viernes
no aplica
no aplica
Alomo de mula y con paso cansado entre el barro, las quebradas y las paredes húmedas de los barrancos, Cristina tiene que desplazarse cada día una hora para ir de su casa a la escuela. Diego, su papá, va a pie, guiando a Morita durante todo el recorrido. De lunes a viernes, se repite el ritual: empaca el impermeable y se pone las botas pantaneras porque los zapatos negros embetunados van en el bolso.
La escena pudiera ser en cualquier rincón de Antioquia, donde la cordillera quiebra caminos y siembra lejanías. Pero este es un trayecto de algo más de cuatro kilómetros de distancia en la vereda La Milagrosa en Santa Fe de Antioquia.
Lo particular en este paraje húmedo es que los mismos vecinos tuvieron que abrir paso para que los niños pudieran llegar a la escuela. Diego construyó dos puentes para darle continuidad a la trocha, uno “peatonal” por el que apenas puede pasar su hija, sobre dos guaduas y un pasamanos; y otro colgante, de 14 metros de largo, hecho de retazos de madera y unos cables de aluminio que sostienen la estructura y por el que sí pasa la mula.
Cristina tiene siete años y ya sabe todos los trucos para montar a Morita, sabe cuándo debe parar, dejarla comer o pegarse con más fuerza a los estribos para no caer en la pendiente, en la que el animal también a veces se ve en aprietos para avanzar.
En más de una ocasión ha faltado a clase porque, por más que Morita logre pasar fangos profundos, las quebradas se desbordan y algunos barrancos interrumpen el camino. Diego la acompaña todos los días y la recoge en el mismo punto, desde donde la ve caminar hasta que por fin llega a la escuela.
Adriana, la madre de Cristina, se queda ordeñando las vacas y atendiendo la finca mientras su esposo llega para recoger el café que sostiene el hogar. A Cristina le da miedo que algún día los peñascos y puentes por los que atraviesa no soporten el peso de Morita y su papá.
La sede La Milagrosa, de la institución educativa Nurqui, está a más de tres horas del casco urbano de Santa Fe de Antioquia, por camino de trocha. De ahí que las profesoras permanecen en semana en la escuela y solo los sábados y domingos van a visitar a sus familias, si el clima lo permite. Allí en la institución les adaptaron una habitación improvisada al lado de los tres salones. Y fue la misma comunidad que con recursos propios y en convites reparó los techos, ante la falta de respuesta de la administración municipal.
Solo hay dos computadores para 61 alumnos, pero sin acceso a internet pese a que se lee en una pequeña valla metálica del Ministerio de Tecnología: “Internet Gratis”.
Las instalaciones de la escuela no son las más adecuadas para los estudiantes ni para las profesoras, tal como lo ha denunciado la docente Sonia Sauceda, pues cada que llueve los salones se inundan, la forma en la que están dispuestas las aulas no permite que entre la luz solar y solo tienen un bombillo. Pero además, el techo del restaurante tiene agujeros, la cocina está oxidada y los lavamanos no están disponibles por daños en los grifos.
Para colmo, el restaurante está inactivo desde 2021 y no está operando el Programa de Alimentación Escolar.
Las tres profesoras se encargan de dar todas las materias para sus estudiantes: Andrea Aristizábal dicta clases desde preescolar a segundo; Sonia, desde tercero a quinto; y Danise García a los jóvenes de bachillerato.
La profe Danise ha manifestado su preocupación por la deserción escolar, pues de 25 estudiantes que tiene, cinco se retiran cada año. Razones no les faltan a los poquitos estudiantes que quedan, porque fuera del acceso difícil, las oportunidades económicas son limitadas y no tienen alimentación escolar, computadores, televisores o internet.
Desde el 5 de abril consultamos a la Alcaldía de Santa Fe de Antioquia sobre los problemas de la escuela, pero hasta el cierre de esta edición no obtuvimos respuesta
Me gusta montar en mi moto y perderme en los monólogos de no tener pasajeros. Me gusta el cine y el rugby.