El Parque de Berrío es el escenario de una especie de guerra fría, en medio de la pandemia en Medellín. De un lado, las vendedoras tradicionales de tinto, buscando pesos para subsistir; y del otro las autoridades, con el mandato de dispersar el gentío para contener el virus.
El Gobierno no ha autorizado el retorno a labores de los comerciantes informales, pero en la práctica el Centro se está volviendo a colmar, como es costumbre, de vendedores ambulantes. Aunque se arriesgan a sanciones y a enfermarse, su argumento es que si no trabajan, no hay comida.
“Antes de la cuarentena, en un buen día uno se podía ganar $30.000 vendiendo tintos; ahora, si mucho, conseguimos $10.000”, contó Janeth Mesa, una de las líderes de Asotintos, el gremio que agrupa a 450 personas que laboran en el parque de Berrío, ofreciendo tintos en termo a $500 y pericos a $600.
Ella ajustó siete años en estas lides, tras quedarse sin empleo como recepcionista de hotel. No tuvo más remedio que aferrarse al mismo oficio que su madre, María Eugenia Álvarez, que ejerce desde 1996.
La señora, de 61 años, afirma que hay jornadas en las que solo consigue $5.000, “y eso a duras penas es el pasaje para devolverme a Itagüí”.
EL COLOMBIANO visitó ayer el icónico sector y conversó con varias tinteras. Las integrantes de la asociación son en su mayoría mujeres, cabeza de familia, que arrastran cruces tan pesadas como haber sido desplazadas por la violencia de Altavista y Manrique, o por el régimen chavista en Venezuela.
Es el caso de Angi Figueroa, quien en Caracas era mesera de una clínica. Al migrar, se radicó en La Divisa y hace un año y cinco meses vende tintos. Con $12.000 diarios trata de subsistir con su familia.
Al igual que sus colegas, se estrelló contra las restricciones que impone la covid-19: los mayores de 70 años deben estar encerrados por ser una población de alto riesgo, los clientes escasean por el Pico y Cédula y las aglomeraciones están prohibidas.
Mónica Pabón, gerente del Centro, comentó que “ellas tienen una actividad económica que no está permitida todavía por la Presidencia, y la Alcaldía no puede saltarse esas normas”.
Las entrevistadas denuncian que a la crisis se añaden maltratos verbales y físicos de los policías, muchos de ellos auxiliares bachilleres; según ellas, no dudan en usar el bolillo para despejar la zona.
“Guerra fría”
Los uniformados impiden las muchedumbres en el parque de Berrío y las ventas informales, por lo que sus baldosas están vacías. Lo paradójico es que alrededor pulula el comercio ambulante de frutas, ropa, minutos de celular y lotería. Hay tanta gente que su control parece imposible.
La ocupación del parque genera entonces una especie de “guerra fría”, en la que las tinteras buscan arrimarse buscando clientes, y las autoridades las expulsan y sancionan. Algunas acumulan hasta cuatro comparendos.
La tensión acumulada explotó la semana pasada, hubo asonada y golpizas de lado y lado. Una vendedora embarazada recibió puños en la espaldas y a otra la arrastraron varios metros, mientras que algunos peatones les quitaron los bolillos a los bachilleres y los atacaron con ellos. La reyerta fue grabada con celular y ahora rueda por internet.
El ambiente es tan crítico, que ayer un desconocido le lanzó una navaja a un policía desde la plataforma del metro. El filo golpeó el pavimento, rozando su cabeza.
“Es un tema de espacio público, han querido ubicarse en las plazoletas del metro y otros lugares en los que no es posible, debido a la solicitud del Metro y la Alcaldía. Ante esas peticiones, se hace necesaria una actuación policial”, dijo el general Eliécer Camacho, comandante de la Policía Metropolitana.
Frente a las denuncias de las tinteras expresó que “si tenemos casos concretos de maltrato, con gusto les recepcionamos las quejas en la oficina de derechos humanos, o ante la Personería, para iniciar las investigaciones”.
La gerente Pabón narró que “las hemos acompañado con ayudas económicas que han llegado de donaciones, les entregamos unos pollos el Día de la Madre para que hicieran almuerzo y la semana pasada les dimos unos mercados a las que no habían recibido ayuda por parte de la plataforma Medellín me cuida”.
Estos apoyos, aunque bien recibidos, son de corta duración y la cuarenta ya va para tres meses, se lamentó Janeth.
Asotintos participa en reuniones con delegados de la Oficina de Espacio Público y la Policía, buscando acuerdos, proponiendo protocolos de aseo y distanciamiento. Las discusiones continúan, pero como dijo Pabón, “ellas están pasando por una situación que difícilmente se solucionará si no pueden trabajar. Lo que hay es que buscar soluciones integrales, más allá de ese trabajo en el espacio público”.