Más que la casa que le dieron ayer, el exsoldado profesional Ferney González Ramírez piensa que el mejor regalo que el país le podría dar a sus hijos es la paz, así haya perdido sus dos piernas al pisar una mina y se hayan frustrado sus sueños de una brillante carera militar.
“El incidente me pasó el 11 de julio de 2011 en Anorí, íbamos a desactivar un campo minado por unas torres que había volado la guerrilla, pero había muchos artefactos, caímos primero yo y luego otros dos compañeros”, relató este joven de 30 años, padre de dos niños, uno de ellos sin nacer.
A lo mejor otros de los 118 militares que ayer recibieron apartamentos gratuitos en Medellín por haber quedado lisiados a consecuencia de la guerra no piensen como él, pero Ferney siente que el odio y el rencor no son la fórmula para lograr un mejor país.
“Nunca he guardado odio ni venganza, esto es una guerra en la que caemos gente de lado y lado y eso es lo que no quiero que mis hijos hereden, yo hacía mi trabajo con entrega porque me gustaba, pero no alimentado por odios sino por servirle a mi patria”, apuntó el militar, que al perder sus dos piernas en el episodio vio morir su sueño de escalar grados militares. Ahora emprende un camino de superación que despega con su nueva casa, de la que se beneficiaron en total 119 soldados y policías con disminución de la capacidad psicofísica debido a acciones militares en las que resultaron víctimas.
Todos quedaron ubicados en la urbanización Ciudadela Verona, en el sector de Robledo, entre los barrios Vallejuelos y Las Margaritas, donde reemprenderán nuevos caminos disfrutando de su pensión y de viviendas propias.
“Yo no tengo esposa, pero me vengo a vivir con mi madre y mis hijos, es un lugar agradable y fresco y las casas muy elegantes y cómodas”, puntualizó Ferney, que fue abordado por el general Juan Pablo Rodríguez Barragán, comandante de las Fuerzas Militares, con quien sostuvo una larga charla previa a los actos de entrega de las casa, a cargo del presidente Juan Manuel Santos.