DIARIO DE ÍÑIGO

Octubre 27 de 2009. La ciudad de los acomodadores de cine. Int. Día/Noche.

A los acomodadores de cine el cine no les importa, eso se sabe (Igual que a la chica de videotienda).  Es el trabajo que le tocó padecer. A veces, se les ve entrar a la sala y sentarse en la peor butaca de toda la sala (primera fila en uno de los dos extremos), para salir unos minutos más tarde y dar vueltas por el hall del teatro. En las salas con mala proyección, como las de Royal Films, me la pasaba llamándolos para mostrarles el desenfoque o la imagen salida de la pantalla o el sonido que sólo berreaba por un parlante, pero ellos ni se enteraban. Miopes, tungos y sin qué decir. Al insistir que le comunicaran al proyeccionista mis inquietudes, lo hacían de mala gana y absolutamente seguros de que yo estaba equivocado, que la proyección nada tenía de malo. Me miraban desconcertados y molestos, deseando ser meseros para escupir en mi sopa. Fueron muchas las películas que me vi en malas condiciones, sin que los acomodadores hicieran nada. El cine no les importa, es sólo un trabajo. Pudieron ser choferes o taxidermistas o pegadores de afiches. Una sala de cine para ellos es sólo el lugar donde la gente va a comer crispetas. Frecuentemente me pregunto: ¿Realmente los necesitamos? Creo que no. La cinefilia del mundo podría vivir tranquila sin ellos.

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