Django, de  Étienne Comar

El gitano impasible

Oswaldo Osorio

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Esta es otra película sobre nazis y otra película biográfica sobre un artista. La diferencia está en la combinación de esas dos historias tan recurrentes en el cine, por lo que consigue hacer comentarios adicionales que la alcanzan a distinguir de otros filmes con esos temas. Aun así, no se trata tampoco de una obra muy reveladora ni inspiradora, su relato transcurre sin sobresaltos contando e ilustrando las vicisitudes y dilemas del célebre músico cuando le tocó vivir en tiempos oscuros. 

Django Reinhardt es el más reconocido guitarrista del jazz. Era un gitano de origen belga que desarrolló su carrera en Francia y vivía en París durante la ocupación de los nazis al país galo. Y esta es la primera cuestión que propone la película, esa convivencia del artista, quien pertenecía a un pueblo perseguido por el nazismo, con este aparato de muerte y represión. Una convivencia que alcanza a rayar con el colaboracionismo.

Si bien en determinado momento Reinhardt sí trata de huir de los nazis, su actitud inicial está definida por una posición apolítica, una visión cómoda de las circunstancias en la que él mismo, gracias a su talento, se veía eximido del horror que lo rodeaba. Y la película no se esfuerza en cuestionar mucho esto, simplemente se concentra en retratar al músico con una impasibilidad que determina todo el tono del relato.

Esa impasibilidad reina en el ritmo y el personaje durante casi toda la película. Solo se rompe acaso un par de veces durante toda la narración, cuando por fin la amenaza se torna real para él y su familia. Por eso el relato avanza a un paso tedioso y casi soporífero, que solo se ve alterado cuando aparece el virtuosismo del músico en esos largos y amenos pasajes en que interpreta una pieza musical.

El contexto político e histórico es muy conocido, aunque la variación aquí corre por cuenta de que ya no son los judíos sino los gitanos los perseguidos. Además, le añade elementos poco conocidos a la esquizofrenia de la ideología nazi, según la cual no era aceptado el jazz y el blus, por ser música de negros y producto de la mezcla de varias razas, al igual que el baile y los arrebatos y bajas pasiones que estos ritmos estimulaban (Habría que ver una cinta más vibrante y con el mismo tema: Swing kids, de 1993).

Esta película abrió el Festival de Cine de Berlin, algo que puede parecer extraño al tratarse de una pieza que no es especialmente sobresaliente en sus virtudes. Sin embargo, el criterio del importante certamen para que esto sucediera es que el cine también puede ser un asunto político e ideológico, y por esa línea y en el contexto de la Europa actual, que tiene en la inmigración de minorías uno de los temas más polémicos y difíciles de manejar, pues este filme puede tener un significado con mayor fuerza y connotaciones.

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