El joven Calixto* tiene un secreto, que ni siquiera ha compartido con sus familiares: es modelo webcam, y a cambio de dinero exhibe su cuerpo ante los ojos anónimos y ávidos de erotismo de internet. Por eso cuando alguien lo amenazó con revelar su oficio y sacarlo de la clandestinidad, él quedó entre la espada y la pared.
Sucedió el mes pasado en Medellín, de acuerdo con el informe del Gaula de la Policía, cuando un universitario de 20 años, que ingresó como un cliente cualquiera a su sesión, guardó pantallazos del cuerpo desnudo de Calixto.
Por medio de mensajes de Messenger, tras haber identificado la cuenta de Facebook del modelo, el extorsionista comenzó a amenazarlo. Le decía que tenía que darle $500.000, de lo contrario publicaría las imágenes íntimas en las redes sociales.
El afectado puso la denuncia ante el Gaula, y los investigadores lo guiaron para ponerle una trampa al delincuente. El 1 de octubre lo citó a un calle del barrio Gratamira, para entregarle la plata. En el momento en que recibía el paquete, los policías capturaron al universitario.
Esta es una de las dos modalidades de extorsión detectadas en las últimas semanas, contra los integrantes de esta industria de entretenimiento para adultos en Medellín.
El primer modus operandi, del cual fue víctima Calixto, consiste en chantajear a los modelos (hombres y mujeres) con la amenaza de exponer un oficio que, para muchos, es reservado. Según los investigadores judiciales consultados por EL COLOMBIANO, esta manera es más propia de la delincuencia común.
La segunda es perpetrada por bandas de crimen organizado, que intimidan a los gerentes y propietarios de los estudios webcam, o a los dueños de las casas en las que se graban y transmiten las sesiones, para que paguen una cuota por el “derecho” a trabajar.
Esta situación fue conocida durante una investigación liderada por agentes del CTI y soldados de la Cuarta Brigada, adscritos al Gaula Militar Antioquia, en contra del grupo ilegal “los Pesebreros”.
Esta estructura extorsiona a agencias webcam ubicadas en los barrios Calasanz y Los Colores, según la Fiscalía. De acuerdo con el tamaño de las instalaciones y la cantidad de empleados, los cobros van de $3’000.000 a $10.000.000 de “descorche”, es decir, el derecho a ejercer una actividad económica en un área dominada por ellos; más una mensualidad de $300.000 a $1’000.000, como “vacuna”.
En uno de los hechos documentados, la víctima fue el dueño de un estudio, quien expresó que varios hombres armados llegaron a la sede, indicando que eran “los de la seguridad de la zona”.
Le exigieron $3’500.000 de “descorche” y $300.000 cada mes, para no atentar contra el negocio y las modelos.
El afectado, presa del miedo, alcanzó a entregarles $1’500.000. Antes de darles el resto, agarró fuerzas para poner la denuncia. Entre el 15 y 18 de noviembre, el CTI capturó a nueve presuntos integrantes de “los Pesebreros”, incluyendo a un cabecilla apodado “Tutula”, a dos cobradores de extorsiones (uno de ellos venezolano) y a una modelo conocida como “La Webcam”, quien recibía los dineros de las “vacunas” y les vendía drogas a otras webcamers.
Les imputaron concierto para delinquir, extorsión, tráfico de estupefacientes y porte ilegal de armas.
El mayor Óscar Mejía, comandante del Gaula Medellín de la Policía, comentó que el oficio de las webcam no solo atrae a extorsionistas, sino también a redes de trata de personas, con falsas ofertas de trabajo en modelaje y publicidad; a explotadores sexuales y laborales, que involucran a menores de edad o someten a las empleadas a jornadas de hasta 18 horas con mal sueldo.
“Existe el peligro de las extorsiones y acosos por la viralización de sus videos. De hecho, muchas modelos dejan sus redes sociales abiertas con sus nicknames (seudónimos) de girlcam visibles, pues así tratan de blindarse de extorsiones y del bullying”, indicó, agregando que esta medida no siempre es la mejor.
Claves para prevenir
Tania* tiene 22 años, el último lo ha dedicado a ser webcamer en dos agencias de Medellín y, aunque no ha sido extorsionada, reconoce los peligros del negocio.
“La verdad no tenemos ninguna protección especial y estamos en riesgo de que un caso como esos nos ocurra. Una de las medidas de privacidad que se usa, es que el acceso a las sesiones está bloqueado para Colombia, pero eso no sirve porque ya hay unas APP que lo desbloquean”, explicó.
Víctor Daras*, quien gerencia un estudio y emplea a nueve webcamers (uno de ellos masculino), detalló que ese tipo de aplicaciones “se consiguen muy fácil, solo se necesita un computador o un celular, y esas APP hackean la dirección IP para que parezca de otros país”. De esta manera, delincuentes de Medellín y Colombia pueden acceder a las sesiones y usar el material para extorsionar.
A su juicio, para evitar extorsiones en las sedes de trabajo, lo mejor es mantener todo en secreto, aunque se trate de una actividad legal. “En nuestro barrio funcionamos en una casa, y los vecinos no saben. Incluso con las modelos hacemos pactos de confidencialidad, para que no digan dónde queda el estudio, porque en todos los barrios hay bandas”.
El mayor Mejía aconsejó a los integrantes del gremio que formulen las denuncias y no cedan a las exigencias económicas, para no darles fuerza a los extorsionistas. “En lo posible, no hay que dar información adicional, que pueda ser usada por el acosador; hay que guardar las pruebas de la amenaza, con capturas de pantalla, día y hora; cambiar las claves de redes sociales, porque puede que los estén espiando por ellas”.
Tania sugirió “no mencionarle a nadie, ni siquiera a su madre, el nombre con el que usted aparece en la página de la agencia. Lo primordial es ser muy reservada, no subir fotos a las redes sociales dentro del estudio ni nada de eso”.
Recordó que “yo al principio me puse toda boba a darles mi nombre de modelo a mis amigos, pensando que me iban a dar plata, pero solo entraron a la página para tomar pantallazos. Hasta ahora no me han pedido nada, gracias a Dios”.
*Identidades protegidas.