “la casa no es un museo. Es un salón muy lindo, donde se hacen eventos, pero no es un museo. Nadie lo visita”, argumenta Palacio.
Sin embargo, el accionista que está a favor de la venta desmiente que la arquitectura histórica sea demolida. Dice, como el presidente de la junta, que la idea es vender una parte del lote, como un 50%, y conservar lo demás.
Aunque las partes dicen que no hay una disputa, la discusión en los medios los ha llevado a desmentir a la contraparte e, incluso, a acusarla de dar información falsa.
Esta semana, por ejemplo, se difundió que ante la Alcaldía de El Retiro ya se había pedido licencia para la construcción de 550 apartamentos en lo que hoy es Fizebad. La noticia resultó siendo falsa y desmentida por el propio alcalde, Nólber Bedoya, quien se considera un “defensor del patrimonio y la naturaleza”. “Acá no ha llegado pedido alguno. Eso es falso. El día que llegue, lo analizaremos muy bien, pues hay que considerar las implicaciones que un proyecto de estos tiene para los guarceños, la movilidad y los servicios públicos”, sopesa el alcalde.
Bedoya, desde la junta directiva, confirma que no hay una negociación en firme. Hasta ahora solo hay propuestas que, a la larga, han logrado la atomización de los socios y el fantasma de la destrucción del territorio.